El beso de piquito
Difícilmente se sabrá la verdad sobre el beso de piquito “propinado” por el presidente de la RFEF* Luis Rubiales a la jugadora Jenni Hermoso durante la fogosa y emocionada celebración del equipo español femenino, quienes recientemente se alzaron con la Copa Mundial de Fútbol en Australia. No se sabrá, no porque no se pueda, sino porque una vez que el beso pasó a ser abiertamente público, la verdad quedó sujeta a otros intereses que, en este caso, son los del PSOE* en su esfuerzo de ser ellos los que formen gobierno en su país. El ofensivo e imprudente beso irrumpió en el ambiente delicado del poder y las buenas costumbres, y la izquierda aprovechó la oportunidad para explotar la hostilidad propia de la llamada “guerra de los sexos”. Un clima de polarización que, por cierto, se mantendrá mientras sea fuente de beneficios políticos de unos u otros, sin olvidar la de sus aliados del feminismo o el machismo a ultranza.
El único “delito” posible aquí es el del abuso de poder, el de aprovecharse del cargo para presionar dentro de una relación. Sin embargo, el hecho de que Jenni Hermoso, una futbolista atleta y campeona haya abrazado y levantado a Rubiales del piso, es indicador de confianza, alegría y hasta reconocimiento, y esto ocurrió segundos antes del piquito. El episodio se enredó con las acusaciones de Futpro* y después la explicación de Rubiales sobre que si el beso fue consensuado. Aún no entiendo, pero, ahorita es imposible dar una opinión sin meterse en una discusión interminable o de exponerse a que lo llamen a uno esto y aquello, porque además el sentido del humor está prohibido.
En todo caso, situaciones como éstas, lejos de favorecer a las verdaderas víctimas, lo que hace es enturbiar el escenario con frivolidades que poco o nada tenga que ver con la desconfianza, torpezas e inseguridades de la gente en una sociedad que no propicia acercamientos reales sino todo lo contrario.
La campaña presidencial argentina
Exige cautela seguir de cerca la campaña presidencial argentina. Es un proceso dinámico y un drama político donde el kirchnerismo no deja de mostrar sus garras aun cuando está falleciendo en el ánimo de la gente. Sus tretas no son muy distintas a las del régimen venezolano, y tal como ocurre aquí, sus estrategias ya son conocidas por la población, como, por ejemplo, decir a los cuatro vientos algo como aprovechar el propio desprestigio para crear dudas: “ese candidato que tantas amas se pone de acuerdo con nosotros y además recibe dinero”. El kirchnerismo, sin embargo, aún debe responder a las instituciones de su país y en ese sentido su contexto es muy distinto al de nuestro país. En Venezuela esa práctica de burlarse de los diálogos ha demostrado que la oposición no puede sentarse con el régimen en la misma mesa: como sus maestros cubanos y como Putin, solamente reconocen el poder de la fuerza y la violencia.
En relación con el tema de los acuerdos políticos en Argentina, ahora acusan al candidato de Libertad Avanza, Javier Milei, de haberse beneficiado con el kirchnerismo después de haber aprobado los créditos del FMI. Hay revuelo porque, al parecer, el oficialismo está repartiendo dinero para comprar votos. Sin embargo, dejando de lado este episodio escandaloso del FMI, veo otros aspectos positivos en esta contienda. Una es que la candidata del partido Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, está compitiendo con Milei en el propósito de sanear la economía del país y ha nombrado un equipo de una talla igual o mayor que la del partido de Milei. Pareciera que Bullrich quiere desmarcarse de las críticas que su partido recibió tras la presidencia de Macri. Por otro lado, es más probable una final entre Milei y Bullrich, ambos candidatos comprometidos con las reformas necesarias para la ahora inoperante economía argentina. Puede decirse que, gane quien gane, el país estará mejor enrumbado.
(*) RFEF (Real Federación Española de Fútbol)
(*) PSOE (Partido Socialista Español)
(*) Futpro (Sindicato o Asociación de Futbolistas Profesionales)