Hay respetos que matan, así como desde in illo tempore lo hacen ciertos amores. Digo esto porque incluso, muchos de los que están sensibilizados con nuestra tragedia, siguen con el estribillo del respeto a la sociedad venezolana, obligada a buscar las soluciones, que deben surgir de las entrañas de este ex país hundido y arruinado, víctima de una tiranía despiadada, que no tiene en su ADN dejar el poder. Me pregunto, entonces, ¿a quién va dirigida tan noble consideración: a la minúscula cúpula podrida o a los millones de venezolanos cuya vida diaria es una pesadilla desde hace veinte años? Si de corazón sienten el dolor que sufren las mayorías, deben entender que ese respeto que enarbolan con tanta vehemencia y convicción solo favorece al régimen desalmado que ha hecho un viacrucis de nuestra existencia.
Cualquier habitante de este pueblo martirizado puede dar testimonio verbal y corporal de como su vida es cada vez más calamitosa, Verbal, porque a pesar de la persecución, el chantaje y la represión, el venezolano todavía hace gala de una importante cuota de valentía, para denunciar vejámenes y oprobios perpetrados por órganos policiales, militares y parapoliciales de esta dictadura. El cuerpo de un venezolano es un libro abierto que muestra las huellas impresas de las privaciones a las que, protervamente, se les someten. Un lector con muy pocas horas de vuelo capta al instante la hambruna prolongada impuesta a ese organismo. La pérdida de peso es lo más ostensible, pero el color y la textura de la piel muestran los estragos de una subalimentación que acumula fragilidades y extenuaciones. También se observan obesidades que encubren otras formas del hambre, saciada con hidratos carbonos, únicos componentes del clapsismo socialista que viene en cajas revolucionarias.
Si lo anterior no fuera suficiente, añadamos que la hambruna colectiva es el caldo de cultivo, para que innumerables patologías hagan suyas los cuerpos famélicos y deprimidos de quienes permanecen en esta colonia castrista. Una vez enfermos la muerte se convierte en el próximo paso, porque los hospitales son lugares ruinosos. Sin medicinas, ni equipos, con enfermeras mal pagadas y hostigadas por los colectivos al igual que los médicos, que se ven imposibilitados de cumplir hasta con lo más elemental del juramento hipocrático.
Cuál es la ventaja, entonces, de tanto respeto si los venezolanos se ven obligados a huir de Venezuela con una mano adelante y otra atrás, acuciados por el hambre, pues no pueden alimentarse con los salarios miserables que se híper devalúan minuto a minuto. La fuga es masiva de esta cárcel socialista. Supera los 5 millones. Y han salido en estampida en busca de un plato de comida, de medicinas para sus familiares, de trabajo decente y de un poco de libertad para zafarse de tantas cadenas. Porque el hambre es un eslabón del grillete, como lo son también la inseguridad, la violencia, la escasez, las colas, la oscuridad, la inmovilidad por falta de transporte y de gasolina. Tampoco hay agua y la energía sólo brilla por su ausencia.
Qué hacemos los venezolanos con esa sobredosis de respeto -nacional e internacional- si la tiranía ha conculcado no sólo lo concreto, sino que también ha acabado con elementos intangibles, pero que son esenciales para tener una vida decorosa. De estos últimos, el respeto nunca ha existido en estos veinte años de socialismo. Desde la elite dominante nos han sacudido con injurias, groserías, desconsideraciones, faltas y desprecios de todo calibre en horario protegido y, claro, en cadena nacional,
Todo esto me hace pensar en la irresponsabilidad e indiferencia de vecinos y familiares frente a la violencia que sufren mujeres y niños en la casa de la esquina. No nos metemos porque no nos incumbe. Después es muy tarde, y nos convertimos en simples espectadores de una desgracia que pudo evitarse.
Gracias a tanto respeto la humanidad ha sufrido hambrunas, holodomores, exterminios, holocaustos, aniquilamientos, encarnizamientos, guerras, y todo tipo de ultraje, llevadas adelante por redentores y salvadores como Stalin, Mao, Ho Chi Min, Pol Pot, Fidel Castro, Hitler, Sadam Hussein, Kadafi, entre otros líderes intergalácticos. En pleno siglo XXI el tenebroso criminal Kim Jon-Un goza de altas consideraciones por parte de la comunidad internacional, mientras los paredones de fusilamiento siguen acumulando la sangre de un pueblo esclavizado y atormentado. Algo similar ocurre en China donde la pena de muerte es un lugar común, pero de eso no se habla.
Agridulces
¿Alguien creerá que la tragedia que sufrimos los venezolanos es culpa del imperio? El estafermo irrespeta -como siempre- nuestra inteligencia cuando espeta esos bulos. Dudo que aquí salgamos con la banderita tricolor a insultar a los gringos y a responsabilizarlos de todas nuestras desgracias. Venezuela no es Cuba, aunque estemos muy jodidos.