Hay temas del orden político nacional que, sobre todo por la distancia que tenemos de los hechos y las perspectivas desde el punto local (más que por el desgaste del impacto público que, increíblemente, viene pasando), preferimos atenderlos, más que pronunciarnos, desde fuentes más versadas. En esta ocasión nos atrevemos a romper nuestra propia norma para dejar modesta pero suficiente constancia de preocupaciones e inquietudes.
El control del modelo político totalitario se entroniza en Venezuela por razones múltiples que están muchas a la vista en omisiones, errores y desgastes; otras por factores que no pertenecen al dominio nacional y definitivamente aquellos hechos que perfilan consolidación del secuestro del Estado democrático, silenciamiento de los medios de comunicación independientes y la efectividad de la persecución a las voces críticas que ya hasta las instancias internacionales han descrito de maquinaria de desapariciones y torturas. Pero el gran elemento es la opacidad de los movimientos y de protagonistas en el complejo panorama político.
En coyuntura cuando más se necesita transparencia para abordar los nudos y taras de la estructura institucional del país, poner orden a las feas verrugas de la actuación partidista, nitidez y coraje en la formulación clara de la autocrítica que proporcione fortalezas al planteamiento alternativo democrático, todo se vuelve un laberinto, un nuevo capítulo intrincado e inexplicable, traducido solo para los entendidos, y las cúpulas, quedando el sentimiento popular -que tanto se invoca- totalmente desestimado.
Se puede estar de acuerdo con que lo democrático sea la realización de unas elecciones primarias de la oposición en búsqueda de su relanzamiento, pero es necesario también acotar que esa operación por sí sola, sin el mensaje sobre un claro planteamiento de luchas, así como sin la explicación de un nuevo modelo democrático para el país, no resolverá el destino final de los venezolanos en el tema de vencer el modelo autoritario y seguir hacia esquemas de profundización de la democracia. Unos comicios de primarias en esas condiciones no convocan al entusiasmo. La fórmula para la credibilidad de la alternativa de cambio, ya de por sí difícil y golpeada, tiene que presentar la ejemplaridad ética, sin ocultamientos, indecisiones o silencios incomprensibles en conductas “opositoras” nefastas. Para que pueda ser visto por el hartazgo de la población como el instrumento posible de justicia y de compromiso. En la ejemplaridad, el déficit es intrínseco en las organizaciones políticas, sobre todo en el estado Bolívar.
Un nuevo consenso
El episodio del canje de prisioneros llevado a cabo por Estados Unidos, principal sostén del último resquicio institucional legítimo que queda en el país; haciendo abstracción del hecho moral, que es una viga a nuestros ojos, esquivando la real politik, a la que supuestamente debemos tragar cuales sorbos de agua, pone en entredicho el futuro del apoyo internacional a la lucha democrática de Venezuela en los términos hasta ahora conocidos. Esta ruta, que deja más incertidumbre al limitado e incomprendido esfuerzo de Guaidó, tiene rato construyéndose cargado de explicaciones eufemísticas que desde el primer momento crearon fundadas perspicacias a una opinión pública venezolana que ya en el plano político no le extraña nada.
Es menester el diseño de varios escenarios y la atención a lapsos y plazos que promuevan con eficiencia la reagrupación de las fuerzas que pelean para rescatar el estado de derecho y la vigencia constitucional, ahora en torno a un nuevo consenso en el papel de la resistencia y la movilización social. Lo que se necesita hoy es una verdadera política que reivindique la modernidad y el ejercicio democrático, en toda su extensión y con total responsabilidad. Cuando se observa que el impacto de la noticias del intercambio de prisioneros no produce si no más inconformidad, puede igualmente medirse, al menos en el estado Bolívar, si es que cabe comparación alguna, cómo ante la desastrosa gestión pública revolucionaria, que hunde a todas las poblaciones de la región, el sentimiento colectivo es de sarcasmo, silencio y emprendimiento propio (caso construcción del puente Curaima por los habitantes del municipio Padre Chien); despreciando todo acto (por falso) de las dirigencias. Siendo así, con los desmanes del régimen, en nuestro patio, pregunta interesante es si les importa a los venezolanos y a los guayaneses en particular, a estas alturas, la política exterior de los Estados Unidos.
La gente sufre. Los jóvenes que han permanecido aquí quieren marcharse; la miseria no se detiene igual que la inmigración que deja mayor soledad, mientras las injusticias institucionales crecen, oscureciendo aún más el futuro. Para las regiones y para el estado Bolívar, primordialmente, es imprescindible, en el propósito de otorgarse dirigentes auténticos y programas que interpreten necesidades de atrasos crónicos, abandono y destrucción, derrotar la inercia conservadora, los esquemas obsoletos de esa estancada visión partidista y política, desarrollada por muchos años. Derrotar a los piratas y corsarios de todos los colores, que hoy son expresiones de la incultura, del colaboracionismo, ineptitud y la falta de grandeza. Son piezas claves de ese laberinto que solo a ellos le conviene siga perdurando en el tiempo.