Basta una breve mirada a los municipios del estado Bolívar para entender cuál es la agenda de vida que mueve a los guayaneses. El drama de la depauperación económica y el horror de sus secuelas con la mayoría de la gente prácticamente mendigando, es más que gráfico para saber dónde se encuentra la atención prioritaria. Ahora, como hemos clamado miles de veces, no hay oídos, ni vista para estas condiciones; los factores políticos y las “fuerzas vivas” de la región, que van quedando se hacen los “locos”, avanzan acompañando la institucionalidad revolucionaria que no respeta preceptos y se niega al cumplimiento de los derechos, destruyendo con la mitología socialista a la República y a la nacionalidad hecha jirones.
Solo hay que ver con ojos desprejuiciados, saliendo de los nichos rituales donde se han refugiado los sargentos de los partidos de Guayana en aras de “potenciar” sus cálculos electorales, para encontrar cómo los trabajadores de las empresas básicas desahuciadas -incluso afectos al oficialismo- muestran su impotencia en los portones ávidos de nuevas expresiones de luchas. Apreciar cómo los docentes y las enfermeras, profesionales que quedan en buen número en la administración pública, no calman sus voces de denuncias de las precariedades, tanto de las condiciones laborales como la de sus propias circunstancias personales (Bolívar lidera protestas en lo que va de año, señala el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social) y la faena del comercio informal en el sopor de las calles a fin de rebuscar la moneda inservible.
Las dirigencias de la región, mientras con manifiesto desparpajo se atrincheran exclusivamente en la “fiesta electoral”, eso que el periodista Alonso Moleiro, en un ilustrativo trabajo reciente sobre el tema denominó: “Escenarios aterciopelados traídos por los cabellos”. Es decir, existe en Guayana una porción que juega a la ilusión, sin asomarse a las aguas profundas de la tragedia social, y otro sector mayoritario, que acumula su irritación sin representarse en rutinas políticas carentes de propuestas ni organización que enfrenten el avance autoritario.
Para el estado Bolívar, las elecciones primarias, si nos atenemos a la cotidianidad, no tienen espacio en el imaginario local. Hay, eso sí, epilépticos actos proselitistas, que promocionan candidaturas sin el mensaje que incentive a los municipios a enfrentar el abandono, la arbitrariedad gobernante o los negocios del Arco Minero. No se conocen ideas que inviten a recuperar los mecanismos de contrapeso democrático bajo secuestro. El plan es el reparto -que los partidos ya ensayaron hace años- del deshuesadero del otrora modelo industrial pesado.
Fórmula democrática regional
Para los guayaneses no está nada fácil el camino de las elecciones primarias. No lo es, por cuanto no hay vínculo con todos los sectores sociales y de manera particular con los más desprotegidos controlados desde los programas de hambre que les otorga el régimen. No es sencillo porque no es un problema técnico, aun cuando existen obstáculos y dificultades, como lo han referido los miembros de la comisión electoral estadal, acrecentados por los crónicos problemas del surtido de combustible para la movilización. El asunto es político, y en ese sentido es total la orfandad, a menos que se pretenda la lucha por el poder con archiconocidos paladines de vuelo corto que andan detrás de sus ganancias particulares.
Pero el proceso de las elecciones primarias es una buena oportunidad para forjar el futuro. En la región queda planteado, a falta de claridad sobre el rol de luchas por la democracia de parte de los partidos, la organización ciudadana enfocada en incentivar una fórmula que empiece a andar los pasos de constituirse en referente para la gente del estado Bolívar. De no ser posible, y teniendo que acompañar las opciones sobre la mesa actualmente, hay que encontrar los vasos comunicantes con expresiones críticas que permitan una propuesta regional de convergencia a futuro, o que desde allí salgan los impulsores de una nueva expresión política local. Ninguno de los aspirantes a candidato presidencial lo va a decir, pero la población tiene a estas alturas suficiente “instinto” para saber (a menos que cambien las reglas diametralmente) que un escenario de victoria con los enredos del chavismo, es limitado. Puede haber en teoría esa franja para el triunfo, pero la estructura del Estado hace rato ha multiplicado sus maniobras, para que nada en su contra ocurra. Es decir, hay que prepararse para la organización de resistencia efectiva. Aún ganando la oposición las elecciones del 2024 -habría que ver con quién-, las tareas son enormes para asegurar los resortes de poder, que hoy controla plenamente el régimen.
Así que el mundo venezolano no se terminará con una nueva elección, por lo que los propósitos han de estar encaminados, por lo menos en Guayana, a levantar una alternativa de pelea cívica, coherente y comprometida, distante de los negociados y manipulaciones de la clase política que se dice opositora.