miércoles, 19 marzo 2025
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Prigozhin: exconvicto y mercenario

En 2014 lanza el grupo Wagner, una empresa militar privada, que es en realidad una organización paramilitar, respaldada por las fuerzas armadas rusas. Muchos de sus combatientes son convictos que terminan como carne de cañón, debido a que no reciben ninguna preparación.

Putin se siente vencedor porque evitó una guerra civil en Rusia, pero ni siquiera se sonroja con la carnicería que inició con la invasión a Ucrania el 24 de febrero de 2022. Durante 16 meses ha matado ucranianos en una guerra que sorprendió al mundo, tanto como la pandemia de COVID-19.  Está visto que a Putin no le tiembla el pulso cuando se trata de masacrar a otro pueblo a fin apropiarse de su territorio, para crear un imperio zarista-soviético que se ha convertido en una obsesión. Su megalomanía lo impulsa a querer ser más que el zar Nicolás II y Stalin. Nunca se conformará con ser un simple presidente electo. Quiere ser un héroe inmortal: una combinación de Alejandro Magno, Julio César, Superman y James Bond. Para lograrlo está dispuesto a provocar una tercera guerra mundial, porque es su manera de demostrar que su poder no tiene límites y que él no es de este mundo.

Para alcanzar su propósito no ha tenido escrúpulos, y se ha enmafiado con los peores criminales de Rusia, con los más buscados asesinos de otros países y con los Estados forajidos de su patio trasero, situados en los cinco continentes.  Aquellas complicidades se arman en el oscuro inframundo de la delincuencia mejor organizada y apertrechada, que presta sus costosos servicios a quien pueda pagarlos. Por supuesto, que de lo anterior los simples mortales sabemos poco, pero la invasión a Ucrania ha permitido la visibilización de Wagner -no el músico ni el lingüista- sino el grupo de mercenarios, encabezado por Yevgeniy Viktorovich Prigozhin.

Prigozhin, con acentuación grave, oriundo de San Petersburgo (1-6-61) cursó bachillerato y se destacó en esquí de fondo, animado por su padrastro que lo practicaba. Pero el hijastro no podía ser más díscolo y apenas cumplió los 18 fue detenido por robo. Dos años más tarde lo procesaron por reincidir, con cargos por asociación ilícita, fraude y por reclutar menores para prostituirlas. Cuando salió de la cárcel, gracias a una rebaja de su condena, el muro de Berlín y la cortina de hierro habían sido derribadas y la Unión Soviética estaba moribunda.

Entró a una cárcel soviética y salió a unas calles rusas, en las que inició su “emprendimiento postcomunista” como vendedor de perros calientes. Se encariño con el negocio de la comida rápida, pero dio una zancada gigantesca hacia la comida lenta con el restaurante Antiguas Costumbres (1996) para la élite de San Petersburgo. Luego abrió Isla Nueva en un barco en el río Neva, que se convirtió en el sitio de encuentro de ricos y famosos. Justo allí llegó Putin con Jaques Chirac, y Prigozhin sirvió el condumio a los mandatarios. Deslumbrado con la atención y la comida, el camarada Putin le encargó los banquetes del Kremlin en cada recibimiento de jefes de Estado.

Ese espaldarazo lo elevó a la condición del chef de Putin, y Prigozhin se ubicó entre los 100 más ricos de Rusia. Para mostrarlo se compró de un solo leñazo una mansión, una casa de veraneo, un yate y un avión privado. Instalado en su nicho-cártel del yantar, montó una fábrica de alimentos precocidos y envasados al vacío, única en el país. También ganó todas las licitaciones en las que participó y los contratos le reportaron miles de millones de rublos. Por lo que suministra alimentos a las fuerzas armadas, a las escuelas, a la Agencia para los Servicios de Emergencia, a ministerios y a todos los establecimientos militares.

El negocio de los alimentos le quedó chiquito, por eso en 2010 fundó la Agencia de Investigaciones de Internet, cuya verdadera misión era difundir desinformación y hacer propaganda mediante el empleo de trolls baratos. En 2014 lanza el grupo Wagner, una empresa militar privada, que es en realidad una organización paramilitar, respaldada por las fuerzas armadas rusas. Muchos de sus combatientes son convictos -que a cambio de libertad son enviados a los campos de batalla- que terminan como carne de cañón, debido a que no reciben ninguna preparación.

Prigozhin y su empresa de mercenarios les proporcionan seguridad a las dictaduras de la República Centroafricana y Sudán, así como a Venezuela.  Pero de Siria a Camerún, de Somalia a Mali han sido acusados de violaciones, robos, torturas y asesinatos. Porque Putin le ha confiado a este milmillonario exconvicto los trabajos más sucios.

La invasión a Ucrania se ha llevado adelante con la acción letal de esas máquinas de matar que son los mercenarios. Prigozhin lo ha hecho saber con una presencia mediática descollante, que no es propia de este tipo de “trabajo”. De suyo, tiene más centimetraje que Putin, quien no ha impedido que esto ocurra, porque seguramente obedece a algún plan que los agavilla.

Agridulces 

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