La pregunta que puede tener respuestas más directas en el caos institucional, económico y social prolongado del país, la preferimos abordar agrupando datos, a veces no tan cercanos a la memoria, en la explicación de por qué ya no son los tiempos electorales los que sirven a la revolución bolivariana para encandilar a la población con promesas manipuladas y falsas épicas de justicia que esconden -como en todos los regímenes de esta naturaleza- delitos, episodios atroces y confiscación de derechos. ¿Por qué no funcionan los códigos de la mística revolucionaria? Esos que han paralizado a los venezolanos en una contemplación de prefabricada fe, mientras la realidad se ha llenado de destrucción de las ciudades, desintegración familiar, hundimiento de los espacios de la modernidad y por supuesto de pobreza extendida, mientras los líderes y funcionarios rojos han desbaratado (con manifiesta ostentación) la riqueza nacional. Esta pregunta es también equivalente al por qué los políticos tradicionales y las organizaciones partidistas no atraen, ni son portavoces de luchas y de justicias por el bien común. He aquí parte del cuadro de Venezuela que tenemos en septiembre 2023, debatiéndose en la realización de unas elecciones primarias en que el pueblo pueda expresar con contundencia su opinión e igual que adelantar empeños por la realización de elecciones libres y justas el próximo año. Que permite entender, pensamos, como viene fraguándose y tal vez todavía imposible de medir con exactitud el tiempo de otros escenarios para la gobernabilidad y hasta quizás para la nueva identidad de la nación.
La cotidianidad de la gente viene mostrando absoluta indiferencia por las atropelladas acciones del gobierno en su afán de exhibir “confianza” en un proceso revolucionario hecho jirones, cada vez más monótono y aniquilador. La reacción mayoritaria en la que las comunidades se atrincheran es la comprobación de la ausencia de valores, símbolos, conductas y discursos que han quedado truncados por la realidad y la inexistente ejemplaridad de los dirigentes que por años han sido siempre los mismos. Las palabras de la transformación revolucionaria se las llevó el viento; la EMOCIÓN SE FUE de esos días en que parecía que la justicia suplantaría las “cúpulas podridas” para darle paso a una desbordada calidad de vida, de respeto ciudadano, funcionamiento de las instituciones; que además supuso nuevas estructuras en la composición del Estado y de los organismos de representatividad social, que habrían de abrir las puertas a un país de desarrollos y armonías.
Hoy no solo esa posibilidad se las han tragado incapacidades, demencias y saltos desde los cálculos de la politiquería, propiciando privilegios y privilegiados nuevos, sino que también la cúpula roja (tan o más descompuesta que las de la cuarta) ha evidenciado su ambición de poder eterno, a costa de la dilapidación del tesoro público en manos de muchos de los antiguos consejeros de las “buenas nuevas” de hace 20 años. El drama se ha teñido de penurias inéditas por la desesperación de los venezolanos que empezaron a caminar por los barriales de la selva de Darién y por el mundo ancho y ajeno, huyendo del panorama de sumisión y precariedades.
Los poderes mágicos de una estafa
De allí que no es exclusivamente la ruina física de la población, es la degradación al máximo de la cotidianidad y del clima decadente de la palabra lo que hoy, así no se conceptualice formalmente, se percibe en el sentimiento nacional. No hay posibilidad de usar los trillados recursos de los “poderes mágicos” de los mitos humanistas de la revolución, en cada elección convocada para entonces emplear el ventajismo y trucar los resultados. El encanto en este instante cambio de bando está en la convicción de la apuesta del hartazgo ante ese panorama repetido.
Esa opción no la tiene el discurso sobre el capitalismo, el imperialismo, los ricos y la derecha. La revolución y su tosca percepción, hinchados como están de riquezas, de maldad retorcida y vanidad ciega, se hunden más en el imaginario colectivo que se encuentra abocado a potenciar las esperanzas por otras condiciones de vida. El ciclo de nuevas definiciones está en camino, lo que no significa y debe subrayarse, oportunidad para los negociantes de la política, los burócratas y los que esquivan el coraje democrático de acompañar la construcción del porvenir. Se trata de la TRANSFORMACIÓN de Venezuela, que hay que rehacer y que espera la conjunción de esfuerzos firmes y claros en esa dirección.
Trocitos…
– El profesor Rafael Marrón González, directamente, posterior a trámites orientados por el decano profesor Héctor Núñez me hace llegar un par de semanas atrás la notificación de aceptación en la Asociación de Escritores de Guayana (AEG) que entre otros distinguidos guayaneses ellos coordinan. En la correspondencia destaca textualmente: “Le recuerdo que usted está asumiendo la responsabilidad de contribuir a la preservación de la pureza idiomática y de promover la eliminación de solecismos, especialmente la extendida costumbre -aún en escritores, abogados, docentes- de separar las oraciones con coma, olvidando que la oración comienza con mayúscula y termina en punto”. Agradecido por el honor.