miércoles, 19 febrero 2025
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Política del bien común: ¿de dónde sale la confianza?

La victoria de los venezolanos sobre el proceso chavista, expresión de resentimiento y de nuestras ligerezas, es hoy el trámite de obligación al raciocinio y la responsabilidad de cada venezolano.

@OttoJansen

El escenario que abordamos para la permanente reflexión de los obstáculos que han permitido, y aún lo hacen, el asiento del modelo de gobierno dictatorial, es por supuesto el de Venezuela y sus regiones. Partimos de acordar que la oferta chavista está agotada y sin sentimiento popular que la respalde, salvo la cuota del funcionariado y una porción de la clientela que recibe sus desdibujados programas de asistencia social. Sin embargo, el descrédito y escepticismo hacia factores partidistas denominados opositores y de alternativa es una realidad objetiva relevante; la política y los políticos, poco significan para las problemáticas concretas e inmediatas de los sectores de la sociedad y el imaginario se llena de escenarios fantásticos, donde el más práctico es el de la inmigración. Producto del desespero ante el derrumbe económico, el cinismo gubernamental, la inoperancia de los organismos ante las fallas elementales cada vez más ruidosas como los servicios públicos, la ausencia de productividad, de empleos formales, cercenamiento de derechos, las dificultades para acceder a la salud y garantías del funcionamiento educativo.

Por estos días de comienzo del mes de junio, la Comisión Electoral de Primaria, que adelanta un proceso que puede tener la reagrupación de los partidos con un solo candidato presidencial para los comicios del 2024 ha venido ofreciendo información de mecanismos para el voto en el exterior, con una buena cantidad de ciudades en el mundo, por cierto. También ha venido reuniéndose con las regiones y han anunciado la asistencia del Consejo Nacional Electoral, materia que levanta suspicacias y resquemores, pero que el árbitro opositor ofrece garantías de no interceder mayormente en el desarrollo de la consulta, saliéndole al paso con agilidad a un debate valido y engorroso. Anunció la apertura de inscripciones a los aspirantes a candidato presidencial unitario, que ya son muchos, siguen agregándose y sin que hasta el momento haya ninguna novedad particular. Ahora nos toca preguntar, sin que la interrogante se piense como una impertinencia: ¿Es suficiente para encontrar la emoción y el deseo de lucha por un país mejor? ¿Es suficiente para la optimización de los esfuerzos que levanten el sentimiento de derrotar a un régimen tramposo que ha manifestado su intención de poner a comer piedras a la población, y algunos lo repiten como si se tratase del cristianismo primitivo? ¿La fe y la confianza política la rehacemos en una tarea electoral que no puede dar respuesta a todas las aprehensiones o definiciones? ¿Es factible sembrar la política entendida como servicio y bien común cuando tiene largas décadas desaparecida? 

La esperanza responsable 

Para los venezolanos es cuesta arriba y con muchas aristas en la coyuntura política, social y económica que vivimos, pero también hay que decir que no es imposible. Ahora es imperativo que esa premisa para su construcción contenga rigor, indicadores y realidades evaluables. La esperanza no puede estar dirigida a sostenerse en terceros o a los voluntarismos de los anhelos que la sociedad y la nación pretende en su bienestar, libertad, derechos, desarrollo económico y democracia plena.

Es menester entender que la política portadora del bien común, propósito loable nada sencillo, en la circunstancia de este país atropellado y derruido, no puede elegir a la vanidad y egos que observamos de la clásica dirigencia llenas de atrofias en cálculos personales de su accionar. No podemos optar por esa juventud partidista, contagiada también de vanidad con la sobreexposición de conocimientos y experiencias que surgen del marketing de las redes sociales, ausentes de compromisos con la causa colectiva. La irrupción de un tipo de ciudadanía consiente luego de un viaje de humillaciones, atropellos, diáspora, victimas, ídolos de barro y tenaza autoritaria, ha de tener por norte procesos bien internalizados con propósitos y metas hacia el porvenir. De allí que en el cuadro que ofrece una selección de representatividad política como lo que es la muestra actual, tenemos que tener claro que si María Corina Machado es la abanderada, en algún momento se evidenciará lo de sus discursos y promesas que no responden al cómo, ni dónde llevarlos a cabo. Si es Benjamín Rausseo, que en algún momento no sabrá dónde queda Cuba, Nicaragua y tal vez Rusia. Que si es Capriles, es muy seguro que se olvide de penurias y pacte con los autoritarios, que si es Rosales, esperará confortablemente a que el régimen cumpla promesas. Si es Superlano, en algún instante aparecerá Leopoldo López como protagonista, o de llegar a ser Prosperi, confundirá xenofobia con cualquier fobia y así sucesivamente.

La victoria de los venezolanos sobre el proceso chavista, expresión de resentimiento y de nuestras ligerezas, es hoy el trámite de obligación al raciocinio y la responsabilidad de cada venezolano. Es un capítulo en el que no tiene espacio la adoración a un mesías o a un vengador político. Si es menester arrear con lo que hay, habrá que hacerlo contando con la confianza construida desde cada uno en la fórmula política que se crezca ante los desafíos y las luchas, más allá de las palabras o las buenas intenciones. El logro de una Venezuela de bienestar y libertad que hay que conquistar por sobre los innumerables intereses particulares, y por sobre el fracaso de esa revolución sin escrúpulos, tiene que apuntar con claridad a la fortaleza de instituciones democráticas que funcionen sin personalismos, sobresaltos o improvisaciones.