@OttoJansen
“El año de presidio a la defensora Rocío San Miguel es también una muestra de debilidad de los sistemas de protección de los derechos humanos. No han sido suficientes ni han hecho lo suficiente. Hay que insistir hasta que haya libertad, justicia y reparación para cada víctima”, post del periodista Luis Carlos Díaz en su cuenta de la red social X, el 10 de febrero.
Esta condición o circunstancia, según se vea, es en gran medida razón de la desconfianza y desestimación que tienen la mayoría de los venezolanos con las instituciones, sean nacionales (demás está decir), o de carácter internacional. Estas últimas de acciones distantes, regularmente impuntuales y por lo general llenas de trámites y términos técnicos que, al final, no aportan soluciones de urgencias o inmediatas. Eso sí, por el espíritu de las normas que las rigen no puede negarse una intencionalidad fundamentada que generan grandes esperanzas -y expectativas- que han de ser procesadas, lamentablemente, hasta con la propia vida por parte de los afectados y víctimas. Uno, ciudadano de inquietudes y angustias ante el dramático panorama del país, se pregunta: ¿Cuánto más falta? desde el punto de vista de la aplicación del derecho internacional, de las convenciones y procedimientos de los sistemas de protección, para que exista alguna acción, en el caso de nuestro país, en función de los presos políticos encerrados hasta someterlos muertes lentas, o por ejemplo de quienes como prisioneros esperan en una embajada pisoteada y burlada su jurisdicción hasta lo grotesco. La ley, puede concluirse, en pleno siglo XXI, no ampara ni tiene capacidad de producir reacciones, y es el juego del poder quien impone condiciones, y hechos, aunque estos se produzcan violentando la humanidad y los derechos. Por eso podemos comprender la firme posición de Ucrania en su propia defensa ante la invasión rusa o la ofensiva israelí, al ser atacados, que no se detienen ante los formulismos del lenguaje diplomático o de los organismos de ayuda, muy parsimoniosos en evitar sufrimientos que dicen amparar contra las injusticias.
Nos angustia el estado Bolívar, por ser región de lo más representativa del vacío de protección de cualquier naturaleza. Deshilachada y hecha jirones en lo que llegó a representar, llena de hendiduras que van desapareciendo su escenografía urbana y el rostro humano que la formó. Nos relatan recientemente, como los supermercados de Ciudad Guayana que el imaginario popular señala ser propiedad de los jerarcas nacionales del chavismo (y voz de pueblo es voz de Dios), ahora son los centros de búsqueda de plazas de trabajo, de forma masiva por profesionales jóvenes. A eso hemos llegado después de aquel orgullo sidorista y de las empresas, empleando verdaderos “cardúmenes” de obreros que vigorizaban récords de producción; no es de extrañar con tamaña destrucción a la vista. A la par, junto a la foto de colas de gente consignando documentos se multiplican los niños, jóvenes, mujeres en los semáforos, en los expendios de alimentos y en cualquier negocio que pueda auxiliar la petición de monedas o comidas. Esto dentro de los tantos avatares para las organizaciones de derechos humanos que hacen la tarea (sobre todo nacionalmente), no aparece con facilidad en el radar de las prioridades. Para los organismos de protección: Sistemas jurídicos nacionales, internacionales y regionales, como comenta el periodista Luis Carlos Díaz, la gran verdad es que no hacen suficiente ni tampoco son los necesarios.
“Estupidez, cuando no deliberada mala fe”
En su columna de la semana pasada para Correo del Caroní, la doctora Rosix Rincones Díaz rescataba una observación muy significativa de la periodista e historiadora Anne Applebaum en relación a una entrevista del mes de diciembre que le hiciera a la líder María Corina Machado. La observación refiere a que mientras el panorama de las democracias en Occidente era desolador, en Venezuela había otra historia. La profesora Rosix remataba ese apunte con: “…una agudeza como esa no ha hallado eco en la prensa, El silencio no es peor gracias al trabajo de una diáspora que no se detiene ante nada. Por otro lado, el desconocimiento e indiferencia de algunos gobernantes a nuestra lucha puede ser una inconfesable mezquindad o prejuicio”.
La cita viene a colación para nosotros hacer valoración -sin perder demasiado tiempo en la ociosidad- junto al subtítulo que corresponde a la caracterización que hace el escritor español Arturo Reverte sobre las izquierdas y derechas del mundo (tema en agenda) que en la patria de Bolívar, sostengo, puede fácilmente denominarse caracterización de la clase política del patio, ya que en su descrédito generalizado no discrimina a revolucionarios y adversarios. Pues bien, sirven las citas para la valoración de la próxima charada, y que electoral, del régimen bolivariano, en la que los eternos enanos de la politiquería pretenden esquivar el hecho histórico de la sublevación cívica de los venezolanos el 28J (y es lo que destaca la señora Applebaum de nuestro singular proceso de luchas por la democracia) contra la estructura del delito, corrupción, maldad e ineptitud del modelo revolucionario gobernante. Se trata del mismo guion chavista para que los piratas de la sabana se arrimen en búsqueda de la “mina de oro” que nunca han podido conseguir ni conseguirán. En el caso del estado bolívar son siempre los mismos; no inciden en ese panorama de indefensión y desplome de las ciudades y pueblos de Guayana que hablamos en líneas anteriores. El fetiche de votar o no es la trampa perfecta para animar sus intenciones y ponerle barniz a una ambición que impide la grandeza con el presidente electo Edmundo González, María Corina, pero sobre todo con la gente que construyó su gesta.