martes, 18 febrero 2025
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Orden moral, legal y social

Con claridad expresa que nos permite apuntar al aspecto medular del desafío de salir del pantano al que ha sido convertida la sociedad nacional; la pudrición inducida de sus raíces y valores, derecho y deber de todos, de vencer.

@OttoJansen

Para Venezuela toda noción de normalidad, de regularidad en el funcionamiento de sus áreas, operatividad de centros urbanos y rurales, modernización de ciudades, implementación de políticas públicas, no solo se encuentran extinguidos, sino que esa noción se ha trastocado en un ejercicio demencial, infernal, puede decirse, por la manipulación de la realidad desde de los códigos revolucionarios, cada vez más brutales.

Esto se manifiesta así, a los habitantes, por años; con dificultades superlativas en las que la supervivencia como colectivo ha sido reaccionar masivamente para otorgarse su destino, en el anhelo de derechos y justicia; de volver a los mecanismos democráticos -emanados de la Constitución Bolivariana de la República de Venezuela- y con ello a la senda de la vida institucional que rinda cuentas al mandato soberano. De allí brotó la ebullición popular que nacida con las primarias en el 2023 aún se mantiene, ahora en trance de avistar las herramientas imprescindibles ante la tiranía oficializada con el fraude electoral del 28J. Instrumentos que pasan por asimilar a plenitud (cuestión al que las mayorías no está ajena), que la proporcionalidad de la violencia y de las víctimas que el chavismo ocasiona, tienen que tener respuestas recias. Por eso el último mensaje de María Corina Machado como líder legitimada, enfila con certeza en dictar líneas muy precisas (Decálogo de los siete principios por la libertad), de orientaciones claras en medio de un panorama de oscuridad y zarpazos continuados contra las voces que claman por la verdad. En esta atmósfera de persecución generalizada y de intentos de maniobras en las que el oportunismo pretende llenarse de otras -raquíticas- expresiones de confusión y claudicación tal como lo vemos por estas horas de individualidades de Guayana.

Ahora el cuadro nacional con la desesperación de los venezolanos, tanto dentro como fuera del país, en cuanto a resolución definitiva de la tragedia social, económica y política donde andamos (con la mosca en la sopa de enfrentamientos de grupos guerrilleros y las matanzas en el hermano país de Colombia que han producido en esos pueblos fronterizos los habitantes se vengan a los pueblos colindantes venezolanos), permite comprender la total descomposición de factores, organizaciones y elites criollas, lo que cada vez puede ser peor por sus propósitos particulares de conservar o adquirir bienes y estatus, a cambio de ignorar el sufrimiento colectivo. Pero, igualmente, proyecta razones del verdadero sustento o pegamento de una sociedad moderna y sana, en la que el bienestar de sus ciudadanos sean su principal razón.

La degradación social venezolana

En un ameno y útil ejercicio realizado por columnistas del New York Times, en el año 2022, acerca de sus equivocaciones en los enfoques abordados, a su vez comentado por el periodista José María Carrascal para ABC de España, el periodista, David Brooks razonaba sobre las bondades del Estado y la relevancia del capitalismo. En la crónica del trabajo, Carrascal destaca: “Fue precisamente en el ‘college’ cuando Brook empezó a pensar que la caridad del Estado no era suficiente para conseguir un auténtico progreso. Era necesario bastante más, algo que solo podía llegar movilizando la iniciativa privada y el libre mercado, como estaban haciendo Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en Estados Unidos. Coinciden, además, con su despacho a Moscú, para que informe sobre la Unión Soviética, que ensaya una especie de ‘apertura’ bajo Mijail Gorbachov. El párrafo que le dedica no tiene desperdicio. “Yo vi y no vi la enorme cantidad de corrupción. Vi y no vi que el dinero solo no hace una sociedad decente. El principal problema de todas las sociedades es el orden, un orden moral, legal y social. Me tomo su tiempo darme cuenta que la principal necesidad de Rusia no era la privatización, sino imponer la ley y el orden”.

A la inmensa determinación de cambio, frustrada momentáneamente y con honda rabia de la población por la no juramentación del presidente electo, Edmundo González, se perfila la crudeza de una lucha que no desfallecerá. La voluntad al límite de las fuerzas y al máximo de lo que el organismo social pueda proporcionar, sobrehumano casi, con todo lo que ha pasado en 25 años, queda expuesto en la frase de la líder venezolana: “Los venezolanos tenemos el derecho de reunir toda la fuerza que sea necesaria para hacer cumplir ese mandato del 28 de julio”. Con claridad expresa que nos permite apuntar al aspecto medular del desafío de salir del pantano al que ha sido convertida la sociedad nacional; la pudrición inducida de sus raíces y valores (como el intento de sumisión o el desdén al trabajo productivo), que es derecho y deber de todos, de vencer. Desde este mismo momento de luchas por el respeto a la soberanía, al entrar al proceso de transición y al posterior avance de planes de la transformación de Venezuela. El tejido social que alguna vez fue centro de la “viveza criolla”, una informal y pícara conducta de esquivar responsabilidades o quitarle formalidad y disciplina, es ahora un cáncer doloroso, harto grave y mortal en el que la autoría de su perfeccionamiento es directa responsabilidad del cálculo de dominación del socialismo del siglo XXI. “Alacranes”, “burócratas”, fanáticos, sargentería política, lumpen clientelar, “enchufados”, “colaboracionistas”, integran los productos derivados de la receta cubana, empleada por la revolución bolivariana para prostituir y comprar conciencias. Es un modelo que viene de arriba hacia abajo; desde el nivel central pasando por las gobernaciones, alcaldías, organismos, consejos legislativos, concejales, hasta instalarse en las jefaturas de calles.

Que ningún ciudadano se paralice: el orden moral, legal, social es fundamental en un instante en que la charlatanería reina, sino la sociedad seguirá muriendo, cada vez más.