Voto soberano. Derecho de una sociedad de elegir su propio destino, aún más, cuando la población se propone soluciones determinantes por padecer precarias condiciones de vida y asfixia a sus derechos desde la responsabilidad de un modelo gobernante convertido en tiranía.
Avanza entonces el sentimiento mayoritario hacia la alborada nacional que definirá un proceso político que reta a todos los protagonistas, impulsado por la población ávida de justicia -tal como las masivas movilizaciones en los pueblos y ciudades lo indican- con una claridad y firmeza sin igual. La discusión en estos momentos apenas a una semana de la realización de las elecciones presidenciales del 28 de julio es si existe o no esa posibilidad de cambio y la fuerza cívica para defenderlo. Voces del pragmatismo y de la sofisticación del análisis al igual que voceros de la maniobra colaboracionista coinciden en minimizar el impacto social mostrando permanentemente supuestas aristas a la contundencia de eventos en apoyo al candidato Edmundo González y al liderazgo surgido de la voluntad del país, en María Corina Machado. Al sentimiento de cambio y de justicia nutrido del hartazgo mayúsculo ante el desbordamiento de la corrupción, ineficiencia e indolencia en la gestión pública se antepone la conseja que pretende ignorar e inexplicablemente convertir en etéreo el grito de justicia que no disimula su irritación. Reclamo en intención del voto masivo, de saber cuidar la jornada, no dejarse arrastrar a las trampas y las provocaciones del régimen (muchas y de graves consecuencias con la judicialización y el uso de organismos públicos), persiguiendo el apoyo enorme al mensaje de libertad y democracia. Todo empeño de los electores se ha dirigido a la tarea colectiva de erradicar la violencia gubernamental. Lo que sucede es perturbador: esos “profetas del desaliento” como les calificó la Iglesia Católica se muestran indiferentes a los signos que proyectan el tsunami de la decisión venezolana, imposible de no sentir en nuestra propia casa.
Para quienes están afuera del país, restringida la capacidad de seguirle el ritmo a la cruzada libertaria debido a la dura tarea de la subsistencia puede entenderse que no tengan noción del tamaño del aluvión transformador en la patria lejana. Si se recurre a las autoridades de las naciones hermanas para tener una idea de las expectativas de la comunidad internacional, comprobamos que no existen (salvo pocas excepciones), perspectivas mayores con el caso de Venezuela. No es que no las tengan, sean buenas o malas. Sencillamente ante los intereses directos, presionados los gobiernos por sus realidades internas, se dedican en el presente a fomentar medidas administrativas como eje principal de su política exterior, para no ser afectados -según prevén- en los escenarios de sus dominios.
La narrativa de la inmigración venezolana en Latinoamérica, por lo tanto, se ha hecho ya hace ratos incómoda. No sirven los enfoques de las naciones para tener otras referencias del acontecer en nuestro país. No hay evaluación que permita seguir el paso al deseo de cambio que para la mayoría de los venezolanos comienza -ojalá sin traumas- a partir del 28J. Si ocurren, ocurrirán. Si no, ya las medidas están tomadas; parece ser el cálculo de los gobiernos vecinos.
Canción mansa para un pueblo bravo
El proceso electoral lleno de numerosas agresiones diarias no han servido para frenar el deseo de salir de los revolucionarios con sus delirios y delitos. Un caballo confiscado, camiones de sonidos secuestrados. Ciudadanos que han prestado servicios o sus hogares, perseguidos en cada rincón (a Santa Elena de Uairén llegó campante estos días esa política tributaria), intentando “castigar” el sentimiento de un país. Intentando desaparecer las demostraciones de alegría al liderazgo que representa a la sociedad.
Ha destacado, entre tantas otras, la detención de un joven artista tachirense por haber compuesto las canciones que circulan por las redes, izando la armonía que repite lo que es voz de pueblo: Edmundo para todo el mundo. Que diría el fallecido camarada Alí Primera que cantaba con tranquilidad en los mítines públicos de la izquierda de los años 70. ¿Será que alguno de esos funcionarios enriquecidos de la revolución bolivariana habrá escuchado la canción Mansa para un pueblo bravo? Melodía, del cantor falconiano, cuyo título de espíritu libertario regresó, con otras letras, en este 2024; seguramente no. Los fanáticos y aduladores han quedado decapitados para entender que esa canción cuestionó, como la paradoja de estos días lo exhibe, a las cúpulas podridas ahora trastocadas en socialistas. Que elogió al pueblo del coraje, el mismo que en este momento se distancia de quienes creen que el país les pertenece. Ya no hay violencia que impida el poder del voto.
Trocitos…
– Me informan del fallecimiento de la apreciada Nidia Rivas, esposa de mi gran amigo, profesor Edgar Sarabia, en la actualidad director general del partido Vente Venezuela en el municipio Angostura del Orinoco. Que el Señor la reciba en su gloria. A Edgar y toda esa maravillosa familia el más fuerte de los abrazos.
– ¿Capacidad de incidir a intención del voto, las últimas detencionesa dirigentes que acompañan a Machado o a Edmundo González? ¿Intento de desequilibrar la fuerte convocatoria de María Corina con acciones de vandalismo y atentado a su vida? En Guayana la gente observa. En los encuentros informales ninguna reacción muestra esta opción.