jueves, 25 abril 2024
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Metastásica hegemonía

La hegemonía comunicacional es una agresiva metástasis que ha corroído -hasta los tuétanos- el sistema medial venezolano. Queda muy poco de aquella cantidad de medios impresos. | Foto Clavel Rangel

La hegemonía comunicacional es una agresiva metástasis que ha corroído -hasta los tuétanos- el sistema medial venezolano. Queda muy poco de aquella cantidad de medios impresos, distribuidos en toda la geografía nacional. Todos los estados contaban con uno o varios periódicos, y cada lector tenía sus preferencias para informarse y para conocer las opiniones de sus columnistas favoritos. Información y opinión eran los insumos para las tertulias en las plazas o mientras se compartía el café de la mañana con los amigos de siempre. Hoy son recuerdos que alimentan la nostalgia de quienes viven confinados. Atenazados por el temor a un letal enemigo invisible que circula por el aire, tampoco tienen el aliciente del periódico que solía acompañar soledades añosas, abandonos familiares, ausencias definitivas y dolorosos duelos.

La hegemonía comunicacional es una patología oncológica del socialismo del siglo XXI, que también carcomió una poderosa red de medios radiales, que transitaban por las ondas hertzianas e hicieron familiar las voces que informaban de manera inmediata lo que ocurría en lo local, regional, nacional e internacional. Una variada programación le ofrecía a la audiencia música para todos los gustos, temáticas que ampliaban horizontes, programas con una diversidad de emisores y contenidos, que los receptores podían escuchar en el día y en la noche. Cambiaban de dial en función de gustos y preferencias: sólo con poder escuchar. Cuánta gente se hizo autodidacta escuchando la radiodifusión venezolana, que se inició en 1926, en plena dictadura gomecista. Por cierto, fue Eleazar López Contreras quien anunció la muerte de Juan Vicente Gómez el 19 de diciembre a las 6:00 pm. Se convirtió así en el primer presidente a quienes los venezolanos escucharon a través de la radio.

Al principio las emisoras en amplitud modulada llegaron a casi todo el territorio nacional con sus poderosas antenas. Los locutores fueron verdaderas estrellas -con sus voces graves y buena dicción- que narraban los noticieros matinales, de mediodía y vespertinos. El deporte -el béisbol, la hípica y el boxeo- tuvo en la radiodifusión su instrumento esencial de difusión, que sembró en el imaginario colectivo la afición y el fanatismo por estas variantes de la recreación. Convertidas en estos tiempos en verdaderas religiones, con sus santuarios y deidades.

La frecuencia modulada trajo una mayor democratización del espectro radial, lo que permitió que las capitales de estado y en los municipios contaran con una creciente y muy sólida radiodifusión. Sólo como ejemplo en el municipio Caroní -el más pequeño del estado Bolívar- llegaron a contarse unas 22 emisoras: seis en AM y 16 en FM. Es oportuno recordar que la Corporación Venezolana de Guayana consideraba a la radiodifusión como un instrumento esencial de desarrollo, por lo que se asesoró con organismos como la Unesco y el Ininco de la UCV.

En pleno período finisecular la irrupción de las emisoras en FM no se detuvo, pero las que trasmitían en amplitud modulada fueron desapareciendo del dial. Los radiodifusores adoptaron las nuevas tecnologías, los formatos cambiaron y los contenidos se ajustaron a esta nueva forma de hacer radio. Un aire fresco circuló por los estudios y los oyentes acostumbraron su oído a las nuevas voces, que comentaban, musicalizaban y desplegaban su gracia y sentido del humor en cada aparición.

El siglo XXI llegó cargado de rojos y malos presagios para el sector de las comunicaciones. La jauría enseñó los dientes desde que pisó el poder, y antes de las nacionalizaciones, expropiaciones y sacudidas a Pdvsa con el despido de más de 20 mil trabajadores, la hoz y el martillo segaban y machacaban a los medios de comunicación social. El modelo castrista imponía, además del partido único, la existencia de un solo medio impreso, como el Granma en Cuba, un circuito radial del Estado y una televisora oficial.

No pudieron hacerlo de un solo mazazo -Conatel y TSJ mediante- pero todos los días se escucha el estruendo que da cuenta de la caída de un medio radial o de un impreso. En estos días de pandemia se reactivó el capricho de Cabello contra El Nacional, por unos presuntos daños contra una moral de la que él carece. Lo que está claro es que quiere apropiarse de este diario con la complicidad de un espurio TSJ. Estábamos digiriendo lo de El Nacional cuando es Radio Rumbos la que cae en esa patología metastásica llamada hegemonía comunicacional, que corrompe, enferma y destruye todo lo que toca.

Agridulces   

A la UDO -desmantelada y saqueada en todas sus sedes- ahora le quieren imponer un protector. Es la genial idea del gobernador de Sucre para sacar del rectorado a la doctora Milena Bravo. Estos socialcomunistas no se cansan de violar la autonomía universitaria.

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