viernes, 13 junio 2025
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Megalomanía y poder

El cronograma para los comicios ya superó la etapa de la inscripción de candidatos, pero Evo es Evo y seguirá insistiendo. En Bolivia está inhabilitado, enjuiciado y tiene orden de captura por trata agravada de personas y otros delitos.

El poder tiene una tracción múltiple, que despierta y dota de una fuerza descomunal al enorme animal que ciertos humanos llevan en su interior. Esa fuerza que emerge de las entrañas los hace sentir invulnerables. Como Zeus enfrentándose a todo y a todos para mantener su hegemonía absoluta en el Olimpo. Son insustituibles, únicos, inigualables: con una sangre que la naturaleza no repitió en otros, unos músculos y unos huesos que los equipan con una armadura inexpugnable. Pero lo que no tiene parangón es su fenoménica personalidad: con su egolatría, arrogancia, narcisismo, megalomanía, soberbia y una ambición que no conoce límites. Su codicia y avidez jamás es saciada.

Aquello es solo un aspecto de estas personalidades que suelen ser caviar con champaña para psiquiatras y especialistas afines. Pero hoy me quiero referir a Evo Morales, cuyas particularidades lo convierten en un fenómeno digno de estudio. Nació en el altiplano sur de Bolivia en un villorrio llamado Orinoca. Allí Morales erigió su propio museo, donde exhibe una estatua suya de tamaño natural. Las paredes están tapizadas con una galería de fotos del niño pastor que fue, del recluta, del músico de banda, del líder de los cocaleros, del diputado. Sin olvidar los daguerrotipos con su adorado Fidel, y con los rectores de las 44 universidades del mundo que le concedieron doctorados honoris causa. Una orgía académica que honra la megalomanía, la ignorancia, la corrupción y el abuso de poder. Pepe Mujica, por cierto, sólo recibió diez doctorados.

Un nombre rimbombante: “Museo de la Revolución Democrática y Cultural de Orinoca”. Edificado en un pueblo de menos de mil habitantes, con callejuelas polvorientas y casas de adobe sin agua potable ni alcantarillas. En 14 años se desarrolló, -en formato gigantografía- el ego de Evo. Tan grande, como para erigir su propio museo para honrarse a sí mismo, con el consabido culto estalinista a su persona.

Para semejante ego no era suficiente un palacio presidencial como El Quemado, pues hasta el nombre le resultaba inadecuado para albergar tanto su impoluto cuerpo, como su soberbio e inconmensurable amor propio. Por eso no dudó en mandarse a construir “La Casa Grande del Pueblo”, ubicada de espaldas al Quemado. Un palacio de 29 pisos -que rompió con la estética patrimonial del viejo casco histórico de La Paz- con helipuerto, 3 sótanos, 7 ascensores de última generación y uno para su uso exclusivo.

La suite presidencial es de ensueño con sus 1.068 metros cuadrados, paredes de mármol, sala de masajes, gimnasio, jacuzzi, y una mullida y burguesa cama de 3 metros. Todo pergeñado “para desmontar del imaginario colectivo al país construido por la elite local expoliadora de la riqueza”. ¡Qué manera tan capitalista-hedonista de extirpar imaginarios!

En su fulgurante carrera hacia el olimpo de las deidades de la izquierda caviar, Evo también fue candidato al Nobel de la Paz. Su presidencia empezó en 2006 y, ya en 2007, la gestora comunista hizo un costoso lobby para engordar el listado de sus premiados por Oslo. Una codiciada distinción en tiempos de tanta violencia. Pero no pudo ser el Rigoberta Menchú, ni el Juan Manuel Santos de Bolivia. Me parece que perdió el autobús del Nobel.

Lo que también parece haber perdido es la posibilidad de volver a la suite que mandó a construir a su medida. Para lo cual debe ser presidente, pero la Pachamama como que le dio la espalda. Por ahora, todos sus intentos han sido infructuosos. Ha movilizado a varias etnias bolivianas, a los cocaleros, al Foro de Sao Paulo, al Grupo de Puebla, a los camaradas de todas las naciones del mundo mundial, pero no ha podido inscribir su candidatura. Terco, tozudo y contumaz no da su brazo a torcer. Pues él no concibe que su cara no aparezca en el tarjetón, ni en la propaganda que tapice todas las paredes bolivianas.

El cronograma para los comicios ya superó la etapa de la inscripción de candidatos, pero Evo es Evo y seguirá insistiendo. En Bolivia está inhabilitado, enjuiciado y tiene orden de captura por trata agravada de personas y otros delitos. También en Argentina se han activado los tribunales para enjuiciarlo por abuso de menores, trata de personas y crímenes de lesa humanidad. Nada que le quite el sueño a Evo, ni a sus fanáticos e irreductibles feligreses, quienes desafiantes, exhiben en sus pancartas que: “Sin Evo no hay elecciones”. Veremos qué ocurre el venidero 17 de agosto.

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