domingo, 26 enero 2025
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María Corina y el arte de templarse

María Corina entendió cuán primitiva y feroz era la jauría a la que se enfrentaba. Estaba clara que los del régimen no eran políticos tradicionales y mucho menos demócratas. Tal y como ocurre hoy en día, usan las reglas de la democracia como fachada, engañan, compran y en definitiva, no tienen palabra.

Desde el inicio de esta pesadilla, María Corina Machado entró en la esfera política con no pocos apoyos, algunos de ellos sólidos y memorables. En el ambiente controvertido de los líderes de oposición, no era bienvenida una mujer dentro de la álgida competencia. Era percibida como indomable, un adjetivo que supone que alguien, es decir, una mujer, deba ser domable. Era percibida como estricta, terca, anti política por su desdén hacia los partidos. Aun cuando era cofundadora de Súmate, una experiencia que varios años después le permitió la hazaña de evidenciar los resultados del pasado 28J, su actitud hacia el voto no era muy distinta a la del resto de la población. Su postura reflejaba nuestro saco venezolano de dudas y traumas históricos, pero también de acariciados anhelos. Queda claro que en esos primeros días la oposición intentaba remediar el desastre que se veía venir. A causa del ruido revolucionario y su lenguaje abrasivo, existía un panorama turbio. Entre los opositores crecían las diferencias, la confusión, las traiciones, relativismos morales, pragmatismos insostenibles, rivalidades y la sempiterna angustia de hallar el camino hacia la victoria. Ahora bien, ¿en qué se ha diferenciado ella de los demás desde el principio?

María Corina entendió cuán primitiva y feroz era la jauría a la que se enfrentaba. Estaba clara que los del régimen no eran políticos tradicionales y mucho menos demócratas. Tal y como ocurre hoy en día, usan las reglas de la democracia como fachada, engañan, compran y en definitiva, no tienen palabra. Y la palabra no es cualquier cosa: es la moneda, el medio de cambio en cualquier negociación. No es de extrañar que ella se negara a ceder el paso y morder cualquier anzuelo. Ante su negativa de sentarse a dialogar sin garantías, ella mostraba cuán trancado estaba el juego, una realidad insoportable en sí misma. Hay que tener hígado para asumir una postura semejante y más aun cuando no estaban del todo claras las opciones.

De las distintas decisiones que uno ha tomado en la vida, uno se ha equivocado, sea por no escuchar los consejos de los demás o, por lo contrario, por no seguir la voz interior. Hay circunstancias en cada oportunidad, y hay presiones. Mientras unas invitan a seguir la posible sabiduría de la manada, otras suponen que no seguir los consensos significa quedar como “tercos”. Ceder por ceder o por complacer no tiene sentido. Reconocer la dura verdad para sólo dedicarse a la queja o al silencio pasivo es rodar en una espiral. El caso de la líder de la oposición es que ella es una mujer de acción, de buscar estrategias, rutas y puentes hasta encontrar la puerta de unir a la oposición. Tomó temple el reconocer a aquellos compañeros que tenían ideas similares a ella y de quienes podía aprender y hacer equipo.

Cuando uno de los asedios a la Embajada de Argentina, desde una ventana Magalli Meda le recordó a los manifestantes “Esta lucha es de todos. No dejen sola a María Corina”. Sí sabe cuánto hay que recordarle a la gente la importancia de mantenerse firme, no caer en ninguna jugada y reconocer el tesón y la trayectoria de esta mujer cuyo timón han sido sus valores y su visión para reconocer el mal.

Estar o no estar cerca del poder

Cuando al actor James McAvoy le preguntaron sobre su interpretación del Dr. Nicholas Garrigan en El último Rey de Escocia (2006), él respondió que no había actuado. Argumentó que Forest Whitaker lo había asustado tanto en su papel de Idi Amín que su quiebre había sido real, no actuado. No fue ni exageración ni falsa modestia. Uno de los misterios de la actuación es la de extraer el personaje desde la experiencia y la psique. En alguna caverna de la mente de Whitaker yacía el rencor carbonizado y el actor lo recreó descarnadamente. Whitaker, un feo de mirada y sonrisa dulces, transformó la asimetría de sus ojos para crear un villano impecable.

Para estar cerca del mal en política se requiere algo más que unos cursos de autodefensa como el kárate y jiujitsu. Tampoco se enseña, se aprende o no se aprende. Sin embargo, ha sido el teatro el que ha mostrado los aprietos psicológicos del trance. Desde los griegos hasta Shakespeare se ha reproducido el quiebre referido por McAvoy. Se trata de un sacrificio donde el sufrimiento o la muerte son simbólicas, pero se internan de manera viva en la mente del espectador.

Algún día discutiré sobre los dramas históricos de William Shakespeare y su papel en la cultura política desde la Inglaterra isabelina.

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