Las personas no deberían extraviar la perspectiva de sus logros sobrevenidos en áreas producto de circunstancias ajenas a su voluntad.
En materia electoral cercana es impensable en sano juicio que el candidato de la oposición unitaria pueda no obtener los votos mayoritarios de todos los venezolanos conscientes que han analizado desapasionadamente la plaga que nos ha caído durante un cuarto de siglo. El representante legal de la nación antagónica y en desacuerdo absoluto con el régimen destructor es un candidato aparentemente serio y de trayectoria pública irreprochable en el ámbito de sus actividades. No por esto se debe ignorar que su salto a la posición actual se debe a todos los políticos y agrupaciones apoyantes de su futuro transicional. Tampoco se debe soslayar que su figura surgió a la palestra presidenciable por obra de la líder indiscutible y oposicionista por excelencia al oficialismo. Y ella adquirió ese honor por la voluntad expresada por casi la totalidad del país que le dio un voto de confianza carente de cualquier duda. Sin pretender agraviar, es necesario dejar en claro que el endoso de la ganadora del pasado octubre no se puede ni debe rehuir bajo ningún motivo, sea en privado o ante audiencia amplia, ya que reconocer méritos enaltece al otorgante y ensalza al destinatario. El motor de todo el aparataje montado para enfrentar al enemigo-adversario está atrás, como en algunos carros.
Es realista pensar en las presiones y tentaciones circundantes de hoy y mañana a las que está sometido el ungido; mucho más cuando acceda a los votos que lo encargarán de la presidencia. Asunto no ajeno a lo humano; mayormente en política. Es de esperarse que la dignidad y entereza se mantengan incólumes ante cualquier manipulación de intereses bastardos.
Dicho lo anterior, es indispensable resaltar la necesidad del concurso global de cada venezolano en cada rincón de la república para extirpar el tumor político-ideológico que nos aqueja intemporalmente. El voto de todos los saturados de tanto embuste, daño, destrucción, persecución, luto, abuso y burla reiterada durante años al pueblo y el saqueo grosero de los dineros públicos, de los recursos naturales, de las empresas expropiadas o simplemente desmanteladas por desidia aviesa o perversión negligente, es totalmente aceptable en contra de este régimen autoritario encabezado por el ilegítimo cucuteño. Se debe entender que la oposición política es insuficiente y por tanto se debe contar con el concurso del pueblo en masa que salga a demostrar su descontento y hartazgo cuando toque votar; y con la voluntad reflejada en esa manifestación dejar claramente sentada la salida de este gobierno lesivo a la nación.
Nadie pone en entredicho el hecho palpable diario de la emoción que se siente por la cercanía de la caída de los oficialistas; ya casi no hay paciencia aguantadora hasta el cierre de julio cuando se materialice el fin de la época comunista socialista vernácula. La gente se alegra tanto que las torpezas del lastimoso Ejecutivo no hacen mella en la actitud del pueblo. Los infantilismos caprichosos, las malcriadeces y necedades exhibidas cerrando hoteles, comederos, y confiscando canoas, además de ridiculizarlos, los evidencia más inútiles y fracasados al no saberse defender sino con malas artes apoyada en los organismos a su servicio exclusivo. Es deseable que las bufonadas anteriores no pasen a mayores y las ocurrencias se limiten a incidentes tímidos sin caer en gravedades de acciones que podrían causar respuestas nacionales en sectores bastante apabullados indispuestos a seguirlos en desmanes distanciados de la civilidad democrática o enfrentando al pueblo frontalmente. El concierto internacional tampoco estaría ganado para darles respaldo o aprobación.
Estos ejercicios patéticos actuales son pálidos en comparación con aquellos que producirían antes de entregar el poder a los seis meses de recibir la paliza. Realmente, una vez recibido el despido popular pueden causar mucha inquietud y preocupación en ese lapso citado, habida cuenta del control sobre el poder legislativo, el judicial y un sinnúmero de gobernaciones y alcaldías. Innecesario es hacer una lista de posibles atropellos y extralimitaciones del poder detentado mientras no suceda la ansiada transmisión de mando a la oposición victoriosa. En definitiva, con toda seguridad los gobernantes perderán en las urnas, pero la entrega de la administración ejecutiva debe suceder meses después. ¿Y en el ínterin?
La situación es complicada luego de las elecciones; eso sin añadir las especulaciones y pronósticos de toda índole anteriores a las mismas.
Amanecerá y veremos.