Hay que ver lo que la riqueza proveniente del narcotráfico puede comprar. Hasta los caprichos más extravagantes, rocambolescos, estrafalarios y exóticos se materializan para satisfacer al dueño de incalculables millones de billetes del imperio: los únicos que baten el cobre en los crisoles de la opulencia tercermundista. Existen antojos más o menos patológicos como los de otros acumuladores compulsivos -Imelda Marcos, por ejemplo- coleccionista de zapatos de las más costosas marcas. Por el precio de media docena de su ostentoso calzado, todavía, se le puede dar de comer a varias familias filipinas. Pero eso es irrelevante frente a la urgencia de comprar algo que, seguramente, jamás usaría en sus pies, pero que adornan los cientos de armarios que la señora madre del actual presidente de Filipinas posee en su país natal.
Para gente como ella es cuestión de prioridad, pues el hambre del pueblo siempre puede esperar y es menos importante que su obsesión irrefrenable por aquellos objetos. Hay otros que coleccionan ferraris, lamborghinis, bugatis, o relojes de la más alta gama, obras de arte, aviones o yates. Todo es cuestión de contar con barriles sin fondo de dólares, para darse los gustos que les pida el cuerpo, por más estrafalarios que sean.
A un tipo como Pablo Escobar Gaviria le provocaron los hipopótamos que vio en África, y compró a traficantes de especies exóticas -sus colegas- unos cachorros. Para ser más exactos un macho y tres hembras, vale decir un pequeño harem para sus paquidermos preferidos. Acarreados a Colombia, departamento de Antioquia, municipio Puerto Triunfo, donde les diseñó un hábitat a su medida, en los infinitos territorios de la hacienda Nápoles, propiedad de un delincuente más conocido que el mafioso Al Capone. Tanto que las series más vistas en el planeta tienen a Escobar como personaje. Quien muerto y enterrado le disputa la popularidad a su coterráneo Gabriel García Márquez.
Hace 40 años cuando el narcotraficante se encaprichó con estos mamíferos de media tonelada no hubo ningún obstáculo -legal, militar o ambiental- que se lo impidiera. Pablo Escobar les construyó su lago para que disfrutaran durante el día, y les hizo sembrar todo lo que necesitaran para pastar en horas de la noche, cuando estos herbívoros suelen alimentarse. Porque a pesar de su ferocidad, dotados con unos colmillos de 50 centímetros de largo, los hipopótamos sólo comen gramita verde. En jerga ecológica son veganos de la más estricta observancia.
No son carnívoros, pero matan. Son más agresivos que una leona recién parida, que un cocodrilo, que una manada de hienas y que el propio rey león. De suyo, provocan el mayor número de muertes en humanos que cualquier otro animal en África. Son muy territoriales y acaparan la mayor cantidad de espacio vital en el agua, también en la costa que hayan hecho suya para estar con su familia. Son los más feroces y despiadados vecinos, porque consideran una amenaza al resto de las especies. Los gorditos no creen ni en los amigos ni en la convivencia pacífica.
Visto lo visto no es exagerado inferir que Pablo Escobar encontró bastante afinidad con los hipopótamos. Se convirtieron en un símbolo de su ilimitado poder, sin nadie que les llegara a los tobillos cuando se trataba de hacer exactamente lo que les diera su realísima gana. Todos le temían y ni los paquidermos ni Escobar tenían depredadores que se atrevieran a retarlos.
Los imprudentes, osados, intrépidos y temerarios que intentaron desafiar al poderoso Escobar fueron dados de baja sin medida ni clemencia, y se cuentan por miles. Sus cadáveres se acumularon en fosas clandestinas, ubicadas en sus patiaderos. Territorios dominados por él, por ser el chivo que más miccionaba. Con este desalmado narcotraficante las relaciones eran de amo-esclavos.
Escobar dejó en cada hipopótamo un regalito y un recuerdo difícil de borrar. Hoy Colombia es el lugar con la mayor población de estos paquidermos, fuera del continente africano. Son una especie invasora que se ha reproducido sin control, al vivir en un clima adecuado, alimentos durante todo el año, sin competidores por el espacio y ningún depredador a la vista. Un verdadero paraíso hipopotámico, que cada día es más ancho, cómodo y espacioso. Sin duda el más soñado de los hábitats, que el gran capo de la droga les dejó como herencia a estas intimidantes bestias, afines a él en ferocidad, violencia y peligrosidad.
Agridulces
El zurdaje celebra, revolucionariamente, el día de la mujer. Daniel Ortega clausuró la Asociación de la Mujer y el castrocomunismo prohibió la marcha en Cuba. ¡Estos tiranos siempre dando clases magistrales en materia de igualdad, equidad y dignidad!