En tanto que nosotros mantenemos una diatriba inútil acerca de la paciencia de Job esgrimida por algunos y la desesperación del que se está ahogando sin remedio, por otros, los rusos inescrupulosos y descarados inveterados hacen de las suyas como siempre para retar el aguante de los norteamericanos y molestarlos incesantemente por cualquier circunstancia y en cualquier parte del globo.
En el fondo demuestran que padecen de un gran conflicto emocional que conlleva un complejo de superioridad que deben anteponer constantemente para no mostrar realmente su inferioridad. El complejo que ostenta esa gente es equiparable a los de la pandilla que tenemos aquí, colgada de una brocha y sin calzones; tan insegura e inepta que ni siquiera logran comprender la situación meridiana que se les avecina. Son bravucones, desafiantes, desvergonzados, irrespetuosos, embusteros y ladinos al igual que sus semejantes: los rusos.
Políticamente los rusos son mentirosos y deshonestos cuando explican sus motivos para meterse donde no tienen cabida, y se sabe por experiencia que sus intenciones son mayormente ímprobas y enfermizas, y fundamentalmente se basan en pulsear la paciencia de la gran potencia del norte que les lleva la delantera en todos los aspectos importantes de un país desarrollado. Lo único grande que tienen los rusos es su territorio, porque de resto están atrasados en todo lo imaginable.
Aparte del interés en cobrar sus acreencias a estos fantoches del gobierno que hipotecaron las riquezas venezolanas a cambio de dinero recibido para su propio beneficio y sus gastos diarios, esa gente no tiene ninguna clase de razón para estar metida en una región tan alejada de las estepas y de su área de influencia. Ni siquiera por el petróleo y otros minerales.
Son expansionistas ideológicos que quieren probar su importancia de poca monta para nuestro hemisferio. Siguen resollando por la herida por su fracaso estruendoso después de setenta años de mantener una fantasía llamada Unión Soviética sostenida a punta de terror gubernamental y miseria social. La relevancia de las naciones satélites forzadas a mantenerse unidas a una utopía de mentes torcidas era muy escasa en materia de progreso social, económico y político. Algunas descollaban por ser centros de espionaje, de intriga y actividades improductivas; o de fuentes de desestabilización y sabotaje al mundo occidental y sus logros; pero en aportes reales al avance de la civilización fueron nulos colectivamente en los países detrás de la Cortina de Hierro. Así lo bautizaron en el planeta. ¿Por qué sería? La única forma de mantenerlos dentro de ese corral doctrinal fue mediante el más absoluto totalitarismo medieval y un férreo control sobre las libertades ciudadanas, sociales, monetarias, financieras, comerciales, productivas, religiosas, y no pare de contar, todas las cuales de por sí no existían ni siquiera en los sueños más optimistas de los pueblos subyugados.
Del zarismo, que evidentemente tuvo grandes desaciertos y retrasos, ese pueblo pasó de ser siervos de la gleba a esclavos de-mentes como Stalin; y saltaron al bolcheviquismo que fue tan malo o mucho peor que el antecedente a la Revolución de Octubre. Con el agravante, que los participantes de esa revolución engañaban con impune e insana desvergüenza al pueblo que pregonaban representar. ¿Coincidencias simplemente o planificación de destrucción a largo plazo? Lo que se hereda no se hurta; y la capa gobernante de los rusos no se ha corregido en su ambición de someter al mundo a sus designios poco gratos y a la penetración orquestada en rincones recónditos de la floreciente civilización de los europeos, norteamericanos, e inclusive nuestra región hispano y lusoparlante, aun con sus evidentes rezagos.
Los rusos miden la tolerancia y el aguante del gigante americano con precisión milimétrica y estiran y encogen de acuerdo a cómo se vaya presentando el panorama. Por eso evitarán despertar con sus ronquidos la vena belicista de USA.
La vieja táctica del salchichón es puesta a prueba en su eficacia para establecer los parámetros de la contienda que inician. Esa es la acostumbrada táctica comunista de rebanar poco a poco y no de un solo tajo, lo cual puede producir protestas violentas. Cortan de a pedacitos insignificantes para que no importe tanto el hecho; si el dueño del salame es permisivo y no reacciona a tiempo contra el inocente abuso se quedará sorprendido y solamente con el cordelito del final en la mano.
Esa gente se lo pensará varias veces antes de meterse en un berenjenal de cualquier clase con la potencia del mundo. Y desde tan lejos que están, mucho menos. En el sur siempre le hemos tenido ojeriza política a los norteños, pero estoy seguro con quién nos cuadraríamos de ser necesario. En Europa recuerdan que la cosa cambió para Hitler cuando los americanos entraron en la guerra acicateados por el ataque a Pearl Harbor.