jueves, 10 julio 2025
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Los 64 de Ciudad Guayana

Ciudad Guayana fue una ciudad industrial, concebida como un polo de desarrollo. Ambas categorías responden a un modelo urbano y económico, que avanzó con fuerza hasta los primeros años del siglo XXI.

Sesenta y cuatro años en la historia de una ciudad es equivalente a ese período de tiempo que va de la concepción a los primeros minutos de la gestación. Muy poco para un desarrollo pleno, y para que se conciba como un conglomerado humano con vocación de arraigo y perdurabilidad. Para permanecer y trascender se requiere mucho más que el trabajo de prospectivistas y futurólogos, que dicen ver más allá del presente de indicativo. Ese en el que se diseñan urbes en planos -que pueden llegar a materializarse- pero que están sujetas a muchos imponderables que surgen de acciones, maniobras, decisiones, maquinaciones y ejecuciones que se toman desde los centros de poder.

El factor tiempo es fundamental para erigir y consolidar una ciudad tan importante como el espacio en el que se levantan. En este sentido, puede hablarse de la universalidad en la experiencia urbana, pese a las inconmensurables diferencias humanas, climáticas y geográficas. Así ha sido siempre, muchísimo antes de la comunicación instantánea, las redes sociales y la facilidad en el transporte. Aunque estos avances le dieron una mayor visibilidad a aspectos comunes entre ciudades. Fernán Braudel, el gran historiador francés, lo resumió con estas palabras: “Una ciudad es siempre una ciudad, se halle donde se halle ubicada en el tiempo y en el espacio”.

A manera de ejemplo vale recordar al soldado Bernal Díaz del Castillo -uno de los grandes cronistas de Indias- quien en el siglo XVI registró su testimonio sobre Tenochtitlan. Allí dio a conocer su gran asombro en torno al concepto urbano que apreció en la mencionada ciudad mexicana. Gracias a la crónica de Bernal, quedaron para la historia una serie de rasgos que también se encontraban en urbes del viejo continente, como Sevilla, Amberes o Constantinopla. Algunos de los elementos comunes entre ciudades tan distantes, pueden sintetizarse en el carácter sagrado de su emplazamiento -seguro y bien defendido- para propiciar una intensa vida urbana en los mercados.

Joel Kotkin afirma que, desde sus más remotos orígenes, las áreas urbanas han desempeñado tres funciones críticas distintas: crear un espacio sagrado, proporcionar una seguridad básica y albergar un mercado comercial. Advierte este estudioso, “que la debilidad patente de estos tres grandes aspectos urbanos ha socavado la vida de la ciudad y la ha llevado a su eventual declive”. También apunta que, en las ciudades dispersas de países como el nuestro, la falta de una economía operativa y de un orden político estable constituyen problemas verdaderamente acuciantes, porque la ciudad crece sin el necesario incremento de prosperidad y poder.

En este siglo urbano -el primero en el que la mayoría de la población mundial vive en ciudades- los habitantes de Ciudad Guayana somos dolientes testigos del acelerado proceso de decadencia de lo que otrora fue una metrópoli. Palabra de origen griego que se refiere a ciudad principal, cabeza de la provincia o Estado. En efecto, fue principalísima por todo lo que representó para la modernización del país desde mediados del siglo XX.

Ciudad Guayana -como Mesopotamia bañada por los ríos Éufrates y Tigris- está enclavada entre el Orinoco y el Caroní. Ubicación privilegiada, a lo que debe añadirse que en el subsuelo del estado Bolívar se alberga la casi totalidad de las reservas mineras de la nación en oro, diamantes, bauxita, hierro, coltán, etc. También cuenta con el 80% de los recursos hídricos y el 71% de las reservas forestales. Abundancia exuberante para abrirle las agallas a aventureros, acumuladores compulsivos, codiciosos y avarientos. Esa fauna depredadora que escupe zurdas narrativas ecolojetas, en medio de la miseria, el caos, la ruina y la devastación.   

Ciudad Guayana fue una ciudad industrial, concebida como un polo de desarrollo. Ambas categorías responden a un modelo urbano y económico, que avanzó con fuerza hasta los primeros años del siglo XXI. Se hizo ciudad. Porque se entendía -y aquí parafraseo a Kotkin- que la más grande creación de la humanidad han sido sus ciudades. Ellas representan la obra definitiva de nuestra imaginación como especie, que testimonian nuestra capacidad para reconceptualizar entornos naturales de manera profunda y duradera. De suyo son los lugares que han generado la mayor parte del arte, la religión, la cultura, el comercio y la tecnología.

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