lunes, 13 enero 2025
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Lodazal de la post verdad pasea por la Guayana profunda

Sin embargo la realidad estructural de Venezuela tiene rasgos distintos en el momento actual. Demasiadas carencias se mueven al abismo sin fin de la oscurana de obstáculos llevando consigo un grito feroz y desgarrador.

@OttoJansen

El militar, un oficial de mediano rango seguramente, imparte las órdenes al grupo de pobladores que lo circunda en el propio sitio de la mina de la tragedia en el Alto Paragua, reserva forestal del estado Bolívar, Venezuela. Con la voz característica de la rutina de los comandos induce a realizar el video que servirá de base a la narrativa revolucionaria de control de la situación y explicar los daños manejables, con dolor aceptable y, por supuesto, el deber de continuar en la faena por la patria de Chávez.

De por si la escena del material que muestra la descripción, subido profusamente a las redes sociales, da pie a conclusiones varias y aun todavía a más preguntas en la situación que ratifica que pase lo que pase la revolución debe continuar sin detenerse en algunos “imponderables” de la gente. Ahora esa “producción” mediática con apoyo de los vasos comunicantes en que fungen la mayoría de los medios locales y nacionales,  que quedan en el país, a los efectos de la post verdad no es para nada novedoso en el discurso oficial al que la población le sonríe con ironía. Quizás impacta comprobar cómo la estructura del régimen se moviliza en helicópteros para empujar sus versiones de hechos lacerantes y no tiene de la misma manera sensibilidad ante las terribles adversidades de la gente. Tal vez sea eso, porque con el sufrimiento de los guayaneses, en este caso, se pinta otra raya más en la epidermis de su existencia en revolución. A alguien le leí que el hecho de la mina Bulla Loca le recordaba el episodio cuando el general Rangel Gómez, para el momento gobernador, negaba la matanza minera en Tumeremo, municipio Sifontes, también en Guayana que luego se comprobó a plenitud. A ocho horas del pueblo de La Paragua, Bulla loca, en comparación con lo del caso Tumeremo, pudiera afirmarse que la matanza del 2016 estaba “en las narices” de los vecinos, mientras que el derrumbe de la mina que sepultó a una buena cantidad de personas, atestiguado por muchos, se encuentra en la profundidad de la Guayana extensa por lo cual el operativo aerotransportado de la post verdad y la creación de una realidad diferente se ha hecho más exitoso a lo que quiso hacer el general Rangel en su momento.  

Sin embargo la realidad estructural de Venezuela tiene rasgos distintos en el momento actual. Demasiadas carencias y entuertos retorcidos en el orden social y económico se mueven al abismo sin fin de la oscurana de obstáculos cotidianos llevando consigo un grito feroz y desgarrador (hablamos del estado Bolívar) que hace se proyecten definiciones de alta monta (movilización y candidatura de María Corina Machado, insistimos como ejemplo) que el chavismo insiste en desestimar, burlarse y decretar su inexistencia con la mentira o caradurismo, mientras el cuadro político con reminiscencias de los años ochenta, “pegados” a los partidos rituales de la oposición, no escuchan, ni oyen, ni miden (extinguido su instinto social) el tamaño de la fuerza del drama en evolución.

Canales de la realidad

El estado Bolívar, la extensa Guayana, es como se repite constantemente un conglomerado importante para el país. De los años que el bipartidismo reinó y fue removido por la gente y por las propias bases de esas organizaciones que buscaron fórmulas de profundización democrática. De esos entonces a ahora el modelo revolucionario ha convertido a los pueblos y ciudades de la región en un solar derruido, destrozado. Convertido en parajes oscuros para ganancias de pillos, lodazal del socavamiento de la civilidad y de la riqueza  natural. Es un laboratorio, quizás el primero de la experiencia bolivariana en todo el proceso de 25 años, donde se fraguan las tropelías de alianzas de truhanes con cuerpos de seguridad, altos funcionarios de gobierno y bandas delictivas. Deshuesadero del otrora impresionante parque industrial e indolencia en la gestión local con autoridades incapaces, inútiles y fantasmales.  

En semejante condiciones de empobrecida dinámica económica, social e institucional, la vocación del régimen de “fabricar” la opinión pública es recurrente y seguirá siéndolo. Miles de derrumbes y víctimas se han producido en bullas y concesiones mineras de los municipios del sur de Bolívar. Incrementadas desde el decreto del proyecto gubernamental Arco Minero del Orinoco del que tanto se ha hablado y escrito. En la mina Bulla Loca en diciembre del 2023, después de los sucesos del Parque Nacional Yapacana, estado Amazonas (capítulo al que aparentemente no llevaron todos sus bagajes los canales de la post verdad), ya se habían producido víctimas y deslizamientos. De esta manera puede entenderse que la revolución no parará en su plan y mientras eso ocurra la miseria y la ausencia de derechos campearán. La conclusión es en consecuencia que esa senda del Estado autoritario ha de ser enfrentada con un tipo de alternativa en la que las visiones dirigentes y organizativas entiendan su papel de responsabilidad con el futuro (no con cálculos electorales personales). Que demuestren solvencia y grandeza para formar e impulsar la fuerza emergente con la que se ha de derrotar al farsa revolucionaria pero también al fariseosmo históricamente multicolor cuya reacción al verse vencidos ha sido mimetizarse para continuar con sus beneficios grupales e individuales.  

El grito de impotencia retumba en la Guayana profunda, pero también en los islotes funcionales que son hoy las ciudades del estado. Ese dolor no podrá ser manipulado. En Bolívar se cuece el empeño por el bienestar y la calidad de vida lo que vislumbra que la temida regeneración democrática arrollará a todos los especímenes del atraso y autoritarismo. Es indetenible.