Me toca trasladarme a Villa María, distrito al sur de Lima; para acudir a un Migracentro a retirar el carnet de extranjería. “Los migracentros son un nuevo modelo de atención integral que permite a las personas migrantes y también a la población local resolver en un solo lugar los trámites vinculados con temas migratorios y acceder a servicios sociales, especialmente con foco en su integración socioeconómica en el país”. Explica la reseña de Francisco Zegarra Migracentros en Perú: apoyo integral a la comunidad local y migrante, diciembre 2023. Banco Interamericano de Desarrollo. Es un espacio diseñado por la Superintendencia Nacional de Migraciones, el Gobierno de Canadá y USAID “…entre la sociedad civil, la empresa privada y gobierno en respuesta al aumento de la migración en Perú”, menciona la nota.
El recorrido que hago desde Chorrillos a Villa El Salvador, hasta empalmar con Villa María, me permite comprobar lo que antes por estas líneas he hecho énfasis de los volúmenes de movilización de la gente, el servicio de transporte, el numeroso comercio en las largas avenidas que unen los distritos y el ordenamiento urbanístico en el que se notan construcciones aun sin culminar. La mirada, desde lo personal, es la comparación inevitable con Venezuela; lo que una vez fue y hasta donde esas intervenciones de obras públicas (observo un enorme camión cisterna que riega partes de las avenidas polvorientas y arenosas de lo que serán las áreas verdes), se perdieron hasta convertirse en algo excepcional. Ahora, el trayecto, la atención rápida en una oficina moderna y pulcra, me otorgan horizontes para ponderar el debate en estos días de la opinión pública limeña sobre el incremento de la pobreza en el 2023 en el país inca, con motivo del Informe de la evolución de la pobreza monetaria, presentado por el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI). Señalo que hay detalles de orden político interno en Perú que se escapan a mi conocimiento, de allí la prudencia. Pero si se habla de incrementos en pobreza total y extrema, hay que ponerle atención a los números como lo están haciendo distintas voces, incluidas la del propio gobierno. Si se indican incrementos de la pobreza rural y en las ciudades (este último para algunos un renglón considerado novedoso), el abordaje, medidas y planes son pertinentes, tal es el reclamo de la sociedad con la alerta de evitar caer en mayores retrocesos en un país que va acercándose, a su ritmo, a desarrollos de la modernidad con enormes pasos en el plano latinoamericano y global. Por lo tanto (aquí el apunte desde la perspectiva venezolana, repito), deben evaluarse razones y causas que no tienen que restringirse solo el dato actual y puedan encarar el reflejo del informe sin la tentación de que la fotografía económica, social e institucional de hoy desestime o haga invisible raíces estructurales que permitan soluciones sostenibles en el tiempo.
Derechos, institucionalidad, democracia
Dejo para otro momento el recurrente tema de la xenofobia, que me advierte de manera útil -al intentar entender desde la distancia del no local- las discusiones sobre la pobreza. Así existen situaciones que se exacerban en el análisis, que tienen sesgos intencionados o no. Que no llegan a tener la disposición colectiva o que tienen explicaciones de otras índoles para que se asimile, por ejemplo, que el tema del rechazo al extranjero es puntual en medio de las diferencias de culturas entre los gentilicios peruano y venezolano, de las implicaciones del desbordamiento inmigratorio, manipulaciones del discurso partidista y de factores interesados. De este mismo modo (y comporta mayor complejidad por las aristas de la evaluación) puede apreciarse que la pobreza, la gestión política y de gobierno, aunado a la estabilidad y profundización democrática, no puede despacharse desde la sola impugnación.
Rescato de discusión propiciada por un prestigioso medio peruano, tres interesantes aportes al observar el Informe de pobreza sin la estridencia populista, el cuestionamiento político efectista o la minimización de los indicadores. El primero lo escucho del presidente de la Sociedad Nacional de Industrias, ingeniero Jesús Salazar: “Lo que más nos ha hecho daño es el ruido político, eso lo seguimos viendo y es más se sigue incrementando”. Las precisiones técnicas que son fundamentales para el tema las hacen Nicolás Besich, coordinador general del Instituto Videnza (asociación sin fines de lucro de análisis para el desarrollo económico, social y ambiental en el Perú) al apuntar que existe un grupo grande de vulnerabilidad en la franja que separa la pobreza a lo que es considerado fuera de ella. Al producirse las recesiones ese grupo vuelve de nuevo a la pobreza, detalla. Carlos Gallardo, gerente general del Instituto Peruano de Economía (IPE) en la mesa de discusión citada, expone elementos del crecimiento económico en otros momentos de las provincias. De uno de sus artículos, El reto de las ideas del 30/04/2024, transcribo: “Queda por delante entonces menos de dos años para coincidir en algunas ideas claras y compartir ese mensaje con la ciudadanía. El desafío es grande, no solo es necesario conformar alianzas y elegir un presidente que tenga estas ideas claras también, sino que este requerirá de un número de representantes en el Congreso que le permita lograr ciertos consensos alrededor de las reformas que hacen falta. Sin ese relativo balance Ejecutivo-Legislativo, que ocurría hasta antes de las elecciones del 2016, habremos condenado al Perú a hablar en términos de retrocesos: “hemos retrocedido en 10 años, por ejemplo”.
Botar lo alcanzado, frenar lo que se mantiene del sector comercial y turístico; poner en riesgo la libertad y desestimar el cuido de la democracia, aun con sus ruidosas fallas; no tiene sentido en el desafío de enfrentar la pobreza. Es la perspectiva venezolana modestamente personal, luego de nuestra dramática experiencia.