miércoles, 22 enero 2025
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Lealtades y pasiones socialcomunistas

Valga como ejemplo el más barbudo, brutal e imperecedero de los de su especie. El cubano que bajó de Sierra Maestra y se apropió de aquella isla en 1959. Ese que ha sido aplaudido, aclamado y glorificado por prosistas, ensayistas, historiadores, perifoneadores, juglares y copleros tendenciosamente socialcomunistas.

Para quienes viven en países libres, civilizados, democráticos, tolerantes, respetuosos de la institucionalidad y de los derechos de sus ciudadanos, es muy fácil apoyar sátrapas con quienes coinciden ideológicamente. Desde sus comodidades primermundistas ellos se pueden permitir esas excéntricas y foráneas lealtades con ciertos tiranos. Por quienes se cortan las venas, defienden desde los platós de TV, le dedican piezas laudatorias en medios impresos y hasta publican libros para exaltarlos, elogiarlos y glorificarlos, en su tránsito hacia una gloriosa posteridad. Son los cimientos para levantar proceratos de dictadores de la peor calaña, que encuentran a sus modeladores y cincejaladores en naciones civilizadas.

Es una complicidad urdida en el tejemaneje entre semejantes de exigente paladar, que es obligatorio regar con los mejores caldos y exquisitos condumios, para hablar en el lenguaje común del apoyo incondicional a un mandón tercermundista. Representante del zurdaje -invariablemente paranoico- que corre peligro, amenazado por contrarrevolucionarios, traidores a la patria y otras subespecies de gusanos y escuálidos.

El camarada tercermundista en el poder debe ser protegido y defendido de todo mal. Tarea realizada a lo interno por la casta militar vernácula, y por intelectuales de izquierda en y de países democráticos del primer mundo. Esos que sienten una pasión descontrolada por los próceres del subdesarrollo, que se acrecienta en la medida que estos tengan un poder omnímodo sin fecha en calendario.

Valga como ejemplo el más barbudo, brutal e imperecedero de los de su especie. El cubano que bajó de Sierra Maestra y se apropió de aquella isla en 1959. Ese que ha sido aplaudido, aclamado y glorificado -en la vida y en la muerte- por prosistas, ensayistas, historiadores, perifoneadores, juglares y copleros tendenciosamente socialcomunistas. El más sobresaliente de los rapsodas, arrastrado por su pasión castrista, fue el chileno Pablo Neruda. No hay otro que se le iguale, ni siquiera los nacidos en la misma tierra de Fidel.

Neruda esculpió su epopeya del tirano con el marmoleo de sus palabras en Canción de Gesta. En Cuba Aparece se lee: “Pero cuando torturas y tinieblas/ parecen apagar el aire libre/ y no se ve la espuma de las olas/ sino la sangre entre los arrecifes/ surge la mano de Fidel y en ella/ Cuba, la rosa limpia del Caribe”. Este hiperbólico y lisonjero panegírico termina con estas palabras: Y así surgió Fidel cortando sombras/ para que amanecieran los jazmines.

Es una pieza laudatoria alentada por afinidades ideológicas y por un amor a toda prueba que Neruda exhibió impúdicamente. Ratificado en el prólogo de la tercera edición uruguaya de 1968. Allí puede leerse: “Mientras tanto mi pasión y mis trabajos seguirán, como este libro, fortificando y defendiendo la revolución cubana a pesar de los Caínes literarios. Es el gran hecho histórico el que tiene importancia en el camino de nuestros pueblos, y la historia no se ocupará de los resentimientos ni de los resentidos”. Neruda murió en 1973, pero otro premio Nobel, Gabriel García Márquez, lo sustituyó en su reverente incondicionalidad hacia el tirano, que llenó de dolor y esclavizó -hasta nuestros días- al pueblo cubano.

Algunos de los que se arrodillaron ante el amado líder un día lograron levantarse, como el portugués José Saramago, también premio Nobel. Pero ya tenía 90 años y nunca elevó su voz para denunciar el sufrimiento infinito de la mayoría de los cubanos. Sometidos a todas las privaciones y sumisos espectadores de la vida privilegiada y llena de lujos de la que disfruta la élite dominante en aquella isla. Después de la muerte del déspota, sus lacayos y familiares heredaron riquezas y poder, mientras el pueblo cubano sigue cargando con todas las miserias que el comunismo les impone.

Lo cierto es que a esos rojos intelectuales de peculiar sensibilidad, les parece correcto todo cuanto perpetra su adorado sátrapa. Este tiene licencia comunista para hostigar, excluir, hambrear, perseguir, apresar, torturar y fusilar en el paredón de su justicia personal. Todo lo cual es válido para los camaradas, pues son acciones genuinamente revolucionarias. Dirigidas contra los enemigos del proceso, entre los que están: asquerosos gusanos, escuálidos, oligarcas de derecha y ultraderecha, contrarrevolucionarios y otras alimañas que no tienen -ni siquiera- derecho a la vida. 

Agridulces

Lady Gaga fue muy categórica al afirmar que el capitalismo destruye a las mujeres. Le recomiendo que pida asilo en Cuba, China o mejor en Corea del Norte, para que se sienta protegida con sus 30 millones de dólares en aquellos paraísos comunistas.