viernes, 29 marzo 2024
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Las sanciones contra gobernantes gamberros ¿Para qué sirven?

La historia de las sanciones nos vienen a la memoria con motivo de las impuestas a un grupito de altos cargos por la brutal represión contra los participantes en la reciente explosión popular en Cuba.

@omarestacio

La historia de las sanciones, contra gobiernos y gobernantes gamberros, es un compendio de frustraciones. Nos vienen a la memoria con motivo de las impuestas a un grupito de altos cargos por la brutal represión contra los participantes en la reciente explosión popular en Cuba.

Pongamos el ejemplo de los castigos expedidos por EE. UU., a través de la Oficina de Control de Activos Extranjeros, OFAC. Una, más, entre las numerosas agencias norteamericanas punitivas que registra, al día de hoy, millares de personas vetadas en lo comercial e inmigratorio a las que se agregan 15 países, incluidas ¡faltaría más! las republiquetas de Cuba, Nicaragua y la Bolivariana de Venezuela. Encabezar, de manera recurrente, los rankings universales en violaciones de DD. HH., narcoterrorismo, corrupción con furor de Mesalina, esclavitud contemporánea, estraperlo de armas de destrucción masiva y, en general, todo cuanto sea ilegal e inmoral merece reconocimiento, y lo que para usted o este servidor es una vergüenza, para semejante caterva representa un galardón.

¿A quiénes afectan, en realidad, esas sanciones? A los desgobernantes parias les importan un rábano las penurias de sus desgobernados. A Raúl Castro, Díaz-Canel, Ortega, Maduro, por referirnos a los nadires de nuestro vecindario, con sanciones o sin ellas, no les faltan gasolina, medicamentos, servicios públicos, la comida, ni excesos, en general -en el caso del último de los nombrados, lo atestiguan sus mofletes y su repugnante esteatopigia. Si en los palacios de gobierno, residencias presidenciales o en cualquiera de sus escondrijos -el miedo es libre y la culicardia sí paga- se produce un apagón, sobran plantas generadoras porque en esos habitáculos lo único que escasea es el decoro.

Las sanciones tampoco derrocan gobiernos. Ni siquiera los adecentan. Bush, padre, había emitido veto devastador, porque a partir de una orden ejecutiva prohibió la entrada a puertos de EE. UU., sin importar la bandera, a todo carguero que hubiese atravesado el Canal de la República de Panamá. Algo que estranguló la economía de ésta última “¿Y?” le replicó Manuel Noriega, jaquetón, encogiéndose de hombros. Fue necesario que los marines desembarcasen en el Istmo, para que el “Cara ‘e Piña”, machete incluido, entregase el poder como un cordero. El mismo ejemplo, con sus matices, se repitió en el Iraq de Sadam Hussein, en la Libia de Moamar el Gadafi, en la Gambia de Yahya Jammeh.

Narcogobernante que se respete -valga el oxímoron- no entrega el Poder en mesas redondas. Menos, todavía, con elecciones limpias, transparentes, creíbles, respetuosas de los resultados, porque narcogobernante que es narcogobernante, no celebra elecciones limpias, transparentes, ni creíbles, ni respetuosas de los resultados.

A Álvaro López Miera, esbirro y viejo crápula del castrismo o a los integrantes de la Brigada Especial Nacional del Ministerio del Interior de la Isla, les tiene sin cuidado que el señor Biden les haya prohibido la entrada a EE. UU y congelado sus bienes en ese país.

Por el contrario, deberían invitarlos a Miami gastos cubierto, o llevar allí a la pandilla entera, de cualquier forma, y apenas toquen tierra, hacerlos presos en oblación de la jurisdicción que tienen todos los tribunales del Mundo para capturar criminales atroces.

En cuanto a la hipotética congelación de sus “ahorritos” -en el supuesto negado que los sancionados hayan sido tan desaprensivos como para tenerlos depositados en un banco domiciliado en EE. UU- nada más peligroso que corrupto con poder, pero repuesto a su condición, original, de “pata en el suelo”. Despojado de lo mal habido y aferrado a cualquier cargo público, el afectado, de inmediato, se declarará en campaña a objeto de recuperar con redoblada voracidad, lo que le ha sido embargado, al cubo, por aquello de “corrupto precavido vale por cien” ¿Imaginan ustedes la amenaza contra el patrimonio público que significaría un hombre-piraña o Pac-man de la política, como Diosdado, en medio de semejantes vaporones?

A los desgobernantes gamberros hay que deponerlos y sanseacabó. De un sopetón. De a poquito, no funciona. Profilaxia, en pro de la preservación de la especie humana. Materia pendiente para las democracias del Mundo. Cuestión ética pero, también, de supervivencia.

“¡Venirnos a nosotros con sansionsitas!”, responden desafiantes Raúl Castro, Díaz-Canel, Daniel Ortega, Maduro y sus capomafiosos, cada vez que les imponen esas medidas que no conducen a nada.