La pobreza socialcomunista es el vaso comunicante entre las desalentadoras cifras que gritan por si solas y claman al cielo. La primera es que Venezuela es el país con el más alto índice de embarazo adolescente en Sudamérica. Un 84,6 por cada mil entre niñas y jóvenes, con edades que van desde los 15 hasta los 19 años. Huelga iterar que hay un subregistro, porque en este paraíso de la justicia, la inclusión y la transversalidad la ciencia estadística se evaporó. Como un gas, palabra de autor -J.B. van Helmont- cuyo significado en el terreno de la física es: “estado de la materia en el que existe un gran desorden de las moléculas y escaso poder de atracción entre ellas”. El socialismo del siglo XXI es, sin duda, muy gaseoso.
El otro guarismo que golpea es que la segunda tasa de mortalidad materna más alta de la región es la de Venezuela, con 239 muertes por cada cien mil nacidos vivos, sólo Haití nos supera. Según cifras de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), poco confiables por lo demás, porque estos organismos se circunscriben a repetir datos oficiales. Son muchas las parturientas que mueren por falta de control del embarazo y por la ausencia de atención en hospitales y maternidades. Sin médicos ni medicinas y con el añadido de una desnutrición crónica, que agudiza esta trágica situación.
Son dos indicadores del fracaso del régimen en materia de salud y del desprecio por las más desfavorecidas, que suelen ser las más afectadas por la indolencia, insensibilidad y desidia de los amos del erario público. Ese que se desborda por los meandros de la corrupción, para engordar las cuentas y lujosas vidas de acumuladores compulsivos de riquezas mal habidas.
Mercedes Muñoz, directora de Avesa, pergeñó una explicación al afirmar que esto puede obedecer a la ineficiencia de estos servicios, y expresaba su sorpresa porque, todavía, en 2024 “las mujeres se mueren de embarazo y parto”. Esto significa que tanto la gestación como el acto de parir se han convertido en patologías. Es que la miseria también modifica la realidad. Debido a las privaciones y precariedades -antes, durante y después del embarazo y el parto- a las que son sometidas las mujeres pobres en estas tiranías socialcomunistas.
Esa adolescente embarazada se convierte en víctima por una multiplicidad de factores. En primer término, por la pobreza estructural en la que ha sobrevivido desde antes de su nacimiento. Es muy probable que sea la hija de otra joven mujer, que repite la historia de su madre. Esto es un embarazo ni planificado ni deseado, que la excluye del sistema escolar y la somete al rechazo familiar y social, mientras su “embarazador” es otro adolescente o un adulto que le lleva de 25 a 30 años, según Avesa. Lo que se traduce en vidas truncadas, cargadas de traumas y frustraciones.
Son dos décadas y media en las que el embarazo adolescente y la mortalidad materna se han agravado. No hay estadísticas, pero cuántas de aquellas jóvenes han muerto durante el parto. Por tratarse de vidas en peligro, toda la sociedad debe exigir soluciones reales para evitar que esto siga ocurriendo. En un país en el que también mueren niños y adolescentes en las emergencias de los hospitales, y otros fallecen mientras esperan tratamientos para enfermedades curables. Aquí cabe preguntar, cuántos han muerto esperando un trasplante o las medicinas para tratar patologías oncológicas.
Pero las “soluciones” perpetradas desde la burocracia socialcomunista demuestran lo poco que les importa lo que les ocurre a las jóvenes venezolanas. En los centros de salud pública les colocan implantes anticonceptivos desde los 14 años, como parte del programa de planificación familiar del minpopo de salud. Aquello fracasó, por lo que en 2017 se les ocurrió el Plan Nacional de Parto Humanizado “con el fin de promover el seguimiento comunitario a las mujeres y a la familia durante la gestación, proximidad del parto, postparto, lactancia materna y crianza respetuosa”.
A las embarazadas registradas en el sistema patria se les bonifica con la bicoca de 5,9 dólares al mes, mientras el “seguimiento comunitario” asume las responsabilidades desde el embarazo hasta la crianza. Este gamelotal indigesto y misógino es lo que el socialismo del siglo XXI ofrece a las madres venezolanas.
Agridulces
El Seniat cierra una venta de empanadas en Corozo Pando, donde desayunó María Corina Machado. Todo muy descabellado. Desangran al pueblo con el IVA más alto del mundo y atentan contra el derecho al trabajo y a la alimentación de las mujeres venezolanas.