domingo, 16 febrero 2025
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La rebelión de las máquinas literarias

Amazon y Wattpad contribuyeron a destruir a las imprentas, a las librerías y a los editores. Ahora las inteligencias artificiales van, sin contemplaciones, tras los autores.

@diegorojasajmad

Desde hace algunos meses el tema de la inteligencia artificial y su acelerado desarrollo ha tomado cada vez mayor presencia en la opinión pública mundial.

Su impacto en diversas áreas (educativas, económicas, laborales, de seguridad, etc.), y su novedad y eficacia, han alarmado a algunos con los argumentos del peligro que supone la eliminación de puestos de trabajo, ahora en manos de robots, la supresión de los límites entre lo real y lo falso, o la posibilidad de fraude en las tareas académicas, hechas en segundos por una IA.

Otros ven en este desarrollo tecnológico nuevas herramientas para no perder tiempo en lo repetitivo y mecánico y, en cambio, potenciar el trabajo creador. Una puerta que conduce a más posibilidades.

La discusión apenas comienza.

Lo que nadie puede negar es que, el futuro que avizorábamos en cómics y películas de ciencia ficción ahora está un paso más cerca de nosotros, y el mundo que conocíamos ya no es ni será como era antes.

En el sector literario y editorial las cosas tampoco están claras.

Lo que la IA puede hacer en esos ámbitos y labores es impresionante. Desde redactar una obra, ilustrarla, diseñarla, difundirla por plataformas de venta online… Todo en un pestañeo. Es la edición en la versión del agregue agua, agite y listo.

Se dice que esto no tendrá gran impacto en la república de las letras, pues las obras hechas de esta forma no tendrán “alma”, no llevarán la impronta humana de la incertidumbre y la complejidad subjetiva. Quizás sí, quizás no.

En un artículo anterior recordé la noticia aparecida hace ya unos cuantos años, en la que se daba cuenta de la publicación de un libro de poemas que llevaba por título La luz solar se perdió en la ventana de cristal. Era un poemario publicado en China, en el 2017, y que había sido escrito por “Microsoft Little Ice”, un programa de inteligencia artificial que fue alimentado con cientos de sonetos y que, luego de procesar toda esa información, pudo generar por sí solo una gran cantidad de poemas, a una velocidad de un soneto cada quince minutos.

Muchos de esos poemas fueron difundidos por las redes sociales, sin mencionar la cualidad robótica de su autor, y los lectores nunca llegaron a cuestionar la calidad ni la subjetividad de los textos; solo recién descubierta la identidad del escritor, muchos poetas chinos, con desdén, señalaron que nunca un robot podrá igualar la espiritualidad y creatividad de los humanos.

Noticias como las del poeta “Microsoft Little Ice” son hoy cada vez más comunes, y no me extrañaría que pronto anuncien como ganador en un concurso literario de relevancia a un autor (o coautor) robótico.

Pero, ¿por qué nos incomoda que un robot pueda crear una obra artística?

También lo había dicho antes: sospecho que la incomodidad que genera la literatura robot es que con ella se desfigura una noción esencial sobre la cual se ha fundado todo juicio y valor artístico: el autor. El poemario La luz solar se perdió en la ventana de cristal de Microsoft Little Ice nos hace ver que un autor, como nos enseñó Michel Foucault, se concibe como una función del discurso que se sostiene sobre sistemas jurídicos, comerciales, críticos, de propiedad, políticos y estéticos, que se arremolinan en la obra y que nos obligan a leerla y entenderla de una determinada forma. Un autor no es solo un ente de carne y hueso.

Si un autor puede ser reemplazado por una máquina, comprendemos entonces con ello que la literatura es un enrevesado constructo de poderes, instituciones y prácticas, que hace esfumar la romántica imagen del genio inspirado que elabora una obra original y única.

La idea de una literatura robot lleva nuestros pensamientos a los límites y cuestiona nuestra realidad y sus costumbres.

Amazon y Wattpad contribuyeron a destruir a las imprentas, a las librerías y a los editores. Ahora las inteligencias artificiales van, sin contemplaciones, tras los autores.

Y eso nos dará mucho para pensar.