domingo, 16 marzo 2025
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La opción de Guayana

No es el abstencionismo pero tampoco lo es perder el voto en la trampa revolucionaria eligiendo personajes que al día siguiente tendrán todas las complacencias con el control dictatorial. | Foto William Urdaneta

@OttoJansen

Ya suenan a ritmo bullanguero los tambores que indican la subida del telón del circo con sus acróbatas, payasos, seres inverosímiles y animales amaestrados. Se abre la campaña a las elecciones regionales de gobernadores y alcaldes; hasta el presente sin modificaciones sustanciales como todos los últimos comicios manipulados por la revolución. A esta hora la presión del negocio electoral priva, desde los partidos políticos (incluyendo los que supuestamente apoyan el Acuerdo de Salvación Nacional) y desde el enjambre de cálculos e intereses crematísticos por sobre el anhelo de cambios profundos de las  mayorías del país que no tendrán respuestas con el evento.

Se percibe de estos procesos políticos tan nuestros en crónicas totalmente anunciadas, que el presidente Guaidó tendrá que echar mano de su paciencia para explicar a factores externos las obsesiones permanentes de las disminuidas organizaciones de la plataforma unitaria (en la búsqueda de su cambur) con eventos de poco impacto práctico, con más complicaciones para la presión de recuperar el orden constitucional, que es el gran objetivo. Pero se impone desde el carácter estratégico que echa sus dados al lance de la picaresca criolla, según parece, con el estilo de no pocas naciones, el imperio de la “sociedad liquida”, que nada le compromete y deja a las sinuosas exhortaciones el objetivo de enfrentar a crueles dictaduras y las amenazas totalitarias del mundo actual.

Pero nos fuimos lejos, volvamos al territorio venezolano y específicamente al de la extensa Guayana que es hacia donde dirigimos el planteamiento en circunstancias en que el circo electoral hará su danza con lobos, y con zamuros, en el sentido más explícito del ejercicio político. El estado Bolívar, inmenso en su territorio, viene sintiendo en la nuca de los habitantes las oleadas de la COVID-19; los enfermos cuentan la pesadilla individual de transar con el mercado negro para encontrar los medicamentos en cifras de dólares. Donde no hay piedad, como tampoco tiene forma la organización de los operativos de vacuna que avanzan en desproporción al alcance de la amenaza de la pandemia. La compañía del gobernador y de alcaldes a la gente ha sido de efectismos. La vialidad de las troncales del estado se derrumba; los pueblos indígenas tienen años perseguidos por las guerrillas, bandas antisociales y efectivos militares. Los servicios son un caos. El hambre y las necesidades económicas son el pan diario de las comunidades. La educación pública es un fantasma que aúlla de precariedad. Desmantelamiento y ruinas en lo económico azotan las ciudades guayanesas con el sello distorsionador del proyecto gubernamental del Arco Minero del Orinoco. Eso no es impedimento para que recientemente el gobernador, cuya estadía de cuatro años ha sido un misterio, ahora aparezca de franela roja, arengando a la “masa” de funcionarios transportados a su acto de aspiración a repetir: es el rostro del lobo en defensa de su presa. El alcalde de Caroní, nunca visto acercarse a los promontorios de penurias que tiene Ciudad Guayana, ahora es artista de una energía que ni en fotos de parrandas tiene, en desafío a la titularidad de la Gobernación. Integra la no tan joven manada de los lobos rojos que bailan sobre el sufrimiento popular.

Luchar por la democracia en Bolívar 

Sin embargo, por el lado de los zamuros, ese número de candidatos rapaces que se dicen opositores en Bolívar y que revolotean sobre los restos de la institucionalidad muerta, no tienen nada de benignos, aunque algunos exhiban ropajes de purísimos luchadores. Tienen prácticamente 22 años haciendo pactos y obteniendo ganancias propias de sus relaciones con el chavismo. Fueron adulantes y socios del general Rangel Gómez en la primera incursión de tipo alacrán que conoció, sin ese nombre, el país.

En ninguno hay talento especial para afrontar la institucionalidad democrática secuestrada, ni para el combate a futuro que tiene planteado la modernidad y la libertad en los municipios de Guayana. Además de insertarse con remilgos y morisquetas a la operación de compraventa de cargos que por estos mismos días tiene de epicentro a la antigua zona del hierro, sus máximas inventivas de gestión son prometer el ornato municipal, como si se ignorara que las alcaldías y organismos locales no tienen poder económico ni político para ninguna inversión de las hoy requeridas en las comunidades. No hay arrojo, carisma y ni siquiera vocabulario en la convocatoria a la sociedad local para abordar el programa sustentable de las ciudades.

Los candidatos opositores de las elecciones impulsadas por el gobierno de este año (ya pasean pletóricos sus numerosas “maquetas” de gobernador y alcaldes) son expresiones de lo peor de la vieja política o son inútiles insolventes para la creación del futuro guayanés. La opción de Guayana no es el abstencionismo pero tampoco lo es perder el voto en la trampa revolucionaria eligiendo personajes -si acaso fuese así- que al día siguiente tendrán todas las complacencias con el control dictatorial.

El cuadro nacional de los opositores democráticos tendrá que persistir en las definiciones, siendo la Asamblea Nacional y Juan Guaidó la opción de más vigor, pese a las burdas maniobras que pretenden eliminarlos para que empresarios y colaboracionistas estrechen alianzas con el totalitarismo. A este esfuerzo seguiremos acompañando; no así en lo que corresponde a Guayana, donde las tareas de solidaridad social, siembras de nuevos intérpretes; reingeniería de organizaciones partidistas y creación de fórmulas de luchas locales, en el marco del rescate de la República y de la democracia, es el desafío pertinente.