La incertidumbre es uno de los factores que más está afectando la vida del ciudadano común. De ricos y de pobres, de empresarios y de trabajadores y, lo más grave, de quienes tienen la responsabilidad de cuidar de la familia como núcleo central de su existencia. La mayoría de esos siete millones de migrantes, de venezolanos en el exterior, han estado afectados por la incertidumbre. El factor es común con los compatriotas que aún siguen en el país.
Tenemos la obligación de evitar que esta incertidumbre se convierta en decepción definitiva generando tristeza, desconfianza en todo lo existente, desesperanza o, lo que sería muy grave, disposición a entregarse buscando una suerte de convivencia para tratar de vivir mejor. Hay claras señales de que algo de esto está sucediendo.
La mayoría de los estudios de opinión, mejor dicho de encuestas, que hemos tenido la oportunidad de estudiar, señalan un rechazo enorme tanto al régimen que encabeza Maduro Moros como a la mayoría de los protagónicos dirigentes de la oposición. Estos últimos capturados por un electoralismo sin frenos, derivado en buena parte por la candidaturitis aguda de unos cuantos. Sucede a nivel nacional, pero también regional y municipalmente. Todo esto ha ido desprestigiando progresivamente a la política y, por supuesto, a los tenidos por políticos de este tiempo.
Lo importante es que Venezuela entienda que no todos estamos en las situaciones descritas. A pesar de la intensidad del frío derivado de la soledad, de lo solos que nos sentimos de vez en cuando, no tiraremos la toalla. El deber nos impone intensificar la lucha por nuestros permanentes valores y principios que nos trajeron a la política desde el Partido Socialcristiano Copei, a la social democracia a otros y hasta a algunos honestos socialistas plenamente identificados con las comunes preocupaciones de hoy. Debemos recordar aquel viejo principio romano según el cual “cuando un hombre pierde sus anhelos, deja paso franco a la muerte”.
Lo cierto es que el llamado de hace un año, hecho por la Conferencia Episcopal Venezolana, sobre la necesidad de refundar la república, cada día tiene más vigencia. Para iniciar el proceso existe la iniciativa de concretar una Constituyente originaria, en los términos señalados en el texto constitucional vigente que deberá ser reformado en aspectos muy importantes.
En mi opinión, el camino constituyente no ha sido analizado con la serena profundidad que merece. Está allí, pero repito, el electoralismo existente ocupa progresivamente el espacio de la discusión sobre el presente y futuro inmediato. Tres años más de lo mismo son la peor aportación que se le puede hacer al ciudadano común para que abandone la desesperanza producto de la incertidumbre y quizás, un gran favor para un régimen que camina en dirección radicalmente contraria a la democracia y a la libertad.