El muy mediático dalái lama le asestó un descomunal golpe al corazón del budismo, al lamaísmo tibetano y a los millones de creyentes que profesan esta religión en el mundo. No es poca cosa en estos tiempos de tanta frivolidad, hedonismo y desbocada voluptuosidad. Sobrealimentada con los modelajes de influencer y otras subvariantes de la misma especie, que acumulan para exhibir millones de fanáticos idiotizados por los éxitos de sus deidades.
Tanzin Gyatzo -el nombre del decimocuarto dalái lama del Tíbet-, era un peso pesado en la otra orilla de la veleidosa liviandad que domina a gran parte de la juventud en estos tiempos. Pero el 23 de febrero acabó con todo, en modo barbarazo.
El video se viralizó el pasado 9 de abril y muchísimos nos sentimos abrumados y decepcionados. Porque sin ser budista ni lamaísta, teníamos a este hombre como una figura distinguida por su ascetismo y rigidez moral, dos virtudes indispensables de su sacerdocio. El mismo que se inició en 1940, y de quien dicen sus devotos, es la reencarnación del buda de la compasión que sirve a la humanidad.
El pueblo tibetano lo llama Yeshe Norbu y Kundun. Lo primero significa “la gema que concede todos los deseos” y lo segundo connota “la presencia”. En 1935 murió el predecesor de Gyatzo, y en 1938 los Altos Lamas buscaron por todo el Tíbet al niño que lo sustituiría. Lo encontraron y fue convertido en el supremo dirigente espiritual y político de aquel país asiático. Allí reinó hasta 1959. Ese año huyó a India, después del fracaso de unas manifestaciones contra la presencia del comunismo chino.
La promoción de la paz se convirtió en el primer propósito de este predestinado, quien se ganó la confianza de ateos, agnósticos y creyentes. Por eso, durante décadas, consiguió el apoyo de líderes políticos y religiosos, también de grandes figuras del mundo cultural y comercial. Hasta Hollywood cayó rendido ante sus virtuosos encantos, y Richard Gere se erigió en su espónsor, relacionista y promotor. La verdad es que este actor lo reverencia sin cortapisa ni restricciones. Lo imagino haciendo lobby para que le concedieran el premio Nobel en 1989.
Gyatzo tiene 86 años y desde 2011 renunció al poder político en la teocracia tibetana, para dedicarse, exclusivamente, a lo religioso y cultural. Vive en India, pero puede decirse que hasta ahora fue un ciudadano universal. Respetado, querido y valorado por las grandes mayorías, como Teresa de Calcuta. O como lo fue Sai Baba, hasta que se descubrieron sus perversiones, vicios y pravedades. Claro, después de muerto.
Tanto Gyatzo como Sathyanayana Rayu, alias Sai Baba, montaron su teatro de operaciones en India. Ambos han contado con millones de devotos en el planeta, que los han venerado como dioses, y los dos han defraudado la fe de quienes han creído en ellos, hasta entregar su tiempo y recursos para hacerlos ricos y poderosos. De Baba se han documentado -con muy serios testimonios de sus víctimas- sus depravaciones con niños y jóvenes. Y tengo para mí, que de Gyatzo se divulgarán los daños que los afectados han callado hasta ahora.
Porque nadie me saca de la cabeza que lo ocurrido en febrero y divulgado en abril es el debut de un pederasta. Esta depravada conducta tiene tablas, es añeja y no lo oculta. La exhibe sin tapujos, cuando besa al niño en la boca delante de todos, en un acto de grado con padres y representantes. Pero como aquello no le dio suficiente placer, sacó su larga y longeva lengua y le pidió al muchachito que se la chupara. La testosterona se le alborotó al dalái en vivo y en directo.
Frente a todo aquello, me pregunto cuánto valen unas disculpas de este influencer con sotana, a través de su cuenta oficial de twitter. En tanto, la agencia AFP sostuvo “que su santidad suele bromear con la gente que conoce de forma inocente y juguetona, incluso en público y ante las cámaras”.
Argumento semejante al espetado por los devotos de Sai Baba, según el cual todo lo que aquel perpetró es “enseñanza, aun cuando haga algo que luzca inmoral o malo”. La verdad es que si nos dejamos guiar por estos “gurús-líderes espirituales”, tendremos que modificar el sentido de la educación, de la didáctica, de la pedagogía y hasta de la vida.
Agridulces
El imperio comunista chino tiene su proyecto de estación lunar. Para allá invitó a sus súbditos tercermundistas. Un detallazo que la cúpula celebra, mientras preparan sus trajes de astronautas XXXXXL. Voluminosos y atocinados, tendrán que construir una nave que aguante tanto peso para poder alunizar. Porque alucinando llevan 23 años.