jueves, 16 enero 2025
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La izquierda de Suecia

Desde la doctrina ética de Hammarskjöld toca preguntarse a quién le ha favorecido el desmantelamiento de la petrolera venezolana de estos 25 años y quién gana con la disminución de su rol en la explotación e industrialización de los recursos.

Cuando alguien por allí se atreve a decir que la economía socialista sí funciona, normalmente salen en serio con el San Benito de los países escandinavos. Eso sí, no mencionan a Cuba, ni siquiera a la extinta Unión Soviética y mucho menos a la polifacética China.

Hace años, cuando al socialismo venezolano le costaba ganar unas elecciones presidenciales, Pedro León Zapata dijo que para ganar la izquierda necesitaba aprender francés. Lo dijo en referencia al triunfo de François Mitterrand en los años 80. No se equivocaba Zapata en que los idiomas reflejan la mentalidad de una nación.

Lo primero que diría es que los países escandinavos han tenido gobiernos socialdemócratas, cuyos partidos son más parecidos a los que gobernaron durante nuestra era democrática. Eso solo es un tema. De por qué se han ganado la confianza de la población y gracias a esa harmonía funcionan y se mantienen como la tendencia política más votada a lo largo de los años, eso merece una conversación seria, sin poses.

Voy a comentar sobre la experiencia de Suecia que es similar a sus países hermanos de Noruega, Dinamarca, Islandia, además de Finlandia. Desde hace siglos los suecos vienen dando por sentado la libertad de ideas y de expresión. Sus ciudadanos, quienes, procuran obedecer las leyes, no tolerarían a un gobierno que infrinja la ley y mucho menos que coarte sus libertades. Eso explica por qué cuando la pandemia del COVID-19, el gobierno de Estocolmo no pudo pasar una ley para contener las libertades. Suecia fue objeto de críticas espantosas y nadie aceptó su argumento de que: “Le hacemos recomendaciones a los ciudadanos y confiamos en su sentido común”. Por supuesto, no es una sociedad perfecta, pero viene al caso mencionar el escozor y alergia que les da restringir las libertades.

A esto se suma el gusto del país por su modernidad capitalista. La izquierda sueca comulga con su sistema, aunque lamenta la pérdida del liderazgo del Estado en la educación, mientras por otro lado la derecha se queja del sindicalismo del sector. Sobre estos matices es importante subrayar que la tendencia política de Suecia es el centro, y un centro extenso que rechaza cualquier extremo. Los críticos arguyen que el centrismo es inoperante, pero su ventaja es propiciar el encuentro. Aún con sus desventajas, el opuesto del centro es el extremismo con su cola de ronchas y peligros. No es casual que el fascismo busca destruir el centro por ser este último un medio fértil para el diálogo democrático. El sistema de gobierno de Suecia es una democracia con acento social, forjada por prominentes líderes. Uno de ellos, Per Hansson (1885-1946) fue quien instituyó la neutralidad política y el concepto del Estado como un hogar para la gente. Reformista del corporativismo social más que marxista, es decir, como filtro de ideologías, fue un perfecto agente aduanal.

Para conocer la mentalidad política de Suecia es menester conocer a los personajes que marcaron una pauta ética. Uno de ellos es el diplomático Dag Hammarskjöld (1905-1961) quien fuera secretario de la Naciones Unidas de 1953 a 1961, cuando la ONU aún tenía dientes. Hoy en día pareciera una sugerencia anacrónica revisar su trayectoria. En Venezuela quizás lo recuerden los comunistas que sepan sobre Patricio Lumumba y la crisis de la reunificación del Congo. Sin embargo, el otrora secretario de la ONU cobra vigencia cuando se compara a los empresarios atroces de la guerra fría con los lobistas que en el presente persiguen normalizar a Maduro. La figura del lobista es el escudo actual del establishment para disimular la traición. De hoy existir los empresarios inescrupulosos que mataron a Lumumba y después a Hammarskjöld, estarían cómodos con la máscara de lobistas. Emperifollados, camaleónicos y disfrazados de izquierda.

De una lógica universal, Dag Hammarskjöld estaba centrado en la descolonización como una vía de justicia política y económica. Sin embargo, ¿Qué hubiese pensado de una Venezuela que ha caído en una dependencia ni siquiera comparable con la época colonial o la de explotación foránea de sus recursos? Aquí el problema no es la descolonización sino un derrumbe de nuestros anhelos independentistas. Desde la doctrina ética de Hammarskjöld toca preguntarse a quién le ha favorecido el desmantelamiento de la petrolera venezolana de estos 25 años y quién gana con la disminución de su rol en la explotación e industrialización de los recursos. La Pdvsa de hoy está arrodillada como consecuencia de un régimen que ha conspirado contra la autodeterminación económica del país. La petrolera venezolana es ahora una empresa de bajo rango convertida en una caja al servicio del régimen.

Pretenden regresarnos a la nada, pero no claudicaremos.

Nota: Dag Hammarskjöld era economista y doctor en leyes de la Universidad de Uppsala. Era noble. Su padre fue primer ministro de Suecia. Era un gran poeta y un lector ávido de los poetas místicos suecos. No nacen hombres así todos los días.