Woke, anglicismo coloquial referido al progresismo y que significa despertar, ha anegado otras lenguas como río desbordado en conuco. Como parte de un deliberado batiburrillo se habla de cultura, ideología y doctrina woke. La misma que ha trascendido los territorios del lenguaje para inmiscuirse en la dinámica institucional de muchos países, que le han abierto las puertas de par en par a esta moda, que incluye la ideología de género. La misma que ha avanzado hasta imponer conductas, incluso en las instituciones de salud pública, como ocurrió en el Reino Unido. Fue el hospital Brigthon y Sussex el primero en aplicar, formalmente, eso que llaman el lenguaje inclusivo, para lo cual impusieron un dosier con todas las formas que debían emplearse con las madres.
El glosario inclusivo de uso obligatorio reconceptualiza la biología humana, y se refiere a personas embarazadas, a padres o madres parturientas, a alimentación pectoral, y en lugar de leche materna puede elegirse entre leche humana, leche pectoral o leche del progenitor lactante. Difícil la cosa que no queda allí, pues en lugar de mujeres se nos denomina como “personas que tienen ovarios”. Este es solo un detalle de hasta dónde ha llegado esta extravagante excentricidad, que ha penetrado con fuerza a las sociedades más desarrolladas.
Por eso, el primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak -inglés, de padres indios y de religión hindú- intervino para detener esta grave situación “y comenzar a tratar la ideología de género, que plantea que las personas pueden ser del sexo que quieran”. Sunak prohibió a la seguridad social británica seguir adelante con los bloqueadores de pubertad a menores de edad. Esta medida -aclamada como histórica por el gobierno- busca garantizar que la atención médica se base en evidencias y sirva al interés superior del niño.
Por su parte Victoria Atkins, secretaria de Sanidad, anunció que se tomarán medidas enérgicas contra la “ideología transgénero” en los hospitales, para garantizar que en todos los centros sanitarios se emplee un lenguaje claro, basado en el sexo biológico de los ciudadanos. También se impedirá que las mujeres trans -biológicamente hombres- reciban tratamiento en las salas exclusivas para niñas y mujeres.
Aquello demuestra que la doctrina Woke va mucho allá de despertar o ver la luz, pues se trata de estar hiperconcienciado con una dogmática visión de la justicia social, de las políticas identitarias y una exasperante y exacerbada corrección. Anteponen la pureza moral a los hechos y sólo aceptan que hay grupos segregados -no individuos- en atención a sus identidades. Niegan de plano que las sociedades occidentales modernas sean menos violentas, racistas y sexistas. Pero no dudan en defender el brutal terrorismo de Hamas, desde la seguridad de los campus universitarios norteamericanos y europeos, financiados por regímenes como el qatarí.
Más que postulados los activistas de estos movimientos están atrapados por y en sus dogmas, que no admiten discusión al ser depositarios de una verdad revelada, de un evangelio. Coartan la libertad de expresión y creación, porque están anclados en los extremos de lo políticamente correcto, generador de todo lo contrario a lo prometido, como ha ocurrido siempre con las presuntas bondades del socialcomunismo. La realidad de esta doctrina woke es la involución y un puritanismo inquisitorial que impone temor.
El escritor esloveno Slavoj Zizek alerta sobre la normalización de lo políticamente correcto y la cultura de la cancelación. Lo primero es identificado hoy con censura, restricción, intolerancia, acoso, ofensa, invisibilizar, enmascarar, dogma, agresión, contradicción, irrespeto, persecución, dictatorial, manipulación, inquisición, asfixiante… et al.
Para otros estudiosos como Ignacio Jiménez Soler, la doctrina woke restringe el debate, coarta la libertad del lenguaje y mata la diversidad de las miradas. Censura la pluralidad y elimina el contexto, indispensable para entender cualquier acontecimiento. Es, junto a la desinformación, una variante de las nuevas hegemonías, que impone un nuevo tipo de pensamiento único.
En la segunda mitad del siglo XX irrumpe esta ideología, que cuenta con su jerga para homogenizar criterios y enterrar disidencias. Los remito al Wokeccionario, elaborado por Rebeca Argudo y Julio Valedón. Estos son alguno de los palabros: aliado, alienada, apropiación cultural, BAME (acrónimo), bropropriaing, cocacoling, cultura de la violación, deconstrucción, ecofeminismo, empoderamiento, heteropatriarcado, interseccionalidad, machismo estructural, mansplaining, manspreading, mansterrupting, no binario, nuevas masculinidades, feminista radical, señoro, sororidad, transversalidad, wrongskin. Incluyo “inclusivo” que no puede faltar.
Agridulces
Es un relato corto convertido en novela de terror que se titula El tren de Aragua. Una ficción que hunde sus tentáculos en Chile, como primera banda de crimen organizado transnacional. Un indiscutible bestseller de sus creadores.