Se está sincerando el discurso sobre el actual orden mundial, ese difuso panorama que quisiéramos entender para poder saber dónde estamos parados. La presidenta del FMI, Christine Lagarde, ha afirmado que nos encontramos en un mundo multipolar, y de acuerdo con el exdiplomático francés, Gérard Artaud, todo indica que no estamos precisamente en un orden sino en medio de una transición, y una, además, peligrosa.
En su reciente libro Historias diplomáticas, Gérard Artaud, explica que la preeminencia de occidente a raíz de la caída del muro de Berlín, ha llegado a un final puesto que han surgido poderes mundiales que definirán un balance similar al ocurrido en Europa desde la derrota napoleónica en 1815, hasta el inicio de la primera guerra mundial en 1914. De acuerdo con el diplomático retirado, la transición podrá ser superada si China y los Estados Unidos logran un acuerdo pacífico capaz de restablecer el balance de poderes necesario para un nuevo orden mundial.
Uno lee las entrevistas sobre cómo desde la cúspide del poder mundial se manejan los destinos del resto de la humanidad y le da a uno vértigo. En los análisis nombran a Europa, Rusia, Ucrania, Australia, a veces a la India, uno de los rivales acérrimos de la China, y casi nunca mencionan a la América Latina, a menos que sea parte de un etcétera donde China posee intereses. Sin embargo, para serles sincera, esa ausencia de Latinoamérica como elemento de análisis no me quita el sueño. La más de las veces no la mencionan porque no tienen claro el panorama de nuestro continente y, antes de poner el caldo morado, prefiero que guarden silencio. Tampoco que es fácil prever los escenarios, el reacomodo del rompecabezas político es incesante. Por ejemplo, hay temores de que ocurra un incidente “tonto” que desencadene en un conflicto, y por eso los medios han puesto el foco en Taiwán y el mar del sureste asiático. Tampoco faltan algunos eventos curiosos como los globos chinos o las incursiones en espacios aéreos de los que aún no sé si son meras distracciones.
Si pudiésemos “sentir” este reacomodo, lo entenderíamos como un remolino, una corriente que te desplaza a lugares y circunstancias ignotas. Aun cuando se trata de un fenómeno político, son tan vastas sus fuerzas que es una hazaña ubicarse en su rompecabezas. Decidir el paso ante la magnitud de la marea, adivinar en qué momento la corriente nos dará una oportunidad de soltarnos, eso significa estar en medio de la llamada transición global. Y en una región de liderazgos criminales o mediocres, ¿qué nos toca hacer? No hacerles tan fácil a otros decidir nuestro destino. En la medida de lo posible, marcar la ruta antes de que venga cualquier adversidad.
Enviar señales de cómo queremos vivir en nuestro lugar del mundo. Por ejemplo, recientemente algunos presidentes de América Latina se pronunciaron contundentemente contra la descarada movida del presidente brasileño Lula Da Silva, de enterrar la debacle venezolana para así blanquear el régimen de Maduro. No pudieron Maduro y Lula salirse con la suya, pero aún falta por hacer. No son estos tiempos de medias tintas y guabineos, las rutas se trazan, y hay valores prioritarios que fortalecen y dan músculo en los primeros metros de carrera. El valor propio es lo que nos hace ser merecedores de respeto y debe éste acompañarnos ante las insospechadas coyunturas.
Porque aun cuando no nos nombren en los análisis, nuestras palabras y nuestra voluntad cuentan. No podemos dejarles esta decisión a Maduro y sus cómplices porque su único objetivo, como ya se ha comprobado, es mantenerse ellos en el poder, aunque los venezolanos sean arrastrados por la inclemencia.
Un liderazgo con visión, atento a qué es mejor para el país y para la región en medio de estos conflictos entre los poderes mundiales, la nube oscura de la transición. Importa saber cómo aproximarnos a los cambios, cómo resistir, cuándo actuar y, sobre todo, cuál va a ser nuestro mensaje central desde adentro. No hay tiempo para improvisaciones y fantasías acomodaticias porque la región requiere más que nunca de una sólida mentalidad de Estado.