jueves, 23 enero 2025
Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

La generación Guaidó

Guaidó pertenece a la que se me ha dado por llamar “la generación Guaidó”, emulando a la llamada generación del 18; la de 1918; compuesta, y no por casualidad, por jóvenes luchadores contra la dictadura de Gómez, por lo que creo, firmemente, que a esta generación, especialmente me refiero a la que desde 2007 hasta la fecha, a Guaidó le sucedió lo que frecuentemente acontece a quienes resultan ser icónicos protagonistas históricos en contra de toda tiranía opresiva y represiva, estaban en el momento exacto y en el lugar exacto que las circunstancias le pusieron por delante.

Me permito acuñar esta título-frase a una generación específica, no para lisonjear al protagonista actual de las luchas democráticas venezolanas: Juan Gerardo Guaidó Márquez; joven venezolano de 35 años, natural del estado Vargas, nacido el 28 de julio de 1983, con un récord académico digno de encomio: egresado como ingeniero industrial de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas (UCAB); con sendos posgrados en gerencia pública, uno de los cuales lo realizó en la Universidad George Washington, en EE UU, otro en la UCAB, y el último, nada más y nada menos que en el IESA; los cuales dicen mucho de la preparación académica, y del talante que tiene este joven político venezolano, sino por la urgente necesidad que tiene Venezuela, y que tenemos todos los venezolanos de devolverle la dignidad y majestad que exige la institución presidencial venezolana, en todos sus aspectos y ámbitos que le conciernen; especialmente por la ostensible como incuestionable diferencia que exhibe Guaidó contra sus dos últimos predecesores, quienes en los últimos 20 años se apoderaron de la silla presidencial, en el Palacio de Miraflores, de lo cual propios y extraños saben de sobra cuál es el calibre, tenor y olor que han expuesto, con eructos incluidos.

Primero. No trato de ofrecer un servilismo adulante a nadie, de lo cual Guaidó no será, ni por un instante, la excepción que confiera, pues muy bien soy conocido y caracterizado por ser un empedernido iconoclasta, que he enfrentado la autoridad y el poder, muchas veces, cuanto se aleja del deber ser para violar los sistemas legales que deberían caracterizar a toda sociedad democrática y civilizada.

Segundo. Siguiendo la tónica y sentido de lo antes expuesto, mi pluma dejaría de existir, y de ser, para confrontar todo gobernante y toda autoridad que se aparte del camino de su deber: la ley y la civilidad, el respeto a la condición humana de sus subalternos, gobernados, o todo ciudadano que se encuentre bajo su autoridad, incluyendo a Guaidó, sea cual fuera el puesto rango o posición de poder que llegue a tener, si ese fuera el caso, pues bastante cansados estamos los venezolanos de ver desfilar gobernantes, quienes una vez que alcanzan el poder, los posesiona de tal modo que olvidan que antes que gobernantes son, y seguirán siendo, ciudadanos como yo, como todos los habitantes de Venezuela. Ya antes, tal sentimiento lo había expresado el Libertador al pronunciar una de sus más memorables frases: “Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra; aquel emana de las leyes”. En tal sentido, el único imperio que admite este autor es el imperio de las leyes, pues tal sentimiento de libertad y democracia que siempre caracterizó a Simón Bolívar, como incuestionable demócrata, dándole una eficaz como contundente firma de tal pensamiento y filosofía suya, al pronunciar, en mi opinión, el más célebre de sus discursos: el de Angostura; todos, en su conjunto, forman parte intrínseca e indivisible de los genes democráticos del pueblo venezolano.

Tercero, tampoco quiero desconocer los méritos que tienen tantos luchadores, coetáneos con él, en las luchas por la libertad y democracia de Venezuela, en el grupo de jóvenes estudiantes universitarios, todos (incluso, tantos más que no aparecen en la lista que expongo), al que se le ha llamado y conocido como el “movimiento estudiantil venezolano”, quienes protagonizaron en el 2007 las férreas luchas por el recate de todos los órdenes que se habían estado perdiendo, cuando Chávez consumó el malévolo como intencional cercenamiento a la libertad de expresión en Venezuela, con el tristísimo cierre de RCTV, junto a otros conocidos y connotados líderes juveniles, siempre irreverentes, como caracteriza y debe caracterizar a la juventud que se niega a ser pisoteada por abusos de autoridad alguna, tales como, y cito a los que más se han dado a conocer en el ámbito político nacional: Yon Goicochea, Juan Requesens, Stalin González, Miguel Pizarro y Freddy Guevara; pero, y a la vez, no quisiera descuidar, olvidar ni apartar a muchos otros que entregaron, ofreciendo sus vidas, por y en las protestas estudiantiles en contra de la opresión durante el primer trimestre de 2017, y que suman alrededor de 131 personas, cuya lista, por asuntos de espacio, no ofreceré, y porque no excluir a ninguno. No se lo merecen. Para todos ellos mis honores, respeto y admiración sempiterna.

Cuarto. Es por eso que, en mi opinión, Juan Guaidó pertenece a la que se me ha dado por llamar “la generación Guaidó, emulando a la llamada generación del 18; la de 1918; compuesta, y no por casualidad, por jóvenes luchadores contra la dictadura tiránica de Gómez, por lo que creo, firmemente, que a esta generación, especialmente me refiero a la que desde 2007 hasta la fecha, a Guaidó le sucedió lo que frecuentemente acontece a quienes resultan ser icónicos protagonistas históricos en contra de toda tiranía opresiva y represiva, estaban en el momento exacto y en el lugar exacto que las circunstancias le pusieron por delante, puesto, y esencial es no olvidar jamás que, cada uno de los protagonistas antes mencionados, y muchos otros más, a quienes pido me excusen por no poder incluirlos, fueron ese otro grupo de quienes le labraron, con mucho sacrificio, hasta con cárcel y torturas, el camino hacia el éxito que hoy puede y podemos todos ostentar, sin lo cual, y sin los cuales, ni la comunidad internacional, ni todas las otras exitosas circunstancias nacionales que hoy podemos enarbolar, enrumbadas directamente al logro de la restauración de la Constitución, la libertad y la democracia venezolanas, hubieran sido posible, ni tenido, como en efecto no lo tuvieron antes, la actual evidente conquista final que hoy sabemos podemos concretar. La podremos obtener, sí, y sólo si, la mano quirúrgica de la paciencia la sabemos mantener.

Por último, en consonancia con lo anteriormente expuesto, en mi opinión, y creo que por ese rumbo andamos todos, o al menos la mayoría absoluta del pueblo venezolano, hay algo de vital importancia que no debemos soslayar, ni en un ápice de espacio, ni por un instante en el tiempo (a la oportunidad la pintan calva, una vez que pasa, si no es atrapada, pasa de largo y no retorna): aún la ruta hacia la completa libertad y restauración de la democracia venezolana, no han concluido. Sobre esta fundamental premisa, flejar no es, ni por asomo, ni por un instante, la opción a tomar, es mantenerse sin desmayar, en la lucha por el rescate de Venezuela, de su libertad, y del imperio de la ley, en y de, todos sus ámbitos nacionales y ciudadanos. Lo dijo el libertador, no yo: “Dios premia con la victoria a los que permanecen constantes”.

[email protected]