jueves, 28 marzo 2024
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La fiesta de los moribundos

Aunque fue escrita hace más de dos mil años, Antígona tiene la facultad de seguir hablando a nuestra realidad. A mediados del siglo XX, en Venezuela, un escritor la leyó de otra manera y pudo ver en ella muchas más cosas. En cada nueva lectura encontramos algo que no habían visto los lectores anteriores.

@diegorojasajmad 

Antígona toca fibras esenciales de la vida humana. Ella contiene infinidad de temas, como discusiones acerca de la muerte, la obediencia o no a las leyes, las relaciones padre-hijo, la amistad, entre muchos otros que pueden nutrir cada nuevo acercamiento a la obra de Sófocles. Para mí, Antígona es un himno a las convicciones, a la defensa de las ideas. Como lo afirma L. Polacco: “Antígona no es la exaltación de la supremacía de las leyes humanas, ni lo contrario; es el canto de la fe, cualquiera que sea”.

Ahora bien, todo buen libro acepta infinitas lecturas y cada época, cada lector, puede reconocer en él su presente y sus preocupaciones. Por eso se afirma que una obra es clásica cuando logra hablarle a todos los tiempos y a todas las culturas. Cuando transciende su contexto. Eso fue lo que logró un venezolano a mediados del siglo XX: César Rengifo (1915-1980), pintor, dramaturgo, poeta, ensayista y periodista, quien leyó Antígona y la reinterpretó para elaborar una obra de teatro llamada La fiesta de los moribundos (1966), donde nos ofrece una visión particular de la obra de Sófocles. Rengifo leyó Antígona y supo ver en esa obra, que tiene más de dos mil años, las preocupaciones de su propio entorno.

En La fiesta de los moribundos se nos presenta una original manera de transformación del motivo del cadáver insepulto. Antígona Sellers, anciana de ochenta años, reclama el cuerpo de su hermana Ismene, el cual fue llevado por equivocación por la compañía “Suministros Biológicos, S.A. Limitada”, compañía que se encarga de comerciar con cadáveres para trabajos de ciencia, entre otras necesidades (elaboración de abono, jabones, colonias, lámparas con piel humana, etcétera). Antígona Sellers invoca la necesidad de dar sepultura al cuerpo de su hermana. La compañía, luego de tratarla como loca por no creer su historia, se da cuenta de que tenía razón e intenta recuperar el cuerpo de Ismene, el cual fue enviado a un científico del África que necesitaba el cadáver de una virgen de ochenta años. Por varios equívocos es imposible recuperar el cuerpo completo (solo de la cintura para arriba) e indemnizan a Antígona con un cheque por decisión de un tribunal en un juicio. Ella rechaza el dinero y se despide con ira y derrotada. La compañía termina con un florecimiento de sus ganancias.

Varios elementos nos pueden dar pistas acerca de la relación entre los dos textos (el de Sófocles y el de Rengifo). El epígrafe, por ejemplo, tomado de Antígona, demuestra una intención de centrar la discusión en el ser humano, de querer decir que por sobre todo la humanidad es lo más importante (“De cuantas maravillas pueblan el mundo, la más grande es el hombre”). Además, si se revisan algunos ensayos de Rengifo donde hace mención de la obra de Sófocles, podríamos entender mejor cómo leyó este autor venezolano al clásico griego. En el ensayo “La dramaturgia y la crítica como testimonio histórico y reflexión estética”, dice, por ejemplo: “Antígona, el más hermoso personaje femenino que nos legara Sófocles, no atestigua solamente lo injusto de dejar la carne de su hermano a merced de las aves de rapiña y de las bestias consumidoras de carroña, sino que recuerda a los hombres, con frase sonora e iluminada, como quien golpea a una estrella, que se ha nacido para vivir en el amor y no para la destrucción y el crimen”.

En otro de sus ensayos, titulado Arte, teatro y política, Rengifo valora extensamente la tragedia de Sófocles y finaliza diciendo: “El conflicto entre el derecho natural y el divino se establece claramente en la obra, así como la lucha entre el amor y el odio en la humana y social condición; por eso, Antígona deja su clamor para el tiempo y para todos los hombres que luego de ella han de vivir: ¡No he nacido para compartir odio sino amor! Sófocles, en esta tragedia, asienta ya una crítica contra la inflexibilidad de las leyes, que a veces hechas para regular la vida entre los hombres se colocan contra el hombre mismo”.

César Rengifo leyó a Antígona desde su propio tiempo (no podría ser de otra manera) y en la nueva versión que hizo del clásico se notan los cambios y las diferencias entre una obra y otra. Hay un cambio de espacio y tiempo: la obra de Rengifo se desarrolla en Estados Unidos en la década de los años sesenta, época contemporánea al autor. Esa transformación conlleva a cambios en la presentación de los personajes: la joven Antígona será ahora Antígona Sellers, anciana de ochenta años; el gerente Blazer hará de Creonte; el portero Jimm de guarda, mensajero y paje; Oliver Fynn cumplirá las funciones de corifeo de ancianos; Ismene Sellers hará de Polinices; y quizás queden las dudas de relacionar al borracho Peter O. Flinck como Tiresias y la secretaria Evangeline como Eurídice. Esta transformación conlleva a nuevos valores, que corresponden a la ideología del público al cual se pretende dirigir la nueva obra.

Pero no hay que olvidar un detalle importante. Si se revisa el conjunto de la obra de Rengifo podríamos descubrir su ferviente adhesión a la ideología marxista: “César Rengifo intentó darle a su [obra] un fundamento teórico, no siempre afortunado, por la vía de la interpretación marxista, que en él peca con frecuencia de rigidez y esquematismo”, llegó a decir el crítico venezolano Pedro Beroes. Quizás esa sea la razón por la cual encontramos en la obra de Rengifo esa permanente preocupación por la “denuncia de las injusticias”, utilizando para ello el arte como una herramienta del compromiso social.

No sería absurdo entonces afirmar que César Rengifo releyó a Antígona desde sus anteojos marxistas y vio en la historia de Sófocles la ocasión para satirizar contra la compra y venta de cadáveres de una empresa transnacional y denunciar la comercialización de la muerte por parte de los grandes capitales. La “denuncia” de Rengifo se resume en decir que el capitalismo se ha vuelto tan omnipotente que no solo la vida se ha vuelto mercancía, también el cuerpo inerte.

Esta nueva versión de Antígona, leída desde la militancia marxista de Rengifo, traduce la clásica obra de Sófocles en una parodia que denuncia al mercantilismo, convertido ahora en ley divina e invencible que rige los destinos de los hombres.

Cada libro es un universo y sus interpretaciones son infinitas, según los anteojos que se empleen para cada lectura.

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