De Francisco Javier de Ustáriz y Mijares de Solórzano (Caracas 1772-Maturín 1814), prócer independentista venezolano, poco conocemos. La crónica nos reseña que su casa fue sitio de encuentros y tertulias de miembros de la sociedad caraqueña de la época que llegaron, posteriormente, a ser protagonistas insignes de la batalla por la república. La historiadora, Inés Quintero, en trabajo de audio, abunda que fue “heredero del marquesado de Ustáriz. En 1810 inició el papeleo para convertirse en Marqués, pero estalló la guerra. Suspendió los trámites y fue activo para la independencia. Cuando cayó la República en 1812 estuvo preso en La Guaira y salió un año más tarde. Siguió comprometido con la independencia y al morir no dejó sucesión”.
De la mano del doctor Diego Rojas Ajmad llegan los encuentros que hemos organizado en Ciudad Guayana, denominados justamente “La Casa de los Ustáriz. Tertulias guayanesas”. El grupo que conformamos está vinculado al mensaje de poesía, teatro, filosofía, música, periodismo, y todas las disciplinas que integran el arte. Es una iniciativa impulsada con modestia, frente a las adversidades y la contracultura de este tiempo revolucionario.
Francisco Ustáriz quien fue miembro del segundo triunvirato que integró el Poder Ejecutivo en 1812, significa toda una lección magistral para el tiempo presente; él es parte de la convicción civilista, del ejercicio de los ideales y de la entrega sin concesiones, que quisiéramos copiar y trasmitir a las generaciones que hoy se forman en una Venezuela y una Guayana, penetrada hasta los tuétanos por los piratas de la sabana y por los nuevos corsarios, siendo los de siempre en la región que cambian de banderas y color político. Pero de este prócer queremos resaltar la aproximación al quehacer de la poesía a través de una pregunta: ¿poesía en esta coyuntura de incertidumbres y carestías?
La propia casa caraqueña de los Ustáriz presenció la declamación de estrofas, sonetos, documentos y lecturas en días previos a la convulsión independentista. La construcción de las palabras e imágenes con el entorno de ánimos, conversaciones y sucesos que alimentaban los anhelos ciudadanos, fueron sin duda, alicientes a la vida y definiciones de aquellos días. En ese sentido, la poesía con sus bondades y complejidades, no siendo parte del catálogo narcisista o de manifestaciones de la cursilería, puede contribuir (desde su autenticidad) con los puentes necesarios en la constitución de la credibilidad pública guayanesa, en la construcción de la palabra, perdida en la ignorancia o en la falta de ejemplaridad de cuantos se encuentran en el espacio público, singularmente en esos desdibujados protagonistas de las instituciones y de la política local.
¡Azul! ¡Azul!
El repaso de los versos del poeta sucrense Cruz Salmerón Acosta, guió el enfoque y comprensión de los poemas y sus recursos, dando paso a las creaciones de los asistentes al encuentro efectuado hace un par de semanas. Admirables las composiciones que escuchamos: precisos y pedagógicos los tips del análisis literario de Rojas Ajmad. Una velada que anima los propósitos de no desmayar en consolidar estos espacios.
Tenemos muchos años comprobando que el recurso del conocimiento ha de ser la punta de lanza para la conjunción de las comunidades de la región. Nuestros municipios son desiertos de todo, pero más de la cultura. Por eso, ante la inercia de los meses, cualquier evento manipulado y socavado por los intereses económicos de los grupos que pululan a la sombra del poder impacta a la población que los celebra. Se trata de hoy de propiciar la extensión, de desarrollar saberes, más allá del rigor de la academia. Encontrar las maneras de impulsar talleres, pequeños cursos, lluvias de ideas sobre materias diversas, que iluminen el “alma” adolorida de las tantas precariedades que nutren la desesperanza de los pueblos de Guayana. Muchos años lo hemos pensado y se ha hecho casi imposible de realizar por el sinnúmero de circunstancias, casi de terror, que hemos vivido. Pero es en este instante, cuando las estrategias simples sobre la formación de conciencia no funcionan, cuando las propuestas movilizadoras por la justicia y los derechos se convierten en cuesta arriba y cuando las propuestas de luchas civilistas están amenazadas por la indiferencia colectiva, que la palabra de la trascendencia y la transformación cobra pertenencia única.
“Azul de aquella cumbre tan lejana
hacia la cual mi pensamiento vuela,
bajo la paz azul de la mañana
¡color que tantas cosas me rebela!”
Refuerza el convencimiento leer en voz alta Azul, de Salmerón Acosta, para saber que no es empresa imposible la de convocar a la lectura de la vida local, desde líneas más puras del sentimiento para que el espíritu se haga fuerte y lleno de coraje en pro de la felicidad secuestrada.
La invitación está abierta a las actividades de los próximos días. En “La Casa de los Ustáriz. Tertulias guayanesas” pensamos que podemos hacer gentilicio, como Francisco Javier que, desconocido y olvidado en la contribución independentista, nunca se rindió, en aras de la más sublime expresión humanista: la libertad.