Creo que estoy viva de casualidad, o por milagro. Transitaba yo por una avenida amplia en Barquisimeto. El semáforo estaba en verde para mí, pero venía un carro a toda velocidad y se tragó su luz roja. Gracias a que yo apenas arrancaba, no me llevó. Ya ha habido en la ciudad víctimas fatales por culpa de choferes que no respetan el semáforo. Y a los pocos días, por poco no soy yo quien atropellaba una joven ciclista: venía tragándose la flecha, no se detuvo en la esquina y gracias a que yo iba lento, no hubo un accidente. Y ya ustedes saben, en esos accidentes no gana nadie, aunque legalmente siempre pierde el que atropella, así la irresponsabilidad sea del otro.
Esto de no respetar las leyes de tránsito no es nuevo. Recuerdo hace unos 15 años que hicimos un intercambio de experiencias de ciudadanía con una organización del país vasco. Acompañé a unos docentes de las escuelas seleccionadas de Venezuela a ese intercambio en España. Cuando nos reunimos para evaluar esa actividad, dos de las cosas que los venezolanos dijeron que les había llamado mucho la atención, aparte de la belleza de la ciudad, fueron: poder caminar de noche sin peligro, sin miedo a ser atracados, y que todo el mundo respetaba las normas en la calle, el cruce por las esquinas, los semáforos. Claro, hay que decir, que ahora estamos peor.
En la calle coincidimos todos: choferes y peatones, niños y ancianos, ricos – los que quedan- y pobres, lentos y rápidos, por eso, con más razón, son necesarias las normas, que son incluyentes y protegen a los más vulnerables.
Algunas normas no las cumplimos por desconocimiento de su utilidad. Por ejemplo, atravesar la calle por las esquinas -se supone que debe haber un rayado, en muchas partes inexistente- dado que los choferes deben reducir la velocidad, detenerse si tiene pare o si viene algún peatón. Pues mucha gente atraviesa por cualquier parte, arriesgando su vida.
Lo del semáforo es otra historia: están los que no funcionan, por falta de mantenimiento, por descuido de las autoridades, o porque no hay electricidad en ese momento en el sector de la ciudad. Están lo que les falta sincronización, o los que les falta alguna luz. Esos son muy peligrosos porque el chofer no tiene por qué saberlo. Nos hemos ido acostumbrando a simplemente no respetarlos.
Hay que entender que respetar las normas protege al otro y a nosotros. Insisto en que en un choque pierden todos, incluso si todavía alguien tiene seguro contra accidente. El “bien común” del otro es mi bien común.
En otros países hay uniformados, los fiscales de tránsito, que están pendientes de hacer respetar las leyes de tránsito, pero aquí, no sé usted, pero hace tiempo que no veo a esos funcionarios en las calles. Nos toca a los ciudadanos hacer algo por nuestro bien.
Son necesarias campañas masivas para hacer ver la importancia de las normas en la calle. Desde las escuelas, internamente, que los estudiantes conozcan las leyes de tránsito, cuáles deben respetar y cuáles deben respetar los choferes. Volver a aquellas buenas prácticas de las brigadas escolares, esas que detenían el tráfico vehicular para que pasaran los niños; insistir en lo de respetar el semáforo.
Otra norma muy violada es la de no manejar ni carros ni motos hablando por el celular o leyendo mensajes. Eso está prohibido, y es sumamente peligroso. Un par de segundos que usted descuide el volante, puede ocasionar un accidente. Igual si conduce una moto.
Pienso también en los lugares debidos para estacionar. Cuánto afecta la visibilidad que haya vehículos mal estacionados, por ejemplo, en las esquinas… En las colas para echar gasolina, los usuarios invaden todos los espacios…
Hace unos años, recuerdo que en el municipio Sucre, de Caracas, tenían unos mimos que aprovechaban la luz roja del semáforo para dar mensajes sobre este tema del respeto a las normas. Muchas cosas tendríamos que hacer para que la calle no siga siendo una jungla.
Venezuela tiene que recuperar la institucionalidad, el valor de la norma, el valor del respeto mutuo, ejercer la ciudadanía en la cotidianidad. Y en esa misión todos podemos hacer algo: la familia, la escuela, los medios de comunicación, los usuarios de redes sociales. La construcción del bien común es tarea común.