@omarestacio
Suma adeptos, la analogía del circo. Un circo, como un país, es un movimiento, de gente, animales, objetos, elementos de diferentes destrezas, procedencias, razas o apariencias. Es una buena analogía. En ambos casos, con la advertencia, que el movimiento no siempre es hacia adelante, sino también en reversa, directo al precipicio.
El llamado animalismo, desde hace poco, si se quiere, ha irrumpido contra el adiestramiento de leones, tigres, elefantes africanos -que son los más rebeldes- contra la explotación de animales bajo la carpa, en general, quedando esta última, a merced, tan solo de los humanos, más feroces que cualquier otro bicho.
– Nada por aquí, nada por acá -y comienza el mago vestido de negro y su indumentaria característica con sus trucos para la perplejidad del auditorio.
– Nada por aquí, nada por acá y de su sombrero con la ayuda de la varita mágica emerge un conejo o una chica despampanante y por ahí mismo desaparecen.
– Nada por aquí y nada por acá -y como arte birlibirloque-, la asignación del presupuesto público para la compra de comida para los sectores más vulnerables de la población se esfuma en la cuenta bancaria en un paraíso fiscal, de algún ministro-testaferros, un testaferro-ministro o del mismísimo presidente de cualquier República.
Quien habla de circos, está en la obligación de referirse a todo lo que gira alrededor de su poesía. A la banda marcial, que pone la música que le sirve al show de telón de fondo; a sus tres o más pistas; a la algarabía de la chiquillería asistente, a los malabaristas, contorsionistas, ventrílocuos, ilusionistas, domadores; de los coloridos atavíos, de sus protagonistas.
Me disponía a referirme a “La Mujer Barbuda”, pero me temo que tendré que abandonar la redacción de la presente crónica. Es otra vez “Bigote”. Ha agarrado otra de sus tronas mentales o sentimentales, solo que la de hoy parece ser de las más virulentas.
Para asombro del respetable público, el referido payaso ahora mismo amenaza con enfrentar, en persona, las sanciones arancelarias impuestas por el gobierno del señor Trump, dentro de su llamada Guerra de Tarifas. Nuestros pacientes lectores son los mejores testigos: siempre hemos sido detractores de tal especie de sanciones económicas, por inefectivas, pero de manera particular, porque golpean al ciudadano de a pie en lugar de castigar a quienes lo martirizan con sus corruptelas, ineptitud, con sus violaciones a los derechos más elementales.
No obstante, cuando esperábamos que “Bigote” reaccionara como un supuesto macho, nos ha salido con las payasadas -¿Y qué otra cosa puede esperarse de quien no es más que un saltimbanqui- de decretar como supuesta “retaliación” el asueto nacional absoluto para la próxima Semana Santa o con la convocatoria de la elección de un hipotético gobernador venezolano de la zona del Esequiba. Algo menos que simbólico, tomando en consideración que la referida zona en reclamación no se encuentra en posesión de Venezuela, sino de nuestros vecinos guyaneses.
Total, que así acaban los circos o los países desgobernados por payasos:
Los payasos, más payasos y más ricos y los pobres ciudadanos, más pobres y menos ciudadanos.