Con el creciente auge de la promoción y divulgación del conocimiento, ahora visto con mucha mayor fuerza por los ensayos sobre vacunas y la revitalización de la carrera espacial, las sociedades han volteado la mirada nuevamente hacia el papel de la ciencia. Entendiendo nuevamente que la ciencia y la tecnología son piezas claves para el desarrollo de las personas y de los pueblos, muchos países se han visto en el deber de repensar su presupuesto nacional e invertir recursos en la investigación científica.
En 1999, durante la Conferencia Mundial sobre la Ciencia para el Siglo XXI, patrocinada por la UNESCO y el Consejo Internacional para la Ciencia, se declaró que: “para un país que quiere estar en condiciones de atender las necesidades fundamentales de su población, la enseñanza de la ciencia y la tecnología es un imperativo estratégico. Como parte de esa educación, los estudiantes deberán aprender a resolver problemas concretos y a atender las necesidades de la sociedad utilizando sus competencias y conocimientos científicos y tecnológicos” (Punto 24 de la directriz 2.1). Bajo esta perspectiva, que no ha perdido vigencia, es preciso entender que la educación para la ciencia, también denominada alfabetización científica, debe estar incorporada en el currículo y planes de estudios como vía a la resolución de problemas, atención a las necesidades sociales y generación de nuevos conocimientos.
Con base en lo expresado, resulta ineludible que las escuelas sean partícipes de lo que se denomina sociedad del conocimiento científico y tecnológico. Un camino a ello es impulsando la investigación desde los primeros niveles de la educación primaria hasta la educación secundaria, lo que presupone un compromiso de las instituciones educativas y de los responsables del currículo; compromiso que debe estar explicitado en los documentos, los parámetros y las bases que rigen la enseñanza, incluyendo los referidos a la investigación en la escuela.
En el caso particular de Venezuela, la educación primaria está orientada hacia un aprendizaje por proyecto, donde se observa una formación hacia la investigación que basa sus parámetros en el documento elaborado por el Ministerio del Poder Popular para la Educación y que lleva por título “Diseño Curricular del Sistema Educativo Bolivariano” (DCSEB).
Ese es el documento normativo central de la educación en Venezuela y de él se desprenden los subsistemas de Educación Inicial, Educación Primaria, Educación Secundaria, Educación Especial, Educación Intercultural y Educación de Jóvenes y Adultos. Contiene los aspectos que rigen la educación en sus diferentes subsistemas, entre los que se pueden mencionar: los pilares de la educación, las características del Sistema Educativo Bolivariano, su finalidad, áreas de aprendizaje, modelos de evaluación y perfil del egresado.
En el DCSEB se expresa que los estudiantes deben desarrollar “Habilidades, destrezas y valores acerca del quehacer investigativo, para la construcción contextualizada del conocimiento en colectivo y para el desarrollo endógeno” (p. 63) y el docente tiene la tarea de promover la investigación como proceso fundamental en la enseñanza y aprendizaje.
Tomando en cuenta el viejo proverbio chino que reza: “No le des el pescado, enséñales a pescar”, es oportuno que en la escuela se propicien experiencias de aprendizaje que desarrollen en el alumno las habilidades para tomar decisiones, resolver problemas y transformar su entorno inmediato. La finalidad de la educación primaria, en el DCSEB, es formar estudiantes que posean no solo actitudes críticas y reflexivas; sino que además muestren interés hacia el quehacer científico y puedan comprender, confrontar y verificar la realidad y el entorno en el cual se desenvuelven, participando de manera independiente y protagónica.
En el mismo orden de ideas, también se establece que la educación secundaria tiene como fin desarrollar en los estudiantes “capacidades y habilidades para el pensamiento crítico, cooperativo, reflexivo y liberador que le permitan, a través de la investigación, contribuir a la resolución de problemas de la comunidad local, regional y nacional, de manera corresponsable y solidaria (p. 28)”.
Partiendo de las directrices del currículo ya señaladas, la escuela debe desarrollar por lo tanto un conjunto de actividades de investigación que involucren a los docentes, estudiantes y familiares, y que estas tengan como fin darles solución a problemas de su interés con relevancia social. En el currículo se perfilan los proyectos como las actividades más oportunas para ser emprendidas en las escuelas y liceos que estén comprometidos con brindar una formación en competencias investigativas, abriendo espacios de socialización, discusión y producción, para que los estudiantes puedan participar de manera activa, crítica y reflexiva en la construcción de conocimientos, en la toma de decisiones y solución de problemas de su comunidad, haciendo uso del proceso de investigación.
Años atrás en la mayoría de las instituciones se desarrollaba un proyecto social, científico o tecnológico por año escolar, por lo que podíamos ver cómo nuestros niños, desde los más pequeños hasta los más grandes participaban en ferias científicas tanto internas como externas, asistían a intercambios de saberes en otras instituciones y compartían sus resultados y experiencias investigativas. En algunas instituciones, en el nivel del liceo, también se consideraba la entrega de un informe de dicho proyecto como un requisito para pasar de año o graduarse, un ejemplo de ello es el Fe y Alegría, donde se ofrece una educación técnica.
Actualmente la fuerza de las actividades investigativas dentro de nuestras instituciones educativas es difícil de ponderar, hay escuelas que continúan fomentando estas prácticas, bien sea llevando a cabo una pequeña actividad de investigación libremente escogida o con proyectos más elaborados y otras que, por diversas causas, han abandonado estas prácticas. Lo que convierte a las directrices del currículo en un requisito que es cumplido o no como un formalismo en algunos planteles, mientras que en otros toma un carácter auténtico, provechoso y de generación de conocimiento.