martes, 3 diciembre 2024
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Julio Verne y la UNEG

Sí, Julio Verne, el escritor francés precursor de la ciencia ficción, guarda relación con la Universidad Nacional Experimental de Guayana. Un pequeño aspecto que debería tener un gran significado para los guayaneses.

@diegorojasajmad

Aunque parezca una tomadura de pelo, Julio Verne y la UNEG sí tienen algo en común.

Todo se remonta al siglo XIX, cuando Ciudad Bolívar era un puerto internacional conectado con las principales capitales del mundo. Embarcaciones cargadas de mercancías, máquinas e ideas iban y venían, haciendo de esta ciudad un terreno fértil para la modernidad, el desarrollo y el progreso. Muy distinta a la de hoy.

No es de extrañar que se instalasen en aquella Ciudad Bolívar del siglo XIX teatros (donde se presentaban grandes estrellas del país y del mundo, entre ellos la niña Teresa Carreño), imprentas, hipódromos, empresas de dinamita (del mismo Alfred Nobel), fábricas de hielo y de Amargo de Angostura, entre otras instituciones y espacios para la creación, el trabajo y el encuentro. También había escuelas, colegios y una universidad, sí, una universidad, la Universidad de Guayana, antecedente de la Universidad Nacional Experimental de Guayana de nuestros días.

Poco se habla de ello, pero la UNEG tiene dos partidas de nacimiento. La más reciente data de 1982, cuando el gobierno de Luis Herrera Campins decretó el inicio de la universidad un 9 de marzo. Por eso este 2023 se conmemoran los 41 años de fundada.

Sin embargo, hay una historia anterior que inicia en 1896, año de su primera partida de nacimiento. En aquel año el Colegio Federal de Guayana, regentado por el sabio Ramón Isidro Montes, pasó a la categoría de universidad. En esta primera universidad se formaron médicos, abogados, agrimensores, maestros, farmacéuticos y filósofos. Notables personajes de Ciudad Bolívar de finales del siglo XIX se instruyeron en sus aulas, ubicadas al frente de la plaza Bolívar, en la hoy llamada Casa del Congreso de Angostura. Ya no había que ir hasta Caracas para obtener un título universitario.

Ocho años después, en 1904, el presidente Cipriano Castro decidió disminuir el gasto de la nación cerrando varias universidades (¡cuándo no los políticos jugando con los sueños y las libertades de las sociedades!), entre ellas la de Carabobo, la del Zulia y la de Guayana.

Desde ese terrible año de 1904 hasta 1982, nunca cesó el clamor por una universidad propia, que fuese de Guayana.

Tal fue la fama de aquel Colegio Federal de Guayana, luego universidad, que llegó a aparecer en guías de viajes, en almanaques, en enciclopedias y hasta en una de las novelas del archiconocido escritor francés Julio Verne (1828-1905). Sí, el mismo Julio Verne de Viaje al Centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna y 20.000 leguas de viaje submarino, entre muchas otras obras más.

La novela donde se menciona a la universidad se titula El soberbio Orinoco.

Publicada en 1898, ya en la última etapa de la vida de Verne, esta novela tiene como argumento central la búsqueda del nacimiento del río Orinoco. La novela comienza describiendo una intensa discusión entre tres geógrafos venezolanos:

“Corría el año 1893 cuando, en Venezuela y en la biblioteca de la Universidad de Ciudad Bolívar, tres famosos geógrafos mantenían una animada discusión que ya duraba tres largas horas. El tema lo merecía, porque se trataba de aclarar si el soberbio Orinoco, el famoso río de Sudamérica y arteria principal de Venezuela, se dirigía en su curso superior de este a oeste -como los mapas más recientes señalaban- o venía del sudoeste, y en este caso, el Guaviare o el Atabapo no debían ser considerados como afluentes”.

Esa “Universidad de Ciudad Bolívar”, donde discuten los profesores Varinas, Miguel y Felipe, es la Universidad de Guayana del siglo XIX, precursora de los estudios universitarios en la región y antecedente de la hoy Universidad Nacional Experimental de Guayana. Este dato debe ser un motivo más para seguir queriendo a la institución, pensar más en ella y menos en los egos y en las membresías del poder.

Se dice que Julio Verne describió varios inventos tecnológicos que no verían luz sino muchas décadas después: el televisor, el viaje a la Luna, el submarino… A ello habría que agregarle otra anticipación menos feliz: la de los problemas de la academia y la investigación venezolanas del siglo XXI. Los tres profesores de la historia de Verne no contaban con presupuesto de la universidad para la investigación, y el gobierno, con un ejército abultado, tampoco estaba interesado en apoyar el asunto:

“¿Ofrecía el viaje serios peligros? Desde luego que sí, sobre todo para viajeros que no pudieran contar más que con sus propios recursos. Pero por otra parte, ¿no valía la pena aquella vital cuestión algunos sacrificios por parte del Gobierno? ¿No era ésa la ocasión indicada para utilizar la milicia, que por aquellas fechas ya contaba con más de 250.000 hombres en sus filas? ¿Por qué no poner a disposición de los tres exploradores una compañía del ejército para protegerles, ayudarles y llevar a feliz término el viaje? Don Felipe, don Miguel y don Varinas no pedían tanto: viajarían a sus expensas, sin más escolta que los peones, los llaneros, los marineros y los guías que suelen vivir a lo largo de la ribera del río, como otros esforzados de la ciencia ya habían hecho antes que ellos”.

Por lo visto, Julio Verne y la UNEG sí tienen varias cosas en común.

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