El comienzo de un nuevo semestre en el campus Guayana de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y los actos de bienvenida a los nuevos alumnos me permitieron intercambiar, en mi programa de entrevistas en la red Instagram, con la profesora responsable de la Coordinación de Desarrollo Estudiantil de esa institución, Isabel Maurera, y con uno de los consejeros estudiantiles, Luis Adrián Rojas. El tema: el sentimiento de los jóvenes que arrancan la formación profesional. Se trata de una actividad regular que en otros tiempos quizás no tendría tanta dimensión estelar como ocurre en la presente coyuntura del país y de Guayana, donde el ambiente de curso universitario es de admiración ante el hundimiento de la universidad pública.
Fue una conversación de gran interés en la que descubrimos con la audiencia que nos acompañó, planes y actividades: “Tenemos una programación estándar hasta el 11 de febrero, fecha en que finaliza el semestre. Desarrollaremos en los muchachos sus competencias y capacidades con actividades en cultura, deportes y actividades formativas”, manifestó la coordinadora, mientras que la voz del estudiante evidenció el pulso certero de los obstáculos de carácter social y económico que golpean la zona, como la escasez de la gasolina y la movilización. El contexto del diálogo en cuestión reafirma la valía de los esfuerzos de la Católica, cuando, por ejemplo, a la Universidad de Oriente, núcleo Bolívar, el vandalismo ha provocado allí 17 incendios a sus instalaciones; o en el núcleo San Félix han hurtado los cables para el servicio eléctrico.
Pero igualmente, el encuentro nos permitió, en lo particular, reforzar elementos sustanciales para cerciorarnos del cuadro absurdo del país que se entroniza desde el agotado proyecto político revolucionario, cuando se acaba de nombrar a la señora Tibisay Lucena, asociada a las trampas y manipulaciones del Consejo Nacional Electoral, como nueva ministra de Educación Superior. Sobre la UCAB Guayana, en otras oportunidades hemos adelantado opinión acerca de su significado para el presente y porvenir del estado Bolívar, desaparecida hasta la narrativa del proyecto industrial pesado. Si el trabajo de la comunidad ucabista guayanesa, en su medular propuesta de enfoques sociales y académicos, de interpretación sin ambigüedades de la realidad regional y en estrecho vínculo con las comunidades, vence alguna hipotética tentación de distanciamiento de ejemplaridad que representa, será la universidad de “luz en el camino para muchos”, como concluyó Maurera en el programa. Ahora, es en cuanto al papel de los jóvenes en la conquista del futuro en la agreste coyuntura de Guayana que pretendemos ampliar consideraciones, en este tiempo de ídolos caídos en todos los órdenes, charco institucional de vulgares maniobras e increíbles concesiones al cálculo totalitario con dirigencias vacías y engreídas y ante la ausencia de compromisos de luchas por la libertad y la democracia.
¡Divino tesoro!
El maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, insignia venezolana de la educación, exaltaba, 50 años atrás, la opinión de los jóvenes en cuanto a los valores espirituales y del conocimiento en el manejo de su rol social; exhortaba acerca del significado de los muchachos en el desarrollo libertario y democrático del país de aquel momento. Hoy no tenemos más que fijarnos en el evento electoral del 21N, puesto en observación por la mayoría de la población, que en argumentos de algunos significa ejercitar los derechos. Difícil entender cómo es posible, con comicios controlados por el régimen, sin utilidad para las transformaciones que reclama la emergencia humanitaria compleja.
No tenemos sino que evaluar el cuadro patético de candidaturas en el estado Bolívar para detectar que no se encuentra en primera línea ningún joven que pueda decirse por su condición biológica o por sus ideales que lo sea. Claro, esa “sencilla” omisión se disimula cuando observamos que tampoco en esas fórmulas de partidos secuestrados y de dirigentes congelados no hay tampoco representación vecinal, gremial, profesional o empresarial. De esta manera cobra especial relevancia el protagonismo de los jóvenes y de los espacios que como los que hemos referido de la UCAB. Serán importantes en la contribución de abordar los proyectos de la sociedad guayanesa hacia la recuperación del orden constitucional, el ejercicio de la participación y en las luchas por la cultura civilista.
La realidad es una juventud atormentada por la pesadilla de no encontrar alicientes en su país; viendo a sus padres derrotados, al núcleo familiar desintegrado y expandido por el mundo. Estas condiciones, que desde el poder político se ocultan y desde sectores “progresistas” pretenden edulcorarse, señalan claramente que los partidos políticos, organizaciones civiles o la recuperación institucional no serán posible si no cuentan en roles principales con los jóvenes que padecen y sobreviven, convertidos finalmente en simbología de compromisos y esfuerzos por logros de una democracia moderna y justa. Hay que impulsar que estos sean ahora el faro de Guayana como lo fueron, hace ya cuatro décadas, los trabajadores que llegaron a tener su cita con el protagonismo social y político de la región.