Formo parte de esa legión de asombrados, siempre sorprendidos por José Pepe Mujica, cuando reflexiona en voz alta. Ha vivido con intensidad sin rehuir lo que la vida le ha puesto por delante. Y cada una de sus muy variadas experiencias las ha transformado en una dúctil sabiduría, con la que ha seducido a millones de sus congéneres. Su didáctica no abrevó en teorías. Es muy suya. Está en su particular capacidad de observar, vivir y sintetizar con palabras muy decidoras. Esas con las que él atrapa, conoce e interpreta la realidad. Palabras que trascienden su entorno, llegan a sus coterráneos, se proyectan al continente y cruzan océanos y montañas. Hasta arribar a territorios que hablan otras lenguas, pero que entienden a este hombre universal, tocado por esa virtud de pasar que pasa por encima de las ideologías.
Pepe Mujica -huérfano a los seis años, cursó primaria y secundaria pero no terminó el bachillerato- fue el presidente número 40 de la República Oriental del Uruguay (2010-2015). En la década de los años 60 fue miembro muy activo de los Tupamaros, aquella guerrilla urbana de extrema izquierda. Envuelta en un halo de heroísmo y que influyó en la juventud que se levantaba en esos tiempos. Detrás, como es fácil inferir, estaba la negra mano del barbudo cubano, que en 1959 había bajado de Sierra Maestra para apoderarse de Cuba.
Eran tiempos del gorilato militar, aterrajado en el poder en aquel pequeño país, y que desató una represión brutal contra toda disidencia. El Mujica guerrillero fue acusado de secuestro, robo, homicidio y falsificación de documentos. Como ocurre en toda tiranía no se le formularon cargos, ni fue juzgado, pero estuvo preso entre 1972 y 1984. Un secuestro en toda regla. Fue apresado en 4 oportunidades y se fugó dos veces. Pasó 15 años en prisión y con una amnistía salió en libertad el 8 de marzo de 1985.
En 1989 es electo diputado y luego senador por el Frente Amplio -agrupación política formada bajo el liderazgo del general Liber Seregni para las elecciones de 1971- en el que se congregaron tanto los partidos comunistas y socialistas, como la democracia cristiana, la Central Nacional de Trabajadores y los Tupamaros. Instaurada la dictadura en 1973 el FA fue proscrito y sus cuadros y dirigentes fueron perseguidos, encarcelados y asesinados.
Después de su paso por el poder legislativo le llegó la oportunidad de formar parte del gabinete ejecutivo de Tabaré Vázquez, como ministro de Agricultura y Pesca (2005-2008). Un cargo muy adecuado para quien siempre ha vivido en y de su chacra en la Zona de El Cerro. Quienes estuvieron cerca de Mujica concluyeron que, como ministro, fue más un operador político y un generador de opinión, gracias a su capacidad para dialogar con todos los sectores de la sociedad.
En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, realizadas en noviembre de 2009, obtuvo la mayoría necesaria para acceder a la primera magistratura. En marzo de 2010 fue juramentado por Lucía Topolanski, primera senadora de la nación, quien es compañera de Mujica desde 1972. El zurdaje de la región lo acompañó en su nueva andadura, incluida Hillary Clinton.
De ascendencia europea -españoles e italianos- que llegaron a Uruguay en 1842, está emparentado con figuras políticas reconocidas. Como su tío abuelo paterno Gabriel Terra, quien en los años 30 del pasado siglo fue presidente-dictador de aquel país. Pero Mujica, su sobrino nieto, es un demócrata a carta cabal, a pesar de haber sido guerrillero y militante de la extrema izquierda. Respetó la institucionalidad que es inherente a la democracia, nunca vulneró la división de poderes y convive, civilizadamente con sus adversarios. Entre los que está Julio María Sanguinetti, ese otro modelo de lo que debe ser un verdadero político. De hecho, son amigos y han escrito un libro a 4 manos.
Su recorrido vital y su personalidad lo han convertido en un ser excepcional, sobre quien se han recreado las recaída miradas de cineastas, músicos, académicos, escritores. Emir Kusturica y Álvaro Brechner hicieron sendas películas sobre aspectos de la vida de Mujica. Se han escrito libros sobre él, su voz está en discos de la banda venezolana La Vida Boheme, y ha recibido unos 10 doctorados honoris causa de universidades de su país y del resto del continente.
El comandante Facundo no tuvo hijos y se autocalifica como panteísta: “no tengo religión. Me estoy poniendo viejo y no sé si me estoy arrimando a Dios. Dentro de mi corazón no puedo o no sé creer”. Transgresor, irreverente y ateo siempre lo fue. Ya en la vejez mantiene una fina lucidez, con un estoicismo inteligente, para encarar el final de su vida con serenidad, valentía y ecuanimidad, que ponen de manifiesto su grandeza espiritual.
Agridulces
Pdvsa es un antro de corrupción. Un cascarón vacío. Siempre en la mira de la macolla, que ha destruido hasta los balancines. Manos a las “sobras” es la consigna, en un raspado de olla en la que convergen depredadores, malversadores, saqueadores, vagos y malvivientes que se refocilan acumulando compulsivamente.