domingo, 19 enero 2025
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Jean-Luc Mélenchon y su Francia insumisa

Imagínense que para este individuo América Latina es el puerto de avanzada de la izquierda en el mundo. Un gran logro que rehidrató sus ideas, para alimentar su portafolio de promesas electorales. Las que, afortunadamente, han sido rechazadas por la sociedad francesa.

Un gendarme asesinó a Nahuel en una calle de Francia y se desató una oleada de protestas que jamaqueó al gobierno de Enmanuel Macron. Fueron semanas de violencia callejera que se llevó por delante comercios, restaurantes, oficinas públicas y hasta las librerías fueron objeto de la furia calculada de miles de opositores. Algunos, desde afuera, dejaban traslucir una cierta alegría por la inminente caída del Gobierno francés. En especial los camaradas de Jean-Luc Mélenchon, quienes están como caimán en boca e’ caño -al acecho-, siempre a la caza de un descuido o debilidad para hincarle las garras al poder.

La muerte de Nahuel activó la sobrecarga de resentimiento que lleva a cuesta buena parte de la población francesa que vino de África, continente en el que expandió sus dominios el más famosos Luises. De sus ex colonias y de otras naciones que no lo fueron, sigue llegando mucha gente que busca mejores condiciones de vida en ese país europeo. Varias generaciones han nacido en Francia, pero sus atávicas creencias religiosas les han impedido integrarse de manera plena. Así que por sus atentados los conoceréis. Lo de Charle Hebdo, lo de la discoteca Bataclan y otros crímenes menos mediáticos, muestran el peligroso e irreductible fanatismo del extremismo islámico, frente a cualquier hecho que consideren blasfemia.

Entre los que se sintieron excluidos en sus países natales está el personaje que menté en el primer párrafo: Jean-Luc Mélenchon. Nació en Tánger, Marruecos, en 1951. Entre sus ancestros cuenta con tres abuelos españoles y una siciliana. Recaló en Normandía a los 11 años, y ser sordo de nacimiento no le ha impedido hacer un recorrido versátil y exitoso con su displicente e irreverente performance. Lo que, seguramente, hubiese sido imposible en su pueblo natal.

Irrumpió como trotskista, después fue miembro del Partido Socialista Francés, fungió como ministro de Enseñanza Profesional (200-2002) durante el gobierno de Lionel Jospin, y también fue senador. Nada mal para este francés sordo, que habla un español fluido, lo que le ha permitido moverse como pez en las trémulas aguas latinoamericanas. Tierra donde ha excavado para sacar la semilla de sus recurrentes propuestas electorales.

Este continente ha sido estro para la gauche francesa en diferentes momentos de la historia reciente. Fue público y notorio el apoyo incondicional que Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir dieron al castrocomunismo en los años sesenta. Más reciente, pero de gran impacto entre los venezolanos es el papel que juega, todavía, Ignacio Ramonet como “embajador plenipotenciario” del socialismo del siglo XXI, muy beneficiado por las -ahora- magras arcas venezolanas. La última figura de esta constelación de estrellas, que se nutre de los grandes éxitos del zurdaje latinoamericano es mossiur Mélenchon.

“Francia Insumisa” es el nombre del partido político fundado por este septuagenario. Iluminado por los logros que han hecho de Argentina, Ecuador y México envidiados paraísos de las clases trabajadoras y de inmigrantes. Es lo que quiere para la Francia que él sueña. Por ejemplo, de Rafael Correa tomó el proyecto “federador” del poder ciudadano, que congregó tradiciones revolucionarias en Ecuador. En tanto que de Néstor y Cristina Kirchner copió el modelo para enfrentar el sistema de medios de comunicación social, a los que considera enemigos. De hecho, llama hienas e imbéciles a los periodistas que se atreven a hacerle alguna pregunta.

Desde la tragedia en la que están inmersos millones de latinoamericanos debido a la maldición de regímenes social comunistas, lo que percibe Mélenchon constituye una verdadera sorpresa para los nativos que subsisten en estos territorios. Imagínense que para este individuo América Latina es el puerto de avanzada de la izquierda en el mundo. Un gran logro que rehidrató sus ideas, para alimentar su portafolio de promesas electorales. Las que, afortunadamente, han sido rechazadas por la sociedad francesa.

Mélenchon seguirá siendo publipropagandista de déspotas como Cristina Kirchner, que no pudo controlar los medios de comunicación, pues siguen siendo el soporte de la vapuleada democracia argentina. También de dictadores de izquierda, como los de Venezuela, Colombia, Nicaragua y Cuba, que continúan empobreciendo a sus pueblos. Pero Mélenchon sólo verá el éxito, reflejado en las riquezas personales de sus opresores y corruptos camaradas. Mientras tanto, seguirá impulsando y apoyando cualquier movimiento que intente subvertir el orden constitucional en Francia.

Agridulces 

Hay victorias amargas como la de Alberto Núñez Feijoo en España, que propician la conformación de un gobierno débil, como el que perpetraría Pedro Sánchez Castejón, sostenido por bilduetarras e independentistas. ¡Cosas de la monarquía parlamentaria, donde el ganador no es el que obtiene más votos!