Mario Vargas Llosa en Miraflores, una actividad del Instituto Cultural Peruano Norteamericano (Icnpa), investigación de Luis Rodríguez Pastor -indica la promoción- es una de las muchas referencias al escritor por estos días de celebración del Día del Libro, a propósito quizás también de su presencia en su querida Lima luego de haberse incorporado a la Academia francesa en un acto el pasado mes de febrero. Nosotros, que estamos por los lados de la capital peruana, seguimos estas crónicas y las palabras de Don Mario que proyectan la realidad de su país y de toda Latinoamérica. Pero desde aquí, igualmente, gozamos de la aclamación casi unánime (el régimen de Venezuela guardó silencio, como podía suponerse) al poeta larense Rafael Cadenas, por el recibimiento del premio a las letras por excelencia de Iberoamérica, Miguel de Cervantes, en la Universidad de Alcalá de Henares, en España.
De Vargas Llosa procuramos conocer las impresiones locales para avanzar en la comprensión de la dinámica de Perú, con sus sobresaltos institucionales, sociales y políticos. Las amenazas al desarrollo de esta nación, provenientes de secuelas de la historia reciente y de los años de la existencia del imperio inca. Del venezolano Cadenas queremos educarnos en su poesía, en las palabras y su sencillez, símbolos de la resistencia en un país roto por la involución que padece a causa del primitivismo autoritarista. Ambos escritores se han referido con bastante regularidad y ahora en momentos estelares del 2023, al valor de la libertad y la democracia. Esto, por supuesto, emociona. Se trata de un reservorio de sabiduría en escenarios domésticos, pero también globales, que están determinados por la postura fácil o el auge propagandístico en el que los numerosos fake news y la post verdad atiborran la escena.
Así, en el transcurrir de la contemplación de los días en este país andino, confrontadas las convicciones personales en encontrar la reflexión sobre estrategias civilistas ante la canalla, se presenta el episodio de la llegada a Lima, extraditado de EE UU por acusaciones de graves hechos de corrupción, del expresidente Alejandro Toledo, otro de los capítulos que manchan la institucionalidad de este patio, pero que a su vez explican muy bien -por opiniones que escucho- la calidad de líderes, aderezados de populismo, y por qué se han fortalecido tanto los obstáculos para el progreso armónico de nuestras sociedades.
En el seguimiento se presenta entonces el trance que ha involucrado a Colombia y Venezuela, con la reunión internacional para tratar el caso de la crisis política venezolana, topando con la expulsión de Juan Guaidó por el gobierno del país neogranadino. Un pastiche de intereses y motivaciones que parecen, de lejos ciertamente, nuevas pifias de un esfuerzo de luchas y que dibujan aún mejor la limitada capacidad de encuentros, que terminan fortaleciendo el entramado de la revolución bolivariana y sus tropelías. A la par que evidencia, lamentablemente, el entrampamiento de los sectores opositores, definitivamente manejados por el pragmatismo y el cálculo de intereses propios.
“Elecciones libres pero que los electores voten bien”
“América Latina elige ser pobre” repite el novel peruano de la “Ciudad y los Perros” en cada entrevista. Lo explica desde los comicios de los últimos años en Latinoamérica, y poniendo de relevancia el drama de Venezuela. Frente a ello, y conociendo los episodios amargos del modelo chavista, nos convence de que la pobreza viene reforzada por las opciones e ideas que se ofrecen a la población, en las que se asienta el hipnotismo del populismo y la mitología revolucionarios. “Ideas sin sentido”, dice Don Mario. Y que se imponen en elecciones al conservadurismo inerte, o al aventurerismo clásico que no cumple con la democracia y que en el ejercicio del poder se han burocratizado y se distancian de las cruzadas por el bien social.
Al final, buscando los pueblos una mejor medicina, respaldan las promesas revolucionarias que al llegar al gobierno muestran su ineptitud, roban riquezas, sueños y libertad. Este es lo que sucede en Venezuela con el socialismo del siglo XXI, pero donde por igual los partidos opositores se hunden en acciones penosas, fracasos, errores; contaminados hasta el cuello de la corrupción a la que sin muchas dificultades el régimen les ha llevado. Hay ceguera de futuro de la que también habla Vargas Llosa, y del estancamiento en las “ideas absolutamente desfasadas”, otra de sus descriptivas expresiones.
Capítulo aparte
El poeta Rafael Cadenas, el pasado 24 de abril, al recibir el Premio Cervantes dijo sobre la democracia: “Se necesita en los países donde existe, una pedagogía que la robustezca; en los otros, que no la han conocido, es vano tratar de introducirla. Los demócratas deben pedir a voces su renovación”. Renovación es un clamor en Venezuela, teniendo de telón de fondo apremiante el espectáculo decadente de la política nacional, en donde no hay “huesos sanos” en tirios y troyanos. Es coro estruendoso explicado por reflexiones sabias como las citadas y como las del sociólogo, Ramón Piñango: “El gran reto para todas las organizaciones e instituciones venezolanas es el mismo: tienen que repensarse…” Desechar, decimos nosotros, de una vez por todas, las ideas muertas; salir del chiquero nacional y latinoamericano en el que por no votar bien, o no teniendo opción, estamos inmersos.