Hemos visto en el curso de estas semanas el anuncio del sindicato de los actores en Hollywood, incorporándose al paro que ya había sido iniciado días atrás por el gremio de guionistas y escritores de esa poderosa industria de USA. Como se concibe normal en el imaginario del habitante común, se entiende que estando las actrices y sus pares masculinos en pedestales de fama y riquezas, son “inmunes” a episodios de tipo laboral de condiciones o discrepancias como ocurre con un profesional, trabajador o funcionario de nuestros patios domésticos.
Descubrimos con esas protestas desde sus duros mensajes de lucha que todo esfuerzo de producción, por muy de estrella e ídolos se trate, se maneja con apego a normativas y al empuje por conquistas de bienestar. Constatamos, una vez más, que existen categorías en el mundo del espectáculo donde no todos tienen la misma clasificación, lo que impone deban revisarse acuerdos y convenciones. Que estos muy sofisticados trabajadores valoran su fuerza de trabajo, talento, trayectoria y que al enfrentar al patrón que son esas grandes compañías de inversiones y manejo de millones de dólares, están velando por la condición actual y futura de la profesión, donde aspiran no quedar rebasados por dinámicas -lo reconocen expresamente- que les perjudique y les conduzcan a la ruina y a la miseria. Así, actores y actrices han ido a la huelga, sobre la cual será de mucha utilidad estar pendiente. Pero la cita de una materia en el foco de la opinión pública mundial no es un guiño a la farándula con sus capítulos de nuevas producciones rosas o grises, ni a los tan perseguidos cuentos de la vida personal de los artistas. Parece oportuno vincular la referencia con Venezuela; por las protestas y movilizaciones de los trabajadores en todas las áreas, y una que ha sido particularmente combativa como es la de los empleados públicos y más aún, la de los docentes. La comparación tiene todas las distancias: Trabajadores de países desarrollados, derecho al reclamo amparado por leyes, funcionamiento de instituciones, no se encuentra allí la presencia del Estado monopolizador como protagonista y elemento de confrontación y persecución. Pero lo que hace más grotesca la pretensión del paralelismo y a su vez, hace más graficas las diferencias en el desarrollo y el ejercicio democrático, es que mientras allá se plantan, entre otros aspectos, ante las impredecibles consecuencias de la inteligencia artificial, en Venezuela se enfrentan trabajadores y educadores con la falta de escrúpulos de la brutalidad dictatorial.
Mientras los trabajadores del espectáculo asumen la discusión sobre el futuro de la humanidad, desde su aporte y óptica, en nuestro país y en las naciones de Latinoamérica, la dedicación es para que sean respetados derechos elementales de la subsistencia. Definitivamente es para un sketch del recordado humorista venezolano, Jorge Tuero, en Rico MacRico.
Con los ojos en la nuca
La fortaleza en las acciones por los derechos elementales como las luchas salariales o el abandono de gestión pública, al igual que acometer con entereza la recuperación de la institucionalidad venezolana, son tareas que traspasan los intentos simplistas y, por supuesto, los círculos viciosos (por gastados y de cálculos subalternos) con los que hasta el presente -no negando las buenas intenciones- se han abordado los entramados legales construidos por el proceso revolucionario.
Si bien ha de reconocerse el peligro que comporta la acción cívica que se erige ante la opresión de quienes la ejercen, mediante la treta judicial o el terror de las torturas, lo otro innegable es que la acción de los factores denominados opositores (que han podido encausar esfuerzos creativos) han desembocado en la movilización voluntariosa con sinuosos objetivos, o se han replegado en la inercia conservadora que termina respondiendo al continuismo del poder del régimen. Es incipiente, casi inexistente, la convocatoria que estimule la esperanza organizada de los sectores sociales en un escenario de naturaleza dictatorial. Por otra parte, los factores políticos obsoletos no se vinculan con corrientes libertarias del mundo en aras de una relación con la población que pretenden dirigir siendo alternativa a la oscurana del socialismo del siglo XXI. Mientras en el conjunto de naciones surgen expresiones ciudadanas que cuestionan al totalitarismo, las ambivalencias de lo que se denomina el progresismo, los populismos autoritarios y el descredito de los partidos, se piensan propuestas en materia económica y política. Aquí, cuan actividad mecánica se insiste en proclamar espectros ideológicos rituales, sin conexión con el anhelo de la población. Fórmula que repite siempre a los eternos dirigentes, impuestos de requisito, para que organizaciones partidistas locales que no esconden pudores de sus intereses grupales y el añadido de actuaciones oscuras, sean -imagínense ustedes- los que motoricen los cambios profundos. Con la conseja de que “hay que arroparse hasta donde alcance la cobija” se escuda el neo conservadurismo, atajo para evitar conformar nuevos instrumentos de participación ciudadana. Es el final del ciclo político, consecuencia de su desconexión con las generaciones que han venido abriéndose camino de cualquier manera en este tiempo. Pero eso sí, esos “dueños” de la política pretenden seguir comandando cuanta fórmula medianamente entusiasta aparece en el interés de los venezolanos para salir de la pesadilla revolucionaria.
No es saludable tener los ojos en la nuca cuando el horizonte está lleno de retos superables con la convicción por los derechos, y acompañar las expresiones que con firmeza emplazan al poder. No es cosa de artistas, es ejemplaridad, firmeza, responsabilidad y propósitos claros.