jueves, 15 mayo 2025
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Hagamos las paces para ayudar a nuestra salud mental        

La ansiedad, el agotamiento y/o la desconexión, son cada vez más comunes en este mundo complicado, acelerado y con múltiples problemas.

Cuando a uno le duele una muela, si tenemos cómo, vamos al odontólogo, pero cuando nuestra salud mental está afectada, no nos damos cuenta y puede ir creciendo esa afectación, con consecuencias muy negativas.

Según un estudio de Projet Hope, publicado por @infobaseamerica, y citado por Mind Food, la crisis mundial de salud mental es una realidad innegable. La depresión ha pasado a ser la principal causa de la discapacidad a nivel global, uno de cada 8 individuos, padecen algún trastorno de salud mental. La ansiedad, el agotamiento y/o la desconexión, son cada vez más comunes en este mundo complicado, acelerado y con múltiples problemas.

Venezuela no escapa de esa realidad mundial, y nos atreveríamos a decir, que en algunos casos con agravantes, como la inflación unida a bajísimos salarios, los servicios públicos que no existen o funcionan un día sí y dos no. No es casualidad que Cáritas haya destinado el tema de la salud mental en una campaña durante la cuaresma.

Según los compañeros de Cecodap, hay factores que pueden alterar nuestra salud mental, como el estrés, la ansiedad, la situación social, la dificultad para tener los elementos básicos para subsistir, cambios en nuestra dinámica vital – nuevo empleo, nuevas relaciones, duelos o pérdidas… Añadimos perder el trabajo, la migración forzada de algún familiar cercano, la soledad…

Continuando con Cecodap, algunas señales de alarma son: cambios en nuestro patrón de sueño, cambios en la alimentación – aumento o disminución del apetito, irritabilidad, llanto fácil, deterioro de las relaciones interpersonales…

Y ahora les comparto algunos consejos prácticos que pueden ayudarnos a tener salud mental, resultado de mi experiencia como educadora, y acompañante de maestros y madres. Aquí va esta “familia” de erres que puede ayudarnos:

Comencemos por reconocer cómo está nuestra salud física y mental. Qué nos preocupa, qué podemos enfrentar y qué no, nuestro entorno familiar, laboral, comunitario, el país…

Pasemos a aprender a relajarnos, respirar, “remover” nuestros músculos -hacer ejercicio-. Reposar: equilibrio entre trabajo y descanso. Los ejercicios de respiración, al levantarnos, a mitad de mañana en el trabajo, o en el hogar, en la noche, ayudan a serenarnos, bajar la velocidad pues. Aprender a decir que “no podemos” asumir más tareas cuando ya tenemos suficientes, por ejemplo. Desconectarnos del celular, de las pantallas en general…

Regalar “piropos”, o sea, saber reconocer lo bueno que tienen o hacen los demás -en la familia, en el trabajo- y hacerlo saber. Un buen “piropo”, ayuda al otro y a nosotros también, ser de la AAM (Asociación de la Alabanza Mutua) de la cual soy presidenta, y para la cual no se necesita código QR, ni cédula vigente, sino valorar a los demás y que ellos lo sepan.

Regalar un rato de escucha, algo bueno para el otro, una visita a esa amiga que está sola, las buenas acciones elevan nuestra capacidad de generar endorfinas. Sume a esto regalarnos a nosotros mismos ya sea un piropo -por algo que nos salió bien-, o un placer que nos hará sentir bien… Ser generosos con nosotros mismos.

Reír y sonreír. Sonreír cuando saludamos abre puertas, se contagia. La risa también es contagiosa, acerca y distiende el sentido del humor se enseña y se aprenda. Ríase, aunque sea de usted frente al espejo por la mañana, verá cómo funciona en sus relaciones familiares, ríase antes de llegar al trabajo, así sea de manera forzada… Si es educador, mejor todavía, sus alumnos le sonreirán también.

Recordar buenos momentos, esa vez que la salió muy bien una exposición, esa vez que le hicieron un reconocimiento… Nadie le puede robar esos recuerdos bonitos.

Reunirnos. Aislados es más difícil tener buena salud mental. Reunirnos con esas amistades de siempre, estar con la familia sin el celular en la mano, trabajar en equipo en el colegio, si somos educadores… Caminar juntos un rato, cantar, aunque desafinemos…

Recurrir a ayuda si fuera necesario. Pedir no es señal de debilidad sino de inteligencia. Si estamos en una crisis y no sabemos qué hacer, recurramos a una buena amistad o a un profesional, hay que eliminar ese estigma de que lo tachen a uno de loco por ir donde un psicólogo o un psiquiatra.

Reconectarnos con nuestros valores esenciales: la fe, la familia, esas amistades fundamentales, las metas que nos hemos trazado.

Rezar, orar. Hablar con Dios ayuda mucho. Él siempre nos escucha. Agradecer cada mañana todo lo que tenemos, cada noche agradecer los buenos momentos del día que merecen agradecimiento, como las oportunidades que tenemos de hacer el bien, rezar por otros… Un Padrenuestro que nos hace a todos hermanos, rezarlo cada mañana, cada noche… Padrenuestro que estás en la casa, en el patio entre chamas y chamos, que tu reino sea santificado y que de los juegos surjan los hermanos…

Bueno, hasta aquí nuestras recomendaciones. Necesitamos salud mental para llevarnos mejor con los demás y con nosotros mismos.