El cuadro social, económico e institucional de Venezuela, a un mes del desconocimiento de la soberanía popular con el fraude implementado a plena cara de la población, se viene moviendo en un chinchorro de signos, algunos esperanzadores con declaraciones provenientes de organizaciones y gobiernos del mundo, así como con esgrimas que no salen de la oscuridad, dejando el mal sabor de la falta de perspectivas inmediatas. Forman un tobogán en el que se desliza a cada minuto que pasa, una nueva agresión, un acto contra los derechos, una maniobra contra la constitución y el compendio de leyes que alguna vez significaron, con fallas y omisiones, paredes contra la opresión, el poder ilimitado y el capricho.
Para el habitante común que “mastico” su plena opción cívica el 28 de julio; ese trajín de normativas usadas por el modelo chavista según se le antoje o le convenga, también se vuelve hartazgo, como antes llegaron a ser los discursos mecánicos de los partidos políticos y sus voceros. Como llegaron a convertirse las acciones propagandísticas de las instituciones, alejadas de las esenciales problemáticas populares. Como hoy, cuando las informaciones se confunden con el juego de intereses, al no cumplir con lo sustantivo, edulcorando la saña de la maldad con eufemismos o supuestos: es decir, la tachadura a aquello del coraje moral formado por las experiencias y el estudio del que habló Joseph Pulitzer hace un siglo.
Pero volvamos a estos días grises y llenos de silencios con que septiembre abre su transitar, sobre todo en el estado Bolívar. Esa, nuestra región, que pintó primores en el desarrollo y en el empuje económico e incluso en la orquestación de una formación académica técnica y un tanto más rezagada la humanística, pero presente. Ahora, cuan cenicienta, vive de “oficios” menudos; deshilachados sus ropajes de desarrollo, se afana en copiosos esfuerzos para pequeños y domésticos proyectos siempre amenazados. Cuando la madeja de maniobras que involucran al aparato institucional, se dedica a intentar a garrote y a acrobáticas interpretaciones del Estado de derecho -anulando su esencia-, a la “normalización” de la vida del país. A pasar por alto, claro está, la trama tenebrosa que desconoció el sentimiento de cambio expresado en las elecciones presidenciales de julio (HRW: “La represión que estamos viendo en Venezuela es brutal”. Informe presentado por esta ONG el 4 de septiembre). No es impertinente u ocioso preguntarse si ¿esta legalidad no dejará escaras en el funcionamiento de instituciones descalificadas por sí mismas en sus doctrinas más profundas? “La hipocresía a gran escala” calificaba en su estudio sobre el totalitarismo, Hannnah Arendt, refiriéndose concretamente a la actuación de las instituciones de la Unión Soviética en su tiempo. ¿Pueden reaparecer, tonificadas, sin rostros alterados por la mentira y la falta de escrúpulos para perseguir a quienes la señalan en la sociedad venezolana sin que esto altere la civilidad? “La dominación total es la única forma de gobierno con la que no es posible la convivencia”, observó Arendt.
Llueve y escampa
No es una morisqueta pintoresca de la farsa institucional, por sofisticada o burda que se presente, la que tienen en sus manos las comunidades y ciudades de Venezuela. Son días de definiciones en cuanto a la ausencia absoluta de libertad o a su recuperación. Basta mirar a los pueblos de Guayana, paralizados en espacios significativos de sus logros y de posible prosperidad. Vuelta al ritornelo de sus crisis más enconadas como en la Ciudad Guayana de la imposibilidad de movilización por falta de combustible. La de lenta conversión en la ciudad de las casas muertas que alguna vez refirió Miguel Otero Silva, de otros linderos y épocas, ahora para Ciudad Bolívar. En los municipios Sucre y Cedeño, con una monotonía que agrede por sí misma, incrustada en las carencias; al esfumarse (hasta que las noticias buenas se dignen de llegar) el esfuerzo de la movilización por el cambio (aun cuando se agudizan los oídos a su llegada). “Somos una población atípica”, comentan los coroberos mientras recorren las calles hacia la nada existencial de las horas.
En Tumeremo hacen dulces de guayaba, que siempre e históricamente ha sido sabroso recurso, primordial al sustento. “Aquí las cosas están duras”, me avisa un vecino y hasta ahí llega el comentario; no hay necesidad de más palabras. Estos pueblos, no mencionó al resto de los municipios guayaneses, en similares circunstancias, están por igual presos y torturados, en la propia oscurana de su Helicoide imaginario aun cuando vivo, a merced del modelo revolucionario que hace el monopolio de la vida. ¿Consecuencias? Muchas y todos los días. A la par de la sinuosidad de los Estados que se dicen democráticos, indiferentes al dolor colectivo, usando con la filigrana de la burocracia que elude la defensa democrática y de la libertad con convencida energía. Posturas llenas de discursos elásticos que permiten el apoyo a las leyes de un régimen que escala con total cinismo sus rangos de crueldad y control total.
Queda en nuestras manos asumir el destino del país; la firmeza de Edmundo González, presidente electo, no deja dudas. María Corina Machado cuenta por parte de la población con la confianza intacta para edificar las soluciones inéditas de la lucha democrática, al cobro del triunfo de las elecciones de julio; aun con las comprensibles impaciencias. Ya han sido demasiados años de trampas y miserias. Este septiembre de sofocantes calores, es también de abundantes lluvias: “Llueve y escampa” dijera el recordado expresidente venezolano.