El cono sur americano muestra profundas grietas y también volcanes al acecho que amenazan hacer erupción en cualquier momento. El asunto no es para geólogos o vulcanólogos: se trata de grietas de carácter político e ideológicos y divisiones a nivel social que pueden volver a estallar, como ya ha ocurrido en el pasado reciente.
Los resultados de las elecciones legislativas en Argentina y de las presidenciales en Chile, obvian abundar en información y explicaciones. Además se le suma Brasil donde el expresidente Lula encabeza las encuestas para las presidenciales del próximo año, Jair Bolsonaro se siente seguro y tranquilo en tanto surge con fuerza la candidatura del exjuez Aldo Moro, el del Lava Jato, que metió preso a Lula.
Una linda mescolanza en Brasil desde donde las informaciones son bastante militantes y tendenciosas y hacen difícil saber cuál es la realidad. Hay como una línea engañosa en una especie de nuevo orden informativo mundial en que la derecha siempre es “ultra” o anda por ahí y la izquierda es progresista y jamás radical pese a contar en sus filas con exterroristas, gente que ha matado a muchos inocentes, que ha secuestrado y ha robado y que ahora van por la “vía electoral”, lo que explica en parte el existente deterioro y desencanto con la democracia.
En Brasil lo concreto es que el presidente Bolsonaro cuenta con el respaldo de los militares, que son “el poder real” en ese país. Los mismos militares que respaldaron a Lula por dos periodos y que no “bancaron” a Dilma Rousseff cuando creyó que podía escarbar sobre lo que pasó durante la dictadura. Entonces se encontró el mecanismo institucional para sacarla, sin “salirse” de lo democrático. Es difícil prever lo de Brasil; está lejos todavía.
Tampoco es sencillo lo de Chile; si el derechista José Antonio Kast o el izquierdista Gabriel Boric. Va a ser un balotaje muy peleado, en un país donde paralelamente funcionará una constituyente encargada de elaborar una nueva Constitución para sustituir la vigente, de inspiración pinochetista. Es un hecho que los perdedores fueron los partidos de centro, centro derecha y centro izquierda. Con esa realidad y con el antecedente de los estallidos sociales de hace dos años Chile muestra un futuro complicado.
Lo de Argentina es más enmarañado aún. Sin duda se dio el peor de los resultados para los argentinos. Oficialismo y oposición festejaron como si hubieran triunfado. El contento de los kirchneristas es porque remontaron los porcentajes que le daban las encuestas y los de las internas (para elegir los candidatos) realizadas en setiembre. El hecho es que perdieron en todo el país (8 puntos) y en la provincia de Buenos Aires (un punto y algo) cosa que no ocurría desde 1983. Además el oficialismo perdió la mayoría absoluta del Senado, que preside Cristina Fernández de Kirchner.
Los kirchneristas radicales, que de hecho fueron los más golpeados, igual se sienten bien: lo importante es manejar la caja y no perder la capacidad de hacer daño, decía Néstor Kirchner. Y para eso todavía les da. El sueño de algunos de que CFK fuera a la cárcel, puede verse demorado.
El quórum en el Senado -se necesitan dos votos más- se va a tener que negociar con senadores independientes (unos 4), sobre lo que una fuente de la oposición comento: “se abrirá una nueva boca para la corrupción”.
Mientras tanto es difícil evitar que las tensiones, con la profunda grieta existente, más la pobreza y la inflación no se reflejen en la calle.
Argentina además deberá renegociar con el FMI una deuda de más de 45 mil millones de dólares.
Es en este punto donde se da lo único cierto: impagable para Argentina e incobrable para el FMI.
Lo demás es especulación.