domingo, 8 septiembre 2024
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Granada fragmentaria en la plaza y puente derrumbado

Las provincias, Guayana en nuestro especial caso, no deben convertir los graves acontecimientos del planeta en parálisis a sus propias urgencias.

@OttoJansen

Imposible no mirar lo que pasa con la invasión rusa en Ucrania. El mundo en su conjunto, el pensamiento humanista, democrático y libertario se juega la vida con las consecuencias de lo que allí está pasando. Despierta la pesadilla de la posibilidad inminente de una nueva guerra mundial (ya en curso, según analistas) y en ese escenario poco previsto por las potencias del globo e improbable para la imaginación de la humanidad, no caben los discursos diplomáticos edulcorados ni la burocracia que, fríamente, ha sostenido al planeta, mientras cunden el hambre, las amenazas climáticas, la profundización de la desigualdad social y los tiranos del siglo XXI que son tratados como damas.

Ciertamente, imposible no hacerlo, aunque la guerra cotidiana que vivimos en Venezuela y sus regiones siga implosionando con normalidad en el acontecer que nos hunde en la miseria y la ausencia de derechos. La “gestión” pública del modelo revolucionario se fue tras las comparsas carnestolendas: lo que puede existir de ellas en una crisis latente, en un ambiente de la variante ómicron aun sin atajar, en un clima de violencia instaurado y normalizado en el estado Bolívar. Y dejó a las prioridades de las comunidades como el aspecto “folclórico” e intrascendente de los días que se suceden, de los padecimientos que no tienen atención por semanas y años. En el contexto de inteligentes y audaces decisiones para el mundo, por supuesto que la prolongada condición de crisis integral nacional merece evaluarse para ubicar su espacio en las dificultades internacionales, que las tiene, y que de alguna manera por las parsimonias de la conducta diplomática el país no ha tenido los avances posibles en el marco de la justicia. Pero claro, no hay que obviar la incidencia directa del “bochinche”, desgaste y yerros de una oposición que sigue -en sus mejores expresiones- apegada a los manuales ritualistas ya caducos e inútiles.

Las provincias, Guayana en nuestro especial caso, no deben convertir el cauce de los graves acontecimientos del planeta en parálisis a sus propias urgencias. Para encontrar las llaves de aportes a las soluciones del país y para reencontrarse con el nivel que supuso el concepto (aunque determinado en lo social) de la modernidad alcanzada. Solo el trabajo con las ideas, la articulación con los jóvenes, la presencia femenina y de la familia nos permitirá ser calificados observadores del rol de los totalitarismos en el mundo. Y esta preparación siempre será sobre la evaluación que disciplinadamente hagamos de la realidad nacional. Necesitamos en Guayana acertar en la interpretación del momento histórico que nos atrapa, su evolución y perspectivas, calificando sin ambages, o enfrentando sin cortapisa los personajes y acciones que nos limitan: es imprescindible. Lo es de igual modo estimular a los agentes activos y novedosos de la transformación democrática en Venezuela y de este huérfano estado Bolívar. Es requisito el atrevimiento de pensar y actuar con manifiesta alma libertaria. 

¡Miedo! 

De su cuenta en la red social twitter, el analista alemán Georg Eickhoff, muy vinculado a nuestro país, comentó:El tema no es comparar la lucha de Venezuela con la de Ucrania. Se trata de entender que es la misma”. Sin quitar el miedo que el escenario de una guerra mundial produce; en esta tierra nosotros olvidamos la probada y larga capacidad de aguante, diluida ante los episodios de la realidad nacional directa, que muestra cómo la población (la humanidad, también) puede llegar a convivir con la aniquilación (esa que pueda expresarse de un momento a otro) y hacer al mismo tiempo en cada pequeño acto el camino de la esperanza.

Por supuesto que en la escena mundial las cosas no son tan domésticas como lo vivimos en nuestra tragedia, pero a diferencia de la “corrección política” con que se ha actuado aquí, conllevando el hundimiento del territorio, sus riquezas y su gente, en las naciones parece haberse encendido el chispazo de que en la defensa de lo humano y los derechos, las palabras por sí sola no bastan, mientras Ucrania es arrasada defiendo su identidad. En los pueblos, de Guayana por ejemplo, cargados de la emocionalidad, los bailes del antiguo rey Momo siguen su curso, a la par que una granada fragmentaria se lanza a la plaza pública (y no estalla) o el puente de Los Aceiticos, urbanización en la capital del estado, que hasta fotos bien bonitas tuvo recientemente con los nuevos concejales, se derrumbó con idéntico pronóstico de la Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez. La lección en el mundo marcha pese a todo; las ideas no se hacen tan inútiles como las que dejó la filósofa Hannah Arendt en los Orígenes del totalitarismo, según lo que citamos acá del prólogo de la edición española de 1998: “Fue escrito por el convencimiento de que sería posible descubrir los mecanismos ocultos mediante los cuales todos los elementos tradicionales de nuestro mundo político y espiritual se disolvieron en un conglomerado donde todo parece haber perdido su valor específico y tornándose irreconocible para la comprensión humana (…). Uno de ellos, que se presentaba como pequeño y carente de importancia políticamente, el antisemitismo, llegó a convertirse en el agente catalizador del movimiento nazi y, a través de él, de la Segunda Guerra Mundial y las genocidas ‘cámaras de la muerte’. Otro, la grotesca disparidad entre causa y efecto que introdujo la época del imperialismo, cuando las condiciones económicas determinaron en unas pocas décadas una profunda transformación de las condiciones políticas en todo el mundo. Un actual neototalitarismo amenaza con nuevas destrucciones y ataques a la humanidad”.