Hace 88 años murió Juan Vicente Gómez, el 17 de diciembre de 1935 y había nacido el 24 de julio de 1857 en La Mulera. Fíjense que casualidad tan bolivariana, que hasta llamaría la atención de un alumno de primaria de la educación pública venezolana, despreciada y abandonada por el régimen socialcomunista. El mismo que se hizo aprobar una constitución bolivariana en 1999, teniendo como telón de fondo el doloroso espectáculo de un deslave, que dejó un número de muertos del que no existen cifras medianamente confiables. Una tragedia precedió a otra tragedia que apenas comenzaba, y que ya cumple un cuarto de siglo.
Le va pisando los talones a la tiranía de Gómez, que ostenta el récord de 27 años. Digamos que, de manera formal, pues Gómez cogobernó con su compadre Cipriano Castro, a quien acompañó en su “revolución liberal restauradora”. Y es que todas las tiranías empiezan como revolución. Para llevar adelante su revolución e iniciar su dictadura, Castro atravesó los estados Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Yaracuy y Carabobo. Su entrada triunfal a Caracas -después de cinco meses cabalgando- se produjo la tarde del 22 de octubre de 1899. Durante esta larga marcha, el de La Mulera organizó las tropas, las dotó de municiones y las alimentó. También fungió de fiador personal de las provisiones, que los comerciantes le entregaron en cada pueblo por el que pasó el ejército castrista.
El papel de Gómez fue fundamental. Por eso El Cabito, en diciembre de 1899, lo designa gobernador del Distrito Federal, cargo en el que permanece sólo dos meses. Pues una inusual situación debe ser enfrentada en Táchira. Pues Juan Pablo Peñaloza y Joaquín Coronado -representantes del desaparecido gobierno de Ignacio Andrade- seguían al frente del ejecutivo tachirense. Cumplida su misión regresa a Caracas en 1901. Allí la Asamblea Nacional Constituyente dicta un decreto para organizar, provisionalmente, la república y nombra presidente a Castro, a Ramón Ayala primer vicepresidente y a Gómez, segundo vicepresidente.
Todos sabemos que el siglo XIX fue una sucesión de revoluciones, cuyas llamas no habían sido extinguidas del todo. De tal suerte, que el inicio del siglo XX auguraba más violencia con la aparición de guerrillas en varias regiones, y el descontento de los liberales amarillos y de los nacionalistas con el gobierno recién instaurado. En 1901, en Aragua, se alzó el general Luciano Mendoza, lo que inició la “revolución libertadora” con un nutrido ejército de 16 mil hombres. Organizada por el banquero y político liberal Manuel Antonio Matos, quien recibió apoyo económico de la New York and Bermúdez Company. Gracias a este financiamiento, Matos organizó un ejército que fue desplegado en todo el país. Sin duda, una empresa revolucionaria muy poderosa.
El 20 de diciembre de 1901 el ahora general de división, J.V. Gómez, inicia el enfrentamiento con las muy bien organizadas y mejor apertrechadas huestes de Manuel Antonio Matos. Siempre estuvo al mando, hasta que logró desactivar la fortaleza de sus oponentes el 3 de junio de 1903. Llamado el “Pacificador de Venezuela” todavía le faltaba enfrentar a Nicolás Rolando en Ciudad Bolívar, convertida en su trinchera. El combate se inició el 19 de julio y el 21 se rindió el ejército de Rolando. Este fue el fin de las guerras civiles en Venezuela.
La pacificación fue un logro de vital importancia, para un país que sólo conocía la paz en los breves espacios que antecedían a una nueva revolución. Sinónimo de violencia, guerra, sangre y muerte. Pero una cosa era el país y otra la guerra intestina que se había desatado entre los compadres. El poder no podía albergar a dos egos de semejante envergadura, y finalmente Juan Vicente Gómez se impuso e inició su dictadura en 1908.
Durante su larga tiranía ordena 7 reformas constitucionales, cuyos motivos tuvieron que ver con la acumulación de más poder, y la búsqueda de mayor comodidad en su ejercicio. Reformaba la constitución para blindarse y demostrar que no tenía límites. Pues el territorio le pertenecía, así como también las riquezas y las vidas de quienes sobrevivían en medio de la más feroz represión, las enfermedades, el analfabetismo y otros males. Sin embargo, algunos estudiosos han sido deslumbrados por “las luces del gomecismo”.
Vale recordar que Mariano Picón Salas apuntó que Venezuela entró al siglo XX en 1935 cuando murió J.V. Gómez. Hoy cabe preguntarse cuándo se iniciará el siglo XXI en esta colonia castrocomunista: oscura, tenebrosa y en permanente involución.
Agridulces
Como un prócer fue recibido Alex Saab. La élite dominante se repartió los honores que merece tan ilustre diplomático, que tanto y tan bien ha servido a la cúpula. No faltaron las lágrimas cuando el barranquillero bajó del avión que lo fue a buscar al imperio mismo.