viernes, 16 mayo 2025
Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

Godot en resistencia cívica y con pasticho geopolítico

La ingenuidad y el voluntarismo ya no caben en este proceso por muchas aristas y complejidades que tenga. Defender los derechos en las circunstancias más duras, claro es de obligación: con modo todo se puede, dijera Bolívar.

@OttoJansen

¡Qué difícil es ser venezolano en estos tiempos! Aprecié un video de redes sociales donde explica circunstancias y sentimientos en las horas más que complicadas tanto a lo interno como fuera del país. La fortaleza del material, por cierto, es la exhortación a la lucha, que en algunos se nos ha convertido de tantas erupciones en impasible masa piroclastica. El escenario puede ser enormemente confuso, de pesadilla repetitiva. Como un tiempo sin medidas lleno de demencias, cuya mayor obligación es la hilaridad bien sea pública o en la intimidad. El título que describe en rigor tal proceso es algo así: Esperando a Godot con, o entre la resistencia del espacio público de la sociedad venezolana y el engrudo del pasticho de la geopolítica internacional. ¡Qué difícil!, repito dijera el creador de contenidos citado.

Puede ser que el planteamiento del tema vaya presagiando el sarcasmo como arma defensiva. No es exactamente así, aun cuando hay que recordar que lo que no podemos perder es el juicio en momentos de amenazas, y en que los círculos sociales y profesionales del mundo han mandado al cubículo del palo mayor toda agudeza y equilibrio, agarrándose de una racionalidad prefabricada, más que del conocimiento o puntual “sentido común”.

En el proceso político e institucional venezolano comandado por el maquiavélico, corrupto y antisocial modelo político de la revolución chavista, ha pasado de todo. Se han repetido episodios, con los años casi iguales y, luego, han vuelto a repetirse grotescamente. En todo esto la victoria ciudadana no ha terminado nunca de concretarse pese a sus permanentes y brillantes esfuerzos. Los argumentos a favor del cambio o en contra de las cúpulas podridas, han dado la vuelta, cuan guaya de kilometraje, en miles de ocasiones. Los cuentos que una vez no se creyeron, como aquel de que no éramos Cuba, lo hemos masticado, digerido y expulsado orgánicamente. Y cada ciertos lapsos (como ocurre con la situación del dólar, en la economía), lo volvemos a encontrar para el indetenible recorrido.

El 28 de julio unió al país. El cuerpo que componen las clases sociales más necesitadas derrotó a la estafa del socialismo del siglo XXI, como también a las elites que pretenden estar en un continuo reacomodo susurrando al régimen que le lance migajas de pan a las masas. En esa fecha deberían haberse abierto de par en par las puertas de la sensatez y la cordura para dejar atrás el país roto. No ha sido así y por el contrario se abrieron las puertas del “infierno” con la mentira a partir del fraude electoral y el empeño en negar los hechos. Con la nueva administración de USA, que nos atañe e involucra en lo bueno y lo malo, se desataron -de parte nuestra- todas las avalanchas de reacciones justicieras (con razón o sin ella), los acompañamientos a todos los derechos posibles y las diligencias que se han nutrido, por mampuesto ciertamente, de los no tan inocentes intereses del múltiple juego interno norteamericano, además de presentarse los conocidos grupos “humanistas” latinoamericanos con mira en la mitología revolucionaria siglo XXI, haciendo suyo los clamores de la libertad que han resonado más fuerte y al unísono que nunca contra bandazos del imperio. Han dejado al margen (como puede esperarse) sin predisposición, ni mala intención -que puede ser peor- las alertas y luchas necesarias contra la acechanza del oscuro destino cubano y nicaragüense que se acerca a Venezuela; ignoran, como siempre, los planes del Foro de Sao Paulo o las acciones de los gobiernos neo totalitarios, en la que somos objetivo y experiencia novedosa. Todo siempre enfocado por muchos especialistas de la opinión pública como leyendas urbanas, o teorías “conspiracionistas” pero que en Venezuela podemos afirmar, luego de padecer tantos capítulos retorcidos, de que “vuelan, vuelan”. El comatoso aparato gubernamental bolivariano, por lo pronto, ya derrotado en su narrativa medular, ha podido inyectarse bocanadas de aire, usando el inamovible sufrimiento popular que, finalmente, servirá para que la masacre contra los venezolanos siga galopando: “Cesar los gladiadores que vamos a morir te saludan” pudieran decir los compatriotas deportados al llegar a Maiquetía. Así somos.

¿Quién dijo discernir?

Ahora, por fortuna, la realidad es terca, igual que quienes desde los espacios de defensa de los derechos, activos directos en el patio nacional (heroico ante la persecución y, auténtico, frente al cardumen de camaleones y prestidigitadores en el área), disciernen la semilla de la cizaña y acompañan el espacio cívico pequeño que no se rinde. Defensores que no voltean la página ni se inhiben de acompañar los reducidos movimientos gremiales, sociales, familiares y comunales que se expresan en contra de las problemáticas cotidianas de un país sin gestión pública; con desapariciones y detenciones arbitrarias. Es verdad que este camino de redención democrática se ha llenado todavía de más obstáculos, incertidumbre y riesgos. La conseja una vez lógica de participación electoral ha quedado vuelta trizas por la manipulación revolucionaria, y otra vez vuelve a ser el San Benito de la discusión engañosa de los “puristas” y oportunistas. Sin embargo el camino concreto de la resistencia cívica está ahí, de vaso comunicante con el sentimiento nacional que rechaza el camino totalitario. Sirviendo de tonificador (como sucedió con la reciente movilización universitaria) a la organización social anónima y naciente en las regiones, ciudades y pueblos por obtener el respeto a la soberanía popular y lograr el triunfo definitivo de la libertad.

La ingenuidad y el voluntarismo ya no caben en este proceso por muchas aristas y complejidades que tenga. Defender los derechos en las circunstancias más duras, claro es de obligación: con modo todo se puede, dijera Bolívar. Godot, parecido al personaje de la obra del absurdo de Samuel Beckett, mientras tanto, está en resguardo, esperando la hora que sigue esquiva.