Con toda seguridad hay muchas investigaciones, estudios, teorías, opiniones, trabajos de campo y otras actividades intelectuales y profesionales que tratan de explicar el comportamiento de la gente que conforma una sociedad y una cultura determinada por sus acciones y reacciones, tradiciones y costumbres, historia y desarrollo, objetivos, estímulos y deseos, enfoques políticos y aspiraciones personales y grupales ambicionadas a lo largo de las vidas; pero las realidades y sus consecuencias difícilmente pueden ser superadas a las que alcanzan los observadores de campo sobre el funcionamiento mental de las colectividades y de los individuos que las integran.
A pesar de los esfuerzos y los análisis más concienzudos y científicos, a los investigadores conductuales les pasa como a los supuestos videntes: que hacen predicciones sin explicar los motivos por los que al final no suceden. Sin duda que los asuntos relativos a las pasiones y emociones humanas no son matemáticos y muchas veces resultan completamente impredecibles.
Es incomprensible que nuestras sociedades insistan en hacer siempre lo mismo, sin darse cuenta que de esa manera siempre van a obtener los mismos resultados. Se empeñan en mantener en el poder a políticos, partidos y doctrinas que los han engañado adulándolos, dándoles las sobras de los enormes recursos materiales que manejan en beneficio propio y de sus allegados, sin priorizar las necesidades verdaderamente importantes para el avance y progreso del pueblo conformado por los diferentes estratos necesarios para desarrollar una sociedad libre, justa, independiente, armoniosa, trabajadora y apasionadamente ávida por lograr triunfos y la mejor vida personal, familiar y colectiva basada en sus habilidades, academia y tenacidad dentro de las ofertas de un estado de derecho conducido por dirigentes probos en intenciones, ejemplos y procederes.
Nuestros pueblos sufren de pereza mental y de flojera emocional para experimentar los verdaderos cambios que podrían suceder si no se dejaran engatusar constantemente por la clase de políticos que usan repetidamente los argumentos sempiternos y trillados sobre la erradicación de la pobreza, la corrupción y las desigualdades que, lamentablemente, son inextirpables tal como algunas enfermedades. Siempre existirán.
Los pueblos continúan manteniendo en el poder a quienes los manipulan y los marean con promesas que nunca se cumplen; o porque son inviables o son sencillamente fantasiosas. No se permiten experimentar otras opciones ofrecidas por aquellos mal calificados por razones de carácter personalísimo y no por sus ejecuciones y logros.
Es completamente desconcertante que integrantes de nuestra presunta oposición digan que no tenemos un problema ideológico en el país, cuando la cubanera marca la pauta del régimen en todas las instituciones y actividades; tal como la ley antibloqueo urdida e impuesta por ellos. Igualmente sorprende que otros supuestos líderes se cuadren con unas elecciones amañadas, para favorecer a la dictadura comprometida con una doctrina política extranjera, por motivos inconfesados.
La triste certeza es la falta casi absoluta de liderazgo que sufrimos, tanto en cuanto a carisma individual como a la visión de estadista, que deberían ser virtudes de cualquiera que pretenda dirigir una nación de manera adecuada. Mucho más en esta época tan convulsionada cuando los enemigos pululan y han unido fuerzas y debilidades para atacar violenta y ladinamente a todas las resistencias, usando métodos inescrupulosos y masivos.