@OttoJansen
La prensa limeña en las últimas horas del mes de abril destaca informaciones del siguiente calibre “…balearon a tres choferes de combi en una zona en zozobra por cobro de cupos” la nota agrega: “En pleno estado de emergencia, al menos un chofer de combi fue asesinado a manos de la extorsión y el cobro de cupos” reseña el diario El Comercio. El portal Divergentes. News relata: “Un violento ataque contra un conductor de transporte público ha generado conmoción en la avenida Venezuela, frente al Hospital Naval (…) Las primeras investigaciones sugieren que una motocicleta que aparentemente seguía al vehículo de transporte público, estaría involucrada en el incidente”.
La situación de la violencia criminal, centrada en varios sectores de Lima, es un chinchorro que sube y baja. Sin embargo en las semanas recientes la atmósfera de inseguridad se ha vuelto atosigante en la extensa ciudad, debido al incremento que ha significado la aparente expansión del hampa a distritos no tradicionales de su acción; todas ellas de extracción popular. Los hechos de sangre tuvieron un punto de grave repercusión cuando fue emboscado el autobús de la orquesta de cumbia Armonía 10, y asesinado el cantante Paul Flores, en horas de la madrugada del 16 de marzo; lo que hizo relevante las amenazas, también contra los artistas de la música, además de las ya manifiestas situaciones de cobros que padecen los pequeños y medianos comerciantes de Perú. La problemática que ha venido siendo enfrentada por el gobierno con decretos de estados de emergencia y militarización, ha creado desasosiego entre los conductores y líneas -hasta 68 de estas han denunciado las extorsiones-, crean inconformidad y miedo en los habitantes, faltando muy poco para que reaparezcan las “convenientes” campañas xenofóbicas contra los venezolanos especialmente.
Juan Carlos Urbina, periodista vinculado al estado Bolívar por muchos años, ahora en Lima, ordenado también sacerdote de la Iglesia Católica Ortodoxa, en sus indagaciones y reportes de conocidos (que hemos citado en otras de las columnas), viene indicando el carácter predeterminado de estos “picos” violentos en los que asegura se encuentran entrenados antisociales venezolanos aupados y financiados por el régimen bolivariano. El dato involucra la presencia de la banda del Tren de Aragua (extrañamente anunciada como desmantelada en varias oportunidades por las autoridades policiales incas). Además es notorio el desafío que hacen los criminales (en las que por supuesto existen cabecillas peruanos) al Estado nacional, no midiendo horas de ataques, cantidades diarias y sectores en los que se desenvuelven a sus anchas. Esto no puede calificarse como acciones aisladas o improvisadas. Allí reside el plan -enfatiza Urbina- para hacer daño a la gente decente, a los propios compatriotas honestos a quienes delatan; intentando ridiculizar, al mismo tiempo, a las autoridades y a las instituciones. Crear el pánico desmedido que propicie el clima de caos donde la gente termine por despachar su frustración contra el sistema democrático.
El acecho revolucionario en Latinoamérica
De lo que hemos visto o escuchado de pobladores en Lima Sur, sobre sus problemáticas y aspiraciones, Villa El Salvador, distrito popular de esta jurisdicción, por ejemplo, han corroborado que los cobradores de vacuna se han movido para el sector, cuando la mayoría de los episodios de violencia se han suscitado permanentemente en Lima Norte. Allí tenemos un indicador que mide el atentado contra la forma de vida que se han dado estos habitantes, avanzando en los últimos 15 años -constato- en las áreas del desarrollo urbano y obras públicas. Ahora, al hacer repaso de los estudios de investigación, como los que ofrece el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), puede encontrarse que existe, de parte del habitante de Perú en general una marcada insatisfacción con la democracia. Se trata de los gobernantes que no cumplen con soluciones a los problemas de los ciudadanos. Que se percibe, a las instituciones, tal es el caso de la justicia, el Congreso o los partidos políticos, fraccionados y burocratizados. IEP indica que la confianza en las elecciones ha ido bajando desde el 2016.
Es todo un cuadro proclive al mejor caldo de cultivo para la desestabilización. En ese sentido también debe decirse que aun cuando existen desigualdades en el desarrollo social de la población (las condiciones en las regiones no tienen las mismas bondades de la capital y en la propia Lima, son preocupantes las precariedades en algunos distritos y comunidades), se tienen avances modernistas importantes. Estos, encaminados a potenciar las posibilidades económicas y de estándares de calidad de vida de alto nivel. No podemos dejar de recordar a la Venezuela democrática que andaba pendiente de los pleitos domésticos, a la par de la dejadez de sus dirigentes en la vigilancia del sistema democrático. Las denuncias y señalamientos que son normales en una sociedad regida por el Estado de derecho, fueron, plenamente exacerbadas hasta lograr el hastió de la gente que apoyó, en su momento, la toma del poder de la mitología revolucionaria. Lo demás ha sido la historia de los sufrimientos venezolanos.
Los Estados latinoamericanos enfrentan una maquinaria de la guerra criminal, por una parte y por la otra la evaluación de su coraje y determinación para hacer valer los derechos. Ya veremos lo que termina de pasar en Ecuador con la segunda vuelta presidencial. En lo que corresponde a Perú, las instituciones no pueden caer en la tentación de minimizar los hechos o de reducirlos a la causa inmigratoria; ese es otro problema para lo que los organismos cada vez están mejor preparados en el control y orden. Los delincuentes, empezando por los aupados desde el régimen bolivariano, ni siquiera disimulan ni esconden sus objetivos: retan al gobierno y a los organismos de seguridad, cuando empujan a la sociedad peruana al desprecio de sus dirigencias que, por supuesto, deberán de estar a la altura. La democracia y la libertad debemos defenderla todos; en el lugar donde estemos.