miércoles, 21 mayo 2025
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Expertos en violencia, inexperto en Convivencia

La convivencia es de raíz moral, comunitaria y social. Y esto significa que es pensada, reflexionada, conversada y compartida. No brota, es construida.

a Francisco Árevalo, obrero de la amistad

Yo soy experto en violencia. He dedicado mi vida a comprender todo lo relacionado con ella. Eso me lleva a rechazar su invitación al Seminario sobre Convivencia. No soy experto en ella. He girado sobre los orígenes y alcances de lo violento en lo humano; no he reflexionado ni escrito nunca sobre lo que impulsa a las personas a existir conviviendo. Te ofrezco disculpas, pero no asistiré. Espero sepas comprenderlo. Soy experto en violencia, no en convivencia.

Siempre recuerdo la caravana de razones esgrimidas por aquél intelectual y profesor universitario. Pasé semanas persiguiéndolo, porque intuía que otros motivos lo llevaban a rechazar la invitación. Me resultaba incomprensible, inadmisible e inaudito que un investigador de la violencia se sintiera incapaz de hablar de la convivencia humana.  Con el tiempo entendí que ciertas pasiones por teóricos encierran un discreto desprecio por lo práctico. De allí la abundancia de congresos, seminarios, jornadas, diplomados, maestrías y doctorados sobre la violencia; pero casi inexistentes sobre Convivencia. Creemos combatir la violencia conversando y delirando sobre ella. Necesitamos que exista para nosotros existir. Somos tan miopes y atrevidos que nos atrevemos a asomar y justificar la expresión trillada NO VIOLENCIA; sí con mayúsculas sostenidas.

Sin embargo, la realidad es poderosa. Ella pide a gritos que nos sentemos a conversar críticamente sobre cómo debemos aprender a convivir en los muchos y diferentes espacios de la vida. Es simple: la ausencia de convivencia propicia el surgimiento de la violencia, el miedo y el sufrimiento. Una casa cuyos habitantes no saben o desean convivir es un lugar de soslayos, desprecios, humillaciones, negaciones, maltratos, mudeces, gritos y amenazas. Es una casa donde ni siquiera la hierba crece. Es un ámbito de verdugos.

Convivir no es una acción congénita. Convivir nos exige aprender, pacientemente, hábitos. Y en la infancia y adolescencia se aprenden gracias al modelaje de los adultos. En el hogar, la escuela, el liceo y la universidad con padres, madres, maestros y maestras, profesoras y profesores que conversan, escuchan, respetan; valoran e incentivan las diferencias y discrepancias; que celebran el error; que diferencian opinión de juicio, que son compasivos y colaboradores, que asumen el consenso como la fiesta de las diferencias. Quien crece viviendo estos hábitos cotidianos, es y será un ser humano apasionado por ser más humano. Es una persona digna que dignifica con su vida las de los demás. Sus espacios son lugares del ejercicio del compromiso y la alegría de estar con el otro y la otra.

La convivencia es de raíz moral, comunitaria y social. Y esto significa que es pensada, reflexionada, conversada y compartida. No brota, es construida. Exige del encuentro de dos o más personas. Obliga a convertir el egoísmo en simpatía. Sólo en ella nos fortalecemos y crecemos. Sólo en ella nos confirmamos. Allí sucede el flujo de la compasión, la columna que sostiene las posibilidades humanas, los horizontes de lo amoroso en los encuentros y desencuentros. Sucede el liderazgo de la autoridad, en lugar del liderazgo del poder. Con el primero suceden las posibilidades; con el segundo son inhibidas. Es la libertad como un verbo libre, como un sustantivo libre.

¿Cómo se conjuga la libertad? Conviviendo. Esto sucede cuando abandonamos nuestra indiferencia ante el dolor de los demás. Mi madre y sus amigas, otras madres, siempre repetían: el desayuno, el almuerzo y la cena, siempre preparamos un plato demás. Siempre alguien. Ellas practicaban el por-si-acaso. Y esto es vivir atentos en la espera y la esperanza de consagrar con nuestro servicio y afecto la vida de los vecinos, porque convivir es atender al vecino. Esta es la consagración de la humildad. Esa virtud sin la cual todo lo que hagamos y logremos es basura, egoísmo y vanidad.